Me voy a referir aquí a “YES SYMPHONIC LIVE”, DVD doble que registra un concierto del mítico grupo inglés realizado en Ámsterdam (2001) junto a la European Festival Orchestra, dirigida por Wilheim Keitel.
Yes es un grupo de una extensa trayectoria, iniciada a fines de la década del sesenta, teniendo su esplendor en los setenta, época en que los jóvenes parecían tener los oídos más exigentes.
Los músicos de YES gozaban todos de formación clásica, de conservatorio, pero respiraban el apogeo del rock. Junto a otros grupos como Genesis, Emerson Lake & Palmer y Pink Floyd, fusionaron la energía del rock con la complejidad de la música clásica, dando origen a un movimiento musical denominado “Rock Sinfónico”.
YES, particularmente, se destacó por investigar las posibilidades espirituales de la música, lo cual los llevó a estudiar hinduismo, budismo, retroalimentando en forma notable su bagaje musical.
El concierto en cuestión se inicia con una preciosa versión de “Close to the edge”, esa pieza maravillosa parida en los setenta, de veintitrés minutos de duración que siempre asombra y nunca cansa.
La integración con la orquesta sinfónica está muy trabajada, destacándose los aportes del arpa, los violines y los instrumentos de viento.
La filmación es muy cuidada y se distribuye equitativamente entre todos los músicos incluyendo los de la orquesta.
En el concierto, tocan muchas de sus piezas más largas, como por ejemplo, “The gates of delirium”, otra suite de más de veinte minutos que aborda el tema de la guerra y la paz. Es notable como, en la parte de la guerra, sin perder musicalidad, podemos sentir el clima bélico en todo su caos y, al final de la obra, cuando llega la paz, la música logra pacificarnos y devolvernos a un estado de calma elevada.
Los músicos: Jon Anderson, un timbre de voz único, adecuado para transmitir la espiritualidad de la música. Steve Howe, uno de los mejores guitarristas de la historia del rock (me contengo de decir “el mejor” porque no conozco a todos), dueño de una técnica y velocidad de dedos increíble que le permite tocar siempre lo que quiere y no lo que puede.
Chris Squire, simpático e histriónico, lleva su bajo al límite, no se contenta con hacer una buena base sino que, además, va tramando complejas melodías, paralelas a las de la guitarra y los teclados.
Alan White comanda con energía una batería que jamás descansa en ritmos fáciles.
Rick Wakeman, es la gran estrella ausente de este concierto (se había tomado un par de años para sus proyectos solistas), reemplazado con solvencia por el joven Tom Brislin (teclados).
Los bises son a todo ritmo, con “Owner of a lonely Heart” y “Rondabout”, ya con los músicos de la orquesta bailando en el escenario, en homenaje a esta música grandiosa que todavía sigue sonando, bella y profunda, pese a cierto desconocimiento por parte de las generaciones actuales.
Si los jóvenes de hoy no escuchan una música más elaborada no es porque sean menos despiertos o sensibles al arte; el tema es difícil de analizar y nos llevaría a terreno sociológico, pero pareciera que vivimos en una cultura que promueve la simplificación de las personas. Cada vez empleamos menos cantidad de palabras, por lo que nuestros pensamientos se empobrecen. Nuestros registros emocionales se socavan también: antes las personas parecían registrar un mayor caudal de emociones. Hoy por hoy o estás bien o estás mal, muy poca gente sabe distinguir tristeza de nostalgia, esperanza de alegría, o culpa de enojo.
Con la música sucede algo parecido: cada vez música más simple, menos acordes, menos textura, menos poesía.
Yes Simphonic Live, música para regalar o regalarse en tiempos navideños, tiempos de espiritualidad y resurrección. Yes, un poco de música, poesía y optimismo.
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