jueves, 27 de agosto de 2009

La textura del Tango


Para el que le gusta el tango, para aquel a quien le interesa, al menos, como fenómeno y para los amantes de la fotografía en general, recomiendo la muestra “Tango” de Carlos Furman, quién recorrió con su cámara, entre los años 2003 y 2008, las milongas de Buenos Aires.
El tango es música, baile y canto pero también es rito, gestualidad, misterio, textura.
En la fotogalería del Teatro General San Martín (Av. Corrientes 1530) pueden verse treinta y cinco fotografías mediante las cuales, Furman logra transmitir la textura del tango.
La exposición podrá visitarse hasta el domingo 27 de septiembre, de lunes a viernes desde las 12 horas y los sábados y domingos desde las 14 horas hasta la finalización de las actividades del día en el teatro. La entrada es libre.

domingo, 23 de agosto de 2009

El Secreto de sus Ojos: lo sorprendente y lo cursi

¡Una hora de cola para ver una película argentina! Durante la misma nos topamos con un cinéfilo uruguayo, setentón, jubilado. Nos comenta que venía de “La Lugones” donde vio “Secret Sunshine” de Lee Chang-Dong y que el día anterior había vuelto a ver “Fresas salvajes” en otro cine club. Mientras se complace en anunciarnos la proximidad de un ciclo de cine africano, estoy a punto de preguntarle qué es lo que mueve a un cinéfilo a hacer semejante cola para ver una película de Campanella. Pero claro, la misma pregunta podría volverse hacia mí. La contesto entonces. La película venía con un excelente tras otro en las críticas, muchos comentarios positivos; además es cine nacional, se hace con mucho esfuerzo ¿por qué no apoyarlo? El hecho de que para ver “My Winnipeg” nos teníamos que ir hasta Constitución un sábado a la noche hizo el resto.
Se nota el trabajo que hay puesto en la película. Hay un guión muy pensado, todo está puesto por algo, una serie de objetos emblema que se repetirán en la película (la máquina de escribir a la que le falta la letra A, la puerta que se cierra o se deja abierta), buenos diálogos, mucho esmero en la reconstrucción de época y humor del bueno. Cada aparición de Francella es un placer. Por más maquillado que esté, no hace nada muy diferente a lo habitual: interpretar al porteño pícaro, tierno y machista. Hace lo que sabe y lo hace muy bien.
Como plus, la película aporta una de las escenas más espectaculares que haya dado el cine argentino: un plano secuencia en el que la cámara sobrevuela la cancha de Huracán, vemos un poco del partido desde arriba y luego nos metemos en la tribuna donde Darín y Francella buscan al sospechoso, lo encuentran y lo persiguen por los pasillos; una secuencia de unos cinco minutos sin un solo corte. Sorprendente.
Hasta aquí todo lo rescatable (que no es poco) pero hay algo que no puedo soslayar y que, por su parte, me impide comulgar con el “excelente” de las críticas de la mayoría de los medios: por momentos la película me pareció cursi; la historia de amor principal y en particular una escena que se repite al comienzo y casi al final.
Anduve rastreando los orígenes de la palabra cursi y parece haber ingresado a la lengua española desde Marruecos como asimilación de la palabra “Kursi”, cuyo significado inicial “trono de soberano” fue derivando hacia las connotaciones de pedantería, artificio, pretensión.
Lo cursi guarda relación con “el lugar común”, aquello ya visto o dicho demasiadas veces. El periodista venezolano Carlos Yuste sitúa lo cursi en la intersección entre lo caricaturesco y lo solemne. Aquí lo caricaturesco aparece en la escena en que Soledad Villamil corre por el andén el tren en el que parte Darín; en las manos impedidas de tocarse por el vidrio de la ventanilla; y la solemnidad la pone la música. Con otra partitura, la escena podría haber quedado divertida, paródica, pero con la música que le ponen se torna artificiosa. Una patada al hígado. Una pena. Me quedo con los chistes de Francella y el plano secuencia que penetra en la hinchada de Racing.
Otra cuestión: en un taller literario me enseñaron que donde la mala literatura dice “hace frío” la buena nos lo sentir. Aquí se da algo parecido: se dice que el personaje interpretado por Rago tiene en los ojos “el amor más puro que jamás se haya visto”; se lo dice pero no se lo ve. Sin desmerecer la actuación de Pablo Rago, en ningún momento vemos el amor más puro en sus ojos; de hecho buena parte del público, esperando la vuelta de turca que todo policial suele ofrecer, especuló durante la proyección que fuera el asesino de su propia esposa. Aquí me parece que la obra trastabilla: me lo dice en lugar de hacérmelo sentir.

martes, 18 de agosto de 2009

Fotografía - ¿Documento o ficción?

La escuela de arte de Dusseldorf fue la primera en incorporar la fotografía a sus planes de estudio. Algunos de sus mejores alumnos, hoy consagrados mundialmente, están exponiendo sus trabajos en Buenos Aires en la muestra “Espacios Urbanos” que se podrá visitar en Fundación Proa hasta el 30 de agosto.
La muestra es muy rica y solo vamos a centrarnos aquí en un par de cuestiones.
Respecto a la fotografía suelen enfrentarse dos posiciones: por un lado, aquellos que la consideran como un método para la captación de la realidad (la fotografía sería una manera de registrar una realidad objetiva) y por otro, aquellos que, haciendo hincapié en las variaciones de encuadre, foco, iluminación y punto de vista, consideran a la fotografía como una expresión subjetiva. Según esta postura, en la toma de una fotografía median las ideas del sujeto; las cuáles intervendrán en la elección de un encuadre, un foco y un manejo de la luz.
Estas son entonces las dos posturas: la fotografía como documento o la fotografía como ficción.
Andreas Gursky, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff, Thomas Struth (exponentes de la escuela de Dusseldorf) juegan con esta tensión de opuestos. Si en la escuela partieron desde una posición intermedia, su trabajo los fue llevando para el lado de la ficción. Ellos dibujan con la luz, haciendo honor a la etimología (Foto= luz, Grafía=dibujo). Tienen la foto en su cabeza antes de sacarla. Hay una idea previa, una intención subjetiva, una creación.

Un ejemplo: Andreas Gursky nos presenta una multitud en un recital de rock. La foto puede parecer, a simple vista, un mero documento; pero si prestamos atención accedemos a otra cosa. ¿Cómo es posible que cada uno de los integrantes de la multitud esté perfectamente en foco? El que está en una punta y el que está en otra; el que está más cerca de la cámara y el que está más lejos. No hay cámara en el mundo que pueda lograr algo así. Entonces, comenzamos a observar con atención y encontramos personas que se repiten. La foto es una construcción, una ficción; una ficción que expresa una idea. Cualquiera que haya ido a “campo” en un recital de rock o a una “popular” en futbol sabe perfectamente que empezás en un lugar rodeado de ciertas personas y el movimiento de la masa te va llevando a terminar en otro sitio con otras personas a tu lado. La foto expresa eso; como también, al jugar con la repetición, lanza la idea de la pérdida de individualidad que se da en esas circunstancias. Interesante sobre todo porque quien mira la foto al pasar apenas ve una multitud en un recital.
Estos fotógrafos resaltan la importancia de la mirada.
Uno de ellos, no recuerdo cuál ahora, probó fotografiar un edificio desde todos los ángulos posibles.
Habitualmente, y estoy hablando ahora de la vida en general, vemos las cosas desde un punto de vista, el nuestro; y creemos que las cosas son así, que lo que vemos es un registro de lo que es. Otros puntos de vista nos parecerán erróneos o, directamente, inexistentes. Una buena terapia puede ayudarnos a acceder a otros puntos de vista, hacerlos nuestros y generar otra mirada, más atenta, ver las cosas de otro modo, tener, en definitiva, una visión más amplia. El arte también puede acercarnos a eso.

Aclaración: la foto de arriba es de Andreas Gursky, y si tuviera que titularla, le pondría "La piscina que será tragada por el mar".

domingo, 9 de agosto de 2009

Sobre Stieg Larsson

Stieg Larsson era un periodista sueco dedicado a investigar los negocios sucios de la derecha europea y su vinculación con los grupos nazis de su país. Dirigía la revista “Expo”, un proyecto en el que los periodistas trabajaban ad honorem, para poder contar cosas que normalmente no tienen cabida en los medios.
En unas vacaciones, mientras su esposa escribía un libro, Stieg se aburría. Su mujer le dijo: “¿por qué no te ponés a desarrollar esa anécdota del anciano que recibía flores en su cumpleaños?”
Stieg comenzó a escribir y no pudo parar. Ese es el origen de la trilogía Millenium formada por tres libracos enormes titulados “Los hombres que no amaban a las mujeres”, “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” y “La reina en el palacio de las corrientes de aire”.
Se encerró durante años a escribir, a puro sedentarismo, café, cigarrillos y comida rápida. Por cuestiones comerciales, la editorial quería tener la trilogía terminada antes de publicar el primer libro.
El día en que finalmente entregó el último libro, Larsson regresó a sus oficinas. Como el ascensor estaba descompuesto, subió los ocho pisos por escalera. Al llegar, se desmoronó de un ataque cardíaco. Falleció camino al hospital.
Obviamente, no llegaría a enterarse del éxito que su obra está teniendo, de los quince millones de ejemplares vendidos y de los elogios recibidos, fundamentalmente, por la solidez de los personajes creados.
Un detalle llamativo: en la tercera obra, uno de los personajes muere exactamente como hubo de morir Larsson.
Si estos libros son arte ya es otra cuestión, pero la historia no es menor. Un tipo que dedica su vida a una obra y muere ni bien la termina. Larsson dejó su vida en esos libros. Puso allí su sangre, derramó todo lo que le quedaba. Es probable que eso se note al leerlos.

lunes, 3 de agosto de 2009

Aliento


Otro valioso estreno en la cartelera cinematográfica: “Breath” (Aliento) del coreano Kim Ki Duk, director de “Primavera, verano, otoño, invierno… y otra vez primavera”, “El tiempo” y “El arco” entre otras.
En un reportaje del año pasado, cuando le preguntaron sobre su motivación para hacer películas, Ki Duk contestó que hay cosas de la vida que él no entiende y hace películas procurando entenderlas.
Y se nota. No busquen aquí historias cerradas, finales felices ni moralejas. Las películas de Kim Ki Duk son siempre perturbadoras en cuanto bucean en las contradicciones del ser humano.
Tenemos aquí un matrimonio moribundo y una mujer que intenta recuperar el aliento vital, ese soplo (otra posible traducción del título) que distingue lo vivo de lo inerte; y lo termina encontrando en un convicto condenado a muerte. Lo visita en la cárcel y en esos breves encuentros recupera algo de la vitalidad perdida.
Un condenado, una mujer ahogada en su vida cotidiana. Aliento. Uno inhala lo que el otro exhala.
El director de la prisión monitorea los encuentros desde una pantalla y decide cuándo interrumpirlos. El director de la prisión es el director de la película que dosifica la acción y decide lo que podemos ver y lo que no. Es el dueño del corte: corta las visitas, monta la película.
Kim Ki Duk ha rechazado los dólares de Holywood porque quiere seguir siendo el dueño de los cortes de sus films; quiere seguir siendo autor. Alguien que filma aquello que no entiende en lugar de aferrarse a fórmulas repetidas.