miércoles, 30 de diciembre de 2009

Breve - Sobre el arte

En referencia a la cuestión acerca de qué es arte y qué no lo es, un dato curioso: si me preguntan si una publicidad puede ser considerada como obra de arte tiendo a contestar raudamente que no. La publicidad puede ser más o menos ingeniosa pero tiene como finalidad primera lo comercial. En el arte la creatividad es el impulso primero, lo comercial podrá venir (o no) después.
Ahora bien, si me muestran el siguiente cuadro de Fra Galgario y me preguntan si es arte, contesto que sí. En esta reproducción no pueden apreciarse muchos detalles, pero tenerla frente a mí logró impresionarme, sobre todo por la expresión de los ojos de los tres personajes.

Muy bien, la obra en cuestión resultó ser una publicidad de una barbería del siglo XVII.
El arte es difícil de definir, por algo Dino Formaggio dijo que “arte es todo aquello que los hombres llaman arte”.
El cuadro en cuestión forma parte de la muestra “El tiempo del arte” (ya comentada en un anterior post) Fundación PROA - Av. Pedro de Mendoza 1929 - La Boca. Tienen tiempo hasta el 4 de enero.

Recomiendo asistir a las visitas guiadas en las que se aprenden un montón de curiosidades. Por ejemplo, a partir de una de las obras, me enteré que al edificio del Parlamento Alemán le hicieron una cúpula de vidrio para simbolizar la transparencia del poder legislativo. A ver artistas argentinos, algo para nuestro Congreso. ¿Qué podría ser? ¿Un enorme pozo ciego? ¿Un nido de víboras a gran escala? Se aceptan sugerencias.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Música en DVD - Yes Symphonic Live

En estos tiempos de hits de tres minutos y dos acordes, que se imponen más por insistencia del mercado que por propia musicalidad, reconforta encontrar en las góndolas de las disquerías música como la de YES.
Me voy a referir aquí a “YES SYMPHONIC LIVE”, DVD doble que registra un concierto del mítico grupo inglés realizado en Ámsterdam (2001) junto a la European Festival Orchestra, dirigida por Wilheim Keitel.
Yes es un grupo de una extensa trayectoria, iniciada a fines de la década del sesenta, teniendo su esplendor en los setenta, época en que los jóvenes parecían tener los oídos más exigentes.
Los músicos de YES gozaban todos de formación clásica, de conservatorio, pero respiraban el apogeo del rock. Junto a otros grupos como Genesis, Emerson Lake & Palmer y Pink Floyd, fusionaron la energía del rock con la complejidad de la música clásica, dando origen a un movimiento musical denominado “Rock Sinfónico”.
YES, particularmente, se destacó por investigar las posibilidades espirituales de la música, lo cual los llevó a estudiar hinduismo, budismo, retroalimentando en forma notable su bagaje musical.




El concierto en cuestión se inicia con una preciosa versión de “Close to the edge”, esa pieza maravillosa parida en los setenta, de veintitrés minutos de duración que siempre asombra y nunca cansa.
La integración con la orquesta sinfónica está muy trabajada, destacándose los aportes del arpa, los violines y los instrumentos de viento.
La filmación es muy cuidada y se distribuye equitativamente entre todos los músicos incluyendo los de la orquesta.

En el concierto, tocan muchas de sus piezas más largas, como por ejemplo, “The gates of delirium”, otra suite de más de veinte minutos que aborda el tema de la guerra y la paz. Es notable como, en la parte de la guerra, sin perder musicalidad, podemos sentir el clima bélico en todo su caos y, al final de la obra, cuando llega la paz, la música logra pacificarnos y devolvernos a un estado de calma elevada.

Los músicos: Jon Anderson, un timbre de voz único, adecuado para transmitir la espiritualidad de la música. Steve Howe, uno de los mejores guitarristas de la historia del rock (me contengo de decir “el mejor” porque no conozco a todos), dueño de una técnica y velocidad de dedos increíble que le permite tocar siempre lo que quiere y no lo que puede.
Chris Squire, simpático e histriónico, lleva su bajo al límite, no se contenta con hacer una buena base sino que, además, va tramando complejas melodías, paralelas a las de la guitarra y los teclados.
Alan White comanda con energía una batería que jamás descansa en ritmos fáciles.
Rick Wakeman, es la gran estrella ausente de este concierto (se había tomado un par de años para sus proyectos solistas), reemplazado con solvencia por el joven Tom Brislin (teclados).
Los bises son a todo ritmo, con “Owner of a lonely Heart” y “Rondabout”, ya con los músicos de la orquesta bailando en el escenario, en homenaje a esta música grandiosa que todavía sigue sonando, bella y profunda, pese a cierto desconocimiento por parte de las generaciones actuales.
Si los jóvenes de hoy no escuchan una música más elaborada no es porque sean menos despiertos o sensibles al arte; el tema es difícil de analizar y nos llevaría a terreno sociológico, pero pareciera que vivimos en una cultura que promueve la simplificación de las personas. Cada vez empleamos menos cantidad de palabras, por lo que nuestros pensamientos se empobrecen. Nuestros registros emocionales se socavan también: antes las personas parecían registrar un mayor caudal de emociones. Hoy por hoy o estás bien o estás mal, muy poca gente sabe distinguir tristeza de nostalgia, esperanza de alegría, o culpa de enojo.
Con la música sucede algo parecido: cada vez música más simple, menos acordes, menos textura, menos poesía.
Yes Simphonic Live, música para regalar o regalarse en tiempos navideños, tiempos de espiritualidad y resurrección. Yes, un poco de música, poesía y optimismo.



domingo, 13 de diciembre de 2009

Cine - El Corredor Nocturno


El corredor nocturno. Dirigida por Gerardo Herrero y basada en la novela homónima del escritor uruguayo Hugo Burel.

La historia no es nueva. Eduardo (interpretado por Leonardo Sbaraglia) es abordado en un aeropuerto (paradigma del lugar de tránsito) por un personaje (Conti, Miguel Angel Solá) que luego de presentarse en forma amigable va, poco a poco, inmiscuyéndose en su vida para finalizar con un acoso insoportable.
El corredor nocturno del título es Eduardo, un ejecutivo avasallado por las presiones del trabajo que sale a correr por las noches, quizás como descarga. Eduardo corre, pero no es el trote sano, recomendable para mantener el cuerpo saludable, no, el tipo corre desesperado, a los santos piques. La película salpica, con reiterados planos de Sbaraglia corriendo a toda máquina, la historia del ascenso de Eduardo como ejecutivo de una multinacional. Asciende en la empresa y desciende en relación a lo humano.
Otra acepción de la palabra corredor es también pasillo, pasadizo, en este caso hacia lo oscuro. La película es lúgubre, la iluminación está trabajada de ese modo, el gris es la gama predominante.

Conti podría ser el enviado de los nuevos dueños de la compañía o podría ser, apenas, una voz introyectada en la psiquis de Eduardo (Sbaraglia). Conti sería algo así como una falsa voz de la conciencia, en este caso, la voz del sistema, que lo urge a desprenderse de sentimientos de culpa y planteamientos éticos como así también de sus emociones, elementos contraproducentes para la función que el sistema requiere.
Muchos años después de popularizada la frase “el enano fascista”, Conti vendría a representar algo así como “el yo capitalista” que no se si todos llevamos adentro pero que, de algún modo, la cultura en que vivimos parece promover.
Un capitalismo que pregona, la prisa. Correr, correr, correr. Todo debe hacerse rápido, si te duele algo te tomás una pastillita y seguís a delante, producir, ascender, consumir, siempre más.
Eduardo es un tipo común (por algo le han puesto un nombre común: Eduardo López), presionado por el trabajo, desatiende su familia y guarda no poca basura bajo la alfombra. Se muestra humano, sufre todas sus contradicciones, las padece, intenta descargarse en esas corridas desenfrenadas o limpiarse en esa ducha que toma cada tanto.
Conti (excelente interpretación de Miguel Angel Solá), se muestra frío, imperturbable, nada parece alterarlo, es una máquina que se dirige a un objetivo.

La elección de la profesión de la esposa de Sbaraglia (psicóloga) parece más bien un guiño que afirma la existencia de Conti como una especie de instancia psíquica. No parece tener esto otra justificación, ya que por lo que muestra la película, la esposa podría haber sido ama de casa, arquitecta o decoradora sin que nada cambiase en la estructura narrativa. Este personaje es uno de los puntos flojos de la obra: se menciona que es psicóloga pero no se la muestra en su trabajo ni tampoco parece participar del ambiente intelectual característico de la profesión, se la ve, en cambio, como una mujer común, superficial, no muy sagaz, que se termina acomodando a lo que venga con tal de mantener la ilusión familiar.
La inquietud que se logra al comienzo, con las paulatinas intromisiones del personaje de Conti en la vida de ejecutivo, se va perdiendo en la medida en que la película se va explicando a si misma, revelándose de a poco como una fábula moral. De tanto aplastar cabezas, el protagonista termina aplastando su propia humanidad. Y algunos símbolos que asoman en la obra como la serpiente, símbolo bíblico de la corrupción, parecen un poco forzados.
¿El corredor persigue el éxito o el éxito lo persigue a él? Porque el éxito, entendido aquí como el cargo más alto implica un grado altísimo de deshumanización.
Al finalizar la película, parece aclararse que Conti es Eduardo, es un otro que lo habita, se ha hecho carne en él. La película equipara el éxito con la enajenación. Puede que al espectador no le resulte tan claro si Eduardo se convierte en un tipo exitoso, en un tipo enfermo o en ambas cosas. Que lo exitoso sea enfermizo no habla muy bien que digamos de nuestra cultura.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Teatro - Ala de Criados

Mauricio Kartum es un dramaturgo argentino de extensa trayectoria que nos vuelve a presentar una obra muy trabajada, tanto en su estructura narrativa como en su lenguaje y actuaciones. En “Ala de criados” Kartum se la toma con la clase alta argentina de principios del siglo pasado. Lo hace con una delicada mezcla de ironía, humor, sarcasmo y violencia.
La obra transcurre en un club de tiro en Mar del Plata, donde los señoritos de la clase alta disparan a las palomas y a veces a las toninas. Debido a los sucesos de la, luego bautizada “Semana Trágica”, no han quedado municiones ni casi gente, ya que todos se fueron a reprimir a los huelguistas. Quedan dos señoritos y una señorita, Tatana, quien mientras mira a sus hermanos se define como “lo más parecido a un hombre que hay por aquí”. Todos viven del Tata, de la plata del Tata, una especie de padre mítico. El Tata no está, se fue a Buenos Aires, quedaron estos tilingos, que parecen inofensivos pero se encargarán de mostrar su grado de violencia cerca del desenlace, cuando ven en la posible complicidad de un empleado del club la oportunidad de pergeñar algo así como una venganza de clase que les permita dejar de sentirse inútiles ante la mirada del Tata.
Pancho, no tiene alcurnia, no tiene apellido, es simplemente Pancho. Aunque duerme en el “Ala de criados” aclara que él es cuentapropista. Vive abasteciendo los caprichos de la clase alta, brinda todo tipo de servicios, incluyendo los sexuales. Los libros de historia, sitúan en la época en que transcurre la obra, el nacimiento de la clase media. El dato no parece menor. En la obra se siente la tensión entre lo tradicional, afincado y fijo, y lo nuevo, todavía informe.
Pedro, una suerte de empleado multipropósito, por momentos pareciera convertirse en uno de ellos, bromea con ellos, bebe con ellos, pero, más tarde, en medio de un logrado estallido de violencia, se verá cómo son las cosas realmente.
Pancho les enseña a disparar. Al principio disparan con miedo y el tiro sale “paf”. Hay que disparar seco, así, “pa!”, explica Pedro.
Tatana, se desdobla en personaje y narradora. Participa en los hechos y emite sus comentarios, atribuibles a su educación europea. Tatana rechaza las metáforas. Dice que son como esas armas que disparan muchos perdigones. Claro, puede que alguno de en el blanco, pero…
En su lugar, pregona un lenguaje preciso, que no deje resquicios como para que se filtre algo que pueda desequilibrarlos, algo revolucionario. Pero el lenguaje unívoco, tiene grietas. Ese lenguaje unívoco exige a los señoritos que se hagan hombres, a Tatana que asuma su femineidad, a Pedro que se ubique en su rol de servidumbre. La metáfora revela la ilusión del lenguaje preciso.
Ala de criados, ala de paloma, cortada para volver azaroso su vuelo. Metáforas, perdigones, alguno dará el blanco.
Kartum (quien según sus propias palabras, es un dramaturgo que a veces dirige) crea un mundo, un verosímil de una época, con un lenguaje muy cuidado, del que se nos escapan algunas palabras pero no el sentido general. Nos lo presenta pero no nos da todo servido, no es complaciente con el espectador, no explica, no redondea, no subraya metáforas. Queda en el espectador transitar los resquicios que la obra nos deja, para pensar, a nivel país, de dónde venimos y por qué estamos como estamos. La obra tira perdigones, algunos paf, otros pa! Puede que alguno de en el blanco.

Ala de criados. Escrita y dirigida por Mauricio Kartun. Intérpretes: Alberto Ajaka, Esteban Bigliardi, Rodrigo González Garillo y Laura López Moyano. Ultimas funciones. Teatro del Pueblo - Av Roque Sáenz Peña 943 (a metros del obelisco) - http://www.teatrodelpueblo.org.ar/

martes, 10 de noviembre de 2009

Cine - Entre nosotros

Maren Ade es una cineasta alemana. Se la suele mencionar como formando parte de la escuela de Berlín: un grupo de directores de cine que, hartos de los intentos por expiar las culpas del pasado (pesado pasado el de los alemanes), se preocupan por trabajar sobre el presente, sobre la realidad cotidiana y trasladar el foco sobre algo que podríamos llamar existencial.
“Entre nosotros” nos introduce en las vacaciones de una pareja joven. La película podría resultar aburrida: Chris y Gitti cogen, se pelean, se amigan, se aburren, boludean.
Lo que la vuelve interesante son los personajes. A diferencia de los personajes planos a que nos tiene acostumbrados el cine norteamericano comercial, Chris y Gitti son de carne y hueso, ambiguos, contradictorios, difíciles de comprender.
Al comienzo de la película, Chris le dice a Gitti que espera no encontrarse con su aburrido amigo Hanz. En principio parece incomprensible que, días más tarde, producido el encuentro, proponga salir con ellos (Hanz y su novia). Gitti no lo entiende y se resiste. Podríamos pensar que, luego de varios días de intimidad, Chris encontró en su amigo la posibilidad de tomarse un respiro; pero no lo sabemos. Los personajes aquí no se explican a sí mismos.
Gitti se pasa buena parte de la película pidiéndole a él una declaración de amor. Cuando por fin la recibe, comienza a hacer su valija y le dice que lo deja. Podemos hablar de la dinámica del deseo, decir que lo que se obtiene ya no se desea, que el deseo no es nunca de lo que se nombra. Podemos decir muchas cosas, pero los personajes no dirán nada. Vivirán delante de nosotros, sin hacer declaraciones.
Están de vacaciones en Cerdeña, en una casa de veraneo que pertenece a los padres de él. Chris tapa los adornos burgueses con los que sus padres decoraron el lugar pero lo que no puede tapar, y parece pesarle, es que a esos padres de los que se burla debe la prosperidad que lo sostiene. Hay un interesante juego con la casa de los padres, el salir, el volver.

Los actores están muy bien, en especial Birgit Minichmayr (Chris) a quien vimos también en “Las flores del cerezo” en un papel muy diferente, lo cual habla bien de sus cualidades de actriz.
El título original del film es “Alle Anderen” que, si no me falla la información significa algo así como “Todos los demás”. Ellos no quieren ser como todos los demás, como sus padres, como la pareja de amigos que parecen muy decididos a evitar cuestionamientos. Gitti parece ser quién más claro lo tiene, tal es así que echa a la otra pareja, cuchillo en mano, efectiva manera de sacarse de encima invitados no deseados. Pero cuando vuelven a quedarse solos, no parecen saber muy bien qué hacer. Construir la individualidad, o descubrirla, no resulta tarea sencilla. Ser originales. Ser.
Después de tipos como Herzog, Fassbinder o Wenders, parece surgir en Alemania, una generación de cineastas que intentan una otra búsqueda. El nuevo cine alemán está entre nosotros.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Otra vez Mandalah!

Aprovechando su reposición en la cartelara, fuimos a verla otra vez y volvimos a disfrutar de esa particular conjunción de acrobacia, clown, teatro de sombras, video y música en la que se habla poco y se transmite mucho.
A los que quieran saber más, los remito al post anterior http://arterapeutico.blogspot.com/2009/07/mandalah.html

Dejo además este video que aparece en YouTube.

lunes, 2 de noviembre de 2009

El tiempo del arte - Obras maestras del siglo XVI al XXI

En un post anterior, refiriéndome a “Las viudas de los jueves” me atreví a decir que esa película nada tiene que ver con el arte. Mi propia afirmación me llevó a reflexionar sobre los criterios que me autorizan a definir si una obra es artística o no. Al plantearme la cuestión, las cosas ya no parecen tan claras. ¿La consideración de lo artístico es algo meramente subjetivo o existen criterios objetivos para su delimitación?
Por lo pronto, el arte tiene una historia. Lo que se considera artístico varía de una época a otra. Sobre esto trata la muestra “El tiempo en el arte – Obras maestras del siglo XVI al XXI”, curada por Giacinto Di Pietrantonio. Se puede ver hasta el domingo 3 de enero en Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929, La Boca, Caminito.
La muestra presenta un recorrido a través de cinco siglos de historia, mediante el cual se intenta mostrar las representaciones artísticas en diferentes épocas de temas como la vida, la muerte, el cuerpo, la mente, el poder, lo cotidiano, el amor y el odio, los ocho tópicos en los que se divide la exposición.
La estructura es más o menos así: cada pared de la muestra presenta un tema, por ejemplo, el poder, y allí conviven obras de diferentes siglos relacionadas con dicho tema, desde un retrato de Velazquez del Papa Inocencio X (si miramos el retrato, de inocente parece tener poco, ¿no?) hasta el Cristo crucificado de León Ferrari, que tanta controversia generó hace unos años.
El contraste entre las obras antiguas y modernas es interesante y vuelve muy recomendable la visita.
Las obras antiguas asombran por su técnica y expresividad, mientras que las modernas se destacan por la osadía de combinar elementos para producir un resultado de alto impacto, ideológico, en algunos casos, y emocional en otros.
Como ejemplo de esto último me gustaría referirme a la obra “El beso” de Jorge Macchi (2001). A la distancia, se ven dos círculos que se tocan en un punto. Confieso que la miré de lejos con ojos socarrones y mi cabeza disparó con apuro calificativos como “chantada”, “boludez”, “¿esto es arte?”. Ahora bien, al acercarme, el ánimo de burla desapareció al comprobar que los círculos están formados por dos crónicas de crímenes pasionales recortadas del diario y el punto en que los dos círculos se tocan es una frase común a ambos relatos. La frase en cuestión es “cuerpos en estado de descomposición”. De lejos, la obra parece un despropósito; de cerca impacta y se comprende de otra forma. Será cuestión de acercarse.

jueves, 29 de octubre de 2009

Cine y Literatura - Mentiras Piadosas


Hablando de películas basadas en obras literarias hasta hace poco pudo verse en los cines (y próximamente saldrá en DVD) la película “Mentiras Piadosas” de Diego Sabanés. El largometraje es una versión libre del cuento “La Salud de los Enfermos” de Julio Cortázar, aunque pululan por la película referencias a otros textos del autor.
“La salud de los enfermos” es un cuento notable ya desde su título. He escuchado opiniones referidas a que lo que vale en el arte es la obra en sí mientras que el título que se le pone no tiene gran importancia. El cuento de Cortazar contradice esta idea mostrando cómo un título puede amplificar el sentido de una obra. Con ese título el cuento dice más de lo que lograría transmitir con cualquier otro. Cortazar no puso un título por poner. Desde el título nos interroga, por ejemplo, sobre cuán enfermos están los sanos y cuán sanos los enfermos.
La historia es la de una familia que se organiza para construir y sostener una ficción, con tal de evitarle a la madre la noticia de la muerte de su hijo Alejandro. La mentira se construye y mantiene de tal modo que hasta los propios confabuladores terminan por creerla, al punto que, cuando finalmente muere la madre, dudan sobre cómo darle la noticia a Alejandro. Es un texto redondo, excelente de principio a fin.
Hacer una película de dos horas sobre un texto así es una apuesta riesgosa, máxime si, además, se añaden a la historia elementos de otros cuentos de Cortazar como “Casa Tomada” y “Circe”.
Para mi gusto, la cosa no salió tan mal. Hay un trabajo de adaptación muy cuidado que aporta algunas variantes interesantes respecto del original. En la película Alejandro se llama Pablo y no muere, sino que se va de viaje y no da más noticias. Nunca una carta, nunca un llamado. Sus hermanos y tíos inician entonces un complot para paliar la angustia de la madre (convincente interpretación de Marilú Marini).
En el original de Cortazar lo que se intenta negar es la muerte. En la película, lo que se quiere tapar es la incertidumbre. Mejor una mentira que la incertidumbre.
Si el cuento de Cortazar es excelente, la película, digamos que es buena, bastante buena. El final no llega a ser del todo creíble y no tiene el impacto que sí produce el cuento. El patetismo al que llegan los personajes los acerca un poco a lo caricaturesco. Más allá de algunos detalles, le agradezco a la película el haber disparado las ganas de revisitar a Cortazar como, también, algunas reflexiones.
Los psicoanalistas sabemos, por ejercicio profesional, que el relato con el que se nos presentan los pacientes es una ficción. Ficción que, en cierto momento del análisis, el analizante debe poder cuestionar. Los que hemos transitado ese proceso sabemos que es incómodo.
Eso, precisamente, es lo que, creo, lleva a mucha gente a resistirse a la idea de hacer una terapia. Desenmascarase cuesta. Se esgrimen un montón de justificaciones, pero, en el fondo, es eso: temor al derrumbe de una ficción, temor a la incertidumbre, al vacío.
Por mi parte, pienso que es mejor aceptar nuestras contradicciones que una mentira, por más piadosa que sea.

viernes, 23 de octubre de 2009

Cine - Las viudas de los jueves


Alfred Hitchckok, maestro del suspenso y del cine en general, jamás basó sus películas en libros exitosos. Pensaba que una obra maestra no se podía mejorar; a una obra así había que dejarla como estaba. Hitchcock tomaba historias mal escritas, libros malogrados y de ellos sacaba una gran película.
Lejos estoy de catalogar al libro de Claudia Piñeiro como obra maestra, pero la película ciertamente no lo es. La película, en este caso, me parece inferior al libro. Salvo varias escenas de sexo, no le agrega nada. No aporta nada y le saca bastante.
El libro se puede leer en dos o tres días. Una película, por su parte, dura dos horas. En ese tiempo hay que condensar la trama, resaltar lo esencial, eliminar lo anecdótico, desarrollar los personajes, que aquí son muchos. Marcelo Piñeyro, el director, dijo en un reportaje que lo que le interesó como desafío para filmar el libro fue, precisamente, la cantidad de personajes que debía entrecruzar sin que ninguno predominara sobre otro. Creo que, en parte, lo consiguió. Los personajes se distinguen unos de otros, tienen su individualidad. Las pinceladas son quizás un poco gruesas pero están bien dadas. El problema es que mientras el director se preocupaba por pintar los personajes, lo que se le escapó, fue la trama.
El desenlace, que en el libro suena justificado, en la película parece apurado y gratuito. Nadie se suicida así porque sí, un ratito después de que la idea se le ocurre. Un acto semejante es conclusión de todo un proceso. Ese proceso en la película no está. El Tano propone una especie de suicidio grupal, lo argumenta un poquito (con palabras, no con acciones) y listo, todos a la pileta.
Entonces, lo que en el libro sucede como consecuencia de un desarrollo previo, en el film parece algo traído de los pelos; ni que hablar de la justificación que se le busca al accidente: el equipo de música cerca de la pileta y el viento que lo hace caer. ¿Cuánto viento tiene que soplar para tirar un equipo de audio a una piscina? Un tornado por lo menos. Como plan para engañar a una compañía de seguros suena ridículo; y para convencer al espectador también.
El recurso de empezar por el final, con los cadáveres flotando en la pileta, e ir intercalando los tiempos del relato no logra ser original ni despertar interés. Volviendo al maestro, Hitchcock, en un famoso libro-reportaje que le hizo Truffaut, explicaba que el suspenso se logra dándole al espectador más información que a los personajes. Ejemplo: a nosotros se nos muestra que debajo de la mesa hay una bomba pero el personaje que se sienta a ella no lo sabe.
En “Las Viudas…”, los espectadores sabemos menos que los personajes, los cuales, por su parte, tampoco saben demasiado. Por eso, la película resulta fría. Vemos desde afuera algo en lo que no nos involucramos y que tampoco interesa mucho.
De todos modos, hacer la película de un libro exitoso poco parece tener que ver con el arte. Es puro negocio. Se aprovechan el prestigio y los lectores del libro para obtener una cantidad espectadores de base. A su vez, es de suponer que la película, generará, nuevos lectores para el libro. Un negocio bien pensado. De arte aquí parece no haber nada. Ni arriba ni debajo de la mesa.

martes, 20 de octubre de 2009

Fotografía - Aldo Sessa

En relación al parentesco entre la pintura y la fotografía es interesante saber que Aldo Sessa pintaba desde los diez años, y a los doce participó de su primer concurso de pintura. Cuando llegó, años más tarde, al mundo de la fotografía, ya sabía de luces, de sombras, de volúmenes y de composición.
A diferencia de otros fotógrafos mencionados en este blog como los de la escuela de Frankfurt quienes componen previamente la foto que van a sacar; Sessa es más bien un cazador.
No va a ninguna parte sin su cámara y no crean que la lleva en un bolsito; no, la lleva en la mano, lista. Según él mismo ha contado, mientras camina, al pasar de una zona de luz a otra de sombra por ejemplo, va regulando la exposición de la cámara de modo de tenerla preparada para la gran foto que puede aparecer en cualquier momento.
Sessa es uno de esos artistas que se presentan como mediums; tipos que captan cosas que están ahí pero suelen pasar desapercibidas para los demás.
Su extensa trayectoria se presentó resumida en 150 fotos en el Centro Cultural Recoleta.

lunes, 5 de octubre de 2009

Pintura - Daniela Boo


A veces uno va buscando una cosa y encuentra otra. La multiplicidad de espacios que el Centro Cultural Recoleta ofrece se presta para eso. El hallazgo, en este caso, remite a la vorágine urbana, al permanente ir de aquí para allá, marcha incesante que transita y a la vez se detiene en los cuadros de Daniela Boo.
Es como si pintase fragmentos del movimiento: una puerta de subte por abrirse, un pasajero de colectivo capturado al pasar, el tránsito de unos taxis que reflejan una ciudad que se intuye.
Sería un lugar común hablar de la gris ciudad. Aquí no hay gris. Los colores estallan en los ojos. Habíamos ido a ver otra muestra pero esos colores saturados funcionaron como un llamador.

Desconozco su proceder técnico; si saca una foto y luego la recrea con el pincel o si atrapa los instantes en su memoria para después materializarlos en su taller. La cuestión es que aquí la pintura parece jugar con lo fotográfico. La sensación de captura fotográfica aparece en muchas de sus obras y si no llega al realismo se debe a la saturación del color y los reflejos, que parecen ser una marca de esta artista.
Justamente así, “Marcas” se llama uno de los cuadros (ver aquí abajo). Tiene un aire fotográfico pero, sin embargo, transmite algo relacionado con lo poético que difícilmente se pueda obtener con una cámara.
Un interesante descubrimiento. Agenden a esta artista y salgan por ahí a recorrer algo de arte. A veces uno va buscando una cosa y encuentra otra.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Cine - Las flores del cerezo

Mucha gente va al cine para distraerse. Hay películas que están hechas para eso, para distraernos, para sacarnos un rato de la vida, para olvidarnos de nosotros mismos. Un cine que es acción una tras otra que no le deja resquicios a la angustia, un cine de efectos, generador de adrenalina sin peligro.
Por otra parte, hay personas que van al cine para encontrarse. Hay un cine que es espejo; un cine que cuestiona, que nos impugna. Un cine que es cuña, bello y perturbador a la vez.
Ambos cines pueden estar mejor o peor hechos, pero parten, de movida, de intenciones diferentes. Las flores del cerezo (de la alemana Doris Dorrie) pertenece a este último grupo.

Sakura: flor del cerezo. Es muy delicada y el viento la hace caer enseguida.

Considero que, al menos en el cine, importa mucho menos la historia, que la forma en que la misma nos es contada. La historia aquí es más o menos así. Rudi y Trudi son una pareja mayor que vive en el campo. Un par de doctores le avisan a ella que Rudi tiene los días contados. Ella no imagina una vida sin su pareja, entra en shock y no atina a contárselo a nadie. Lo que hace es promover un viaje a Berlín a visitar a dos hijos y luego a Tokio donde vive el tercero. Allí, con unas pocas viñetas, se pinta con precisión la distancia generacional: padres que no conocen a sus hijos, hijos que no conocen a sus padres. Los padres son una molestia que altera la vacía rutina de los hijos. Las menciones a la falta de tiempo se reiteran. Sorprende un poco que la nieta le haga masajes a Rudi hasta que vemos como, a sus espaldas, la abuela le da unas monedas por los servicios prestados. Como no pueden ocuparse de ellos se le encarga a la novia de la hija que los pasee por la ciudad (la escena en que las chicas se besan frente a los padres está muy bien lograda, con una naturalidad que la aleja de los lugares comunes a que nos acostumbra el cine de Hollywood). Ella logra conocerlos mejor que sus hijos.
Promediando la película tendremos una sorpresa que prefiero no revelar, pensando en quienes vayan a verla.

Hanami: fiesta de la contemplación de las flores en la que los japoneses se vuelcan a los parques a celebrar las flores del cerezo.

Doris Dorrie cuenta todo esto con un puñado de excelentes actores y una cámara digital que nos va mostrando los emblemas (las parejas de aves, la mosca, los pañuelos, el folleto para turistas, las manzanas) con los que carga de significación y poesía el relato.
Con unos pocos planos, Dorrie nos hace sentir la vida en el campo, en Berlín y en Tokio. Allí, además, contrasta el Japón globalizado con los vestigios aún vivos de antiguas tradiciones.
Las flores del cerezo cuya belleza Dorrie nos muestra en detalle, sirven como metáfora de la vida, hermosa y efímera. La flor del cerezo no se marchita, cae del árbol muy pronto, cae en plenitud.
La flor del cerezo era el emblema de los guerreros samurai, quienes tenían como ideal morir en el momento de máximo esplendor, morir dando batalla, en lugar de marchitarse con la vejez. Cada vez que un samurai abandonaba su casa rumbo a la batalla, se sembraba un árbol de cerezo en su honor. Una leyenda sostiene que las flores del cerezo eran blancas en su origen. El color rosado que vemos se debe a la sangre de los samurai.

Butoh: danza japonesa. Meditación activa que refleja la lucha entre el alma inmortal y el cuerpo perecedero.

Doris Dorrie, directora alemana de “¿Soy linda?” y “Sabiduría garantizada” entre otras, destapa el mundo en que vivimos, nos enfrenta con la existencia, con la muerte. Más allá de algún desliz narrativo (la película podría tener un par de escenas menos), su película es muy personal, tiene vida, tiene sangre. Su cine contribuye al rosado de las flores. Cámara que danza, cámara que es espada, cámara molesta, una mosca en la sopa del consumismo global.
Poesía en formato cine, poesía existencial. Recomiendo que se apuren a verla ya que es probable que dure en cartelera lo que las flores del cerezo.

martes, 22 de septiembre de 2009

Teatro - El último encuentro

Una interesante adaptación de la novela homónima de Sandor Marai se viene presentando desde enero en el Teatro La Comedia, con dirección de Gabriela Izcovich.
La historia es mínima: dos amigos se reencuentran luego de más de cuarenta años de estar distanciados por algo de lo cual nunca habían hablado hasta el encuentro que constituye la obra.
Uno de ellos quiere saber, esperó el momento con paciencia e insiste en desempolvar las viejas cuestiones. El otro (Konrad, una supuesta alusión a Joseph Conrad cuyo tratamiento de ciertos temas Marai ha admirado) escapó, recorrió el mundo y ahora vuelve, no habiendo podido escapar de la culpa. De todos modos resiste, calla, se ampara en el silencio. Es muy interesante la actuación de Fernando Heredia ya que se sostiene casi todo el tiempo en escena casi sin hablar.
Dos amigos, dos hombres que representan lo que podrían ser dos tendencias que confluyen en una misma persona: el que busca la verdad aunque intuya que puede doler y el que prefiere el silencio.
La puja se da en el escenario, dosificada por las apariciones del ama de llaves que interpreta Hilda Bernard.
Conmueve también la sangre que le pone Duilio Marcio a su actuación, puesto que en él recae el ochenta por ciento de los parlamentos. En un post anterior (en relación a “Yo en el futuro") escribí que cuando voy al teatro quiero ver actuar; aquí las actuaciones están, vaya que sí, actuaciones que despiertan admiración durante la obra y ovación cuando termina.
Tenemos también personajes que se enfrentan, que encaran los problemas, luego de haber dejado pasar mucho tiempo, es verdad, ya cuando la muerte los acecha, sí; pero en contraposición a los protagonistas de “La soledad de los números primos” (ver post anterior), mejor tarde que nunca.

jueves, 17 de septiembre de 2009

La soledad de los números primos

La soledad de los números primos es una novela de Paolo Giordano, cuyo título (tal como he comentado en un post anterior) me atrajo tanto como para entusiasmarme con la idea de leerla. El título originalmente puesto por Giordano era “Dentro y fuera del agua”, pero el editor sugirió cambiarlo. ¡Ojo! Existe un libro de Juan Riquelme titulado “La soledad de los decimales”, que echa por la borda cualquier pretensión de originalidad; pero, bueno, cuando me enteré de esto ya tenía el libro en mis manos.

Las vidas de Mattia y Alice corren paralelas. Están “ahí” de juntarse pero la unión no se produce nunca, son números primos gemelos, como el 41 y el 43, están cerca pero hay un número que los separa.
La estructura de la novela se nota, quizás, demasiado: un capítulo para Alice, otro para Mattia, una elipsis de tiempo. Un episodio de acercamiento, otro de alejamiento.
Giordano logra que empaticemos con los personajes, pese a las deficiencias de la traducción, la cual logró sacarme de tema en algunas partes recordándome que no estaba leyendo a Giorgano sino al tipo que lo tradujo. No tendría problema en aceptar nevera en lugar de heladera, pero “abrió el frigorífico y sacó una coca cola” ya me pareció demasiado. Será cosa del primer mundo, parece que en cada casa tienen un frigorífico.
De todos modos, por momentos la obra encuentra el tono justo. La escena en la que Alice arroja el tomate relleno al inodoro y este se tapa podría haber sido desopilante, podría haber sido grotesca, sin embargo, el autor logra transmitirnos el conflicto en que el personaje está atrapado transformando la escena en conmovedora.
Es un libro sobre la soledad, sobre el miedo y la imposibilidad de comunicarnos, sobre los efectos de lo traumático.
Las metáforas están subrayadas como así también algunas explicaciones: “...lo había aprendido. Las decisiones se toman en unos segundos y se pagan el resto de la vida.”
El comienzo es lo mejor. El episodio de Mattia y su hermana en el parque es muy fuerte, marca al lector así como al protagonista.
El tema de la anorexia también está bastante bien llevado.
Los traumas de la infancia marcan una vida. Alice y Mattia no pueden salir.
Las vidas de Mattia y Alice corren paralelas. Ambos padecieron una situación que les resultó traumática y no logran desembarazarse de eso nunca, no pueden largarlo, no pueden decirlo. Eso los emparenta y a la vez los mantiene separados. No se animan a poner su angustia en palabras, no se cuentan lo que los atormenta. No se lo cuentan a nadie, no pueden deslizar el sufrimiento hacia el nivel simbólico, hacia el nivel del lenguaje. No es descabellada la analogía entre la dificultad para disolver el sufrimiento y la imposibilidad de los números primos de dividirse por otro número que no sea el uno y sí mismos. Entonces, el sufrimiento deambula por sus cuerpos compeliéndolos a la repetición. Una y otra vez Mattia se tajea las manos (en la era del consumo, la psicopatología no está ajena a las modas, y el cutting parece estar de moda en estos días) y Alice vomita cada comida sin lograr desembarazarse de aquello que tanto le pesa.
Los dos callan, callan frente a los demás, callan entre sí, no se les ocurre acudir a una terapia. La novela los deja abandonados a la soledad de la repetición. La obra es casi una manual de cómo quedar a merced de lo traumático. Giordano no muestra una salida. “El silencio de los números primos” no le hubiera venido mal tampoco como título.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Teatro - Yo en el futuro


La idea de una instalación que cruza teatro y video cuyo tema es el paso del tiempo me atrajo al Teatro General San Martín, a presenciar la obra “Yo en el futuro” de Federico León.
La cuestión es más o menos así: los personajes de la obra se fueron grabando a lo largo de sus vidas en una serie de filmaciones caseras y, arribados a la vejez contemplan en escena lo filmado y lo muestran a las nuevas generaciones (¿o a ellos mismos en un salto en el tiempo?). Revolotea la idea de la circularidad del tiempo, leves variaciones de lo mismo.
El encuentro entre teatro y video se repite procurando la sensación de las cajas chinas. El problema es que miramos y miramos y poco interesa lo que se ve. Las actuaciones parecen más caseras que las filmaciones (¡cuando voy al teatro quiero ver una actuación!); dando la sensación de no ser más que una prolija muestra escolar.
El problema de las filmaciones caseras suele ser que solo interesan a quienes aparecen en ellas. Aquí, por momentos se produce la misma sensación. La obra, con su estructura recursiva de gente filmada viéndose filmada, logra captar la atención del público; la primera parte está cumplida, pero luego, desaprovecha el haber obtenido nuestra atención no conduciéndonos a nada atractivo. El paso del tiempo debe ser uno de las cuestiones más sensibles para el ser humano, el tema da para mucho; pero aquí no tiene fuerza dramática, no hay narración, no hay historia; tampoco emoción, todo es extraño y frío. Al terminar la obra y me quedé con la sensación de una buena idea desaprovechada.

jueves, 27 de agosto de 2009

La textura del Tango


Para el que le gusta el tango, para aquel a quien le interesa, al menos, como fenómeno y para los amantes de la fotografía en general, recomiendo la muestra “Tango” de Carlos Furman, quién recorrió con su cámara, entre los años 2003 y 2008, las milongas de Buenos Aires.
El tango es música, baile y canto pero también es rito, gestualidad, misterio, textura.
En la fotogalería del Teatro General San Martín (Av. Corrientes 1530) pueden verse treinta y cinco fotografías mediante las cuales, Furman logra transmitir la textura del tango.
La exposición podrá visitarse hasta el domingo 27 de septiembre, de lunes a viernes desde las 12 horas y los sábados y domingos desde las 14 horas hasta la finalización de las actividades del día en el teatro. La entrada es libre.

domingo, 23 de agosto de 2009

El Secreto de sus Ojos: lo sorprendente y lo cursi

¡Una hora de cola para ver una película argentina! Durante la misma nos topamos con un cinéfilo uruguayo, setentón, jubilado. Nos comenta que venía de “La Lugones” donde vio “Secret Sunshine” de Lee Chang-Dong y que el día anterior había vuelto a ver “Fresas salvajes” en otro cine club. Mientras se complace en anunciarnos la proximidad de un ciclo de cine africano, estoy a punto de preguntarle qué es lo que mueve a un cinéfilo a hacer semejante cola para ver una película de Campanella. Pero claro, la misma pregunta podría volverse hacia mí. La contesto entonces. La película venía con un excelente tras otro en las críticas, muchos comentarios positivos; además es cine nacional, se hace con mucho esfuerzo ¿por qué no apoyarlo? El hecho de que para ver “My Winnipeg” nos teníamos que ir hasta Constitución un sábado a la noche hizo el resto.
Se nota el trabajo que hay puesto en la película. Hay un guión muy pensado, todo está puesto por algo, una serie de objetos emblema que se repetirán en la película (la máquina de escribir a la que le falta la letra A, la puerta que se cierra o se deja abierta), buenos diálogos, mucho esmero en la reconstrucción de época y humor del bueno. Cada aparición de Francella es un placer. Por más maquillado que esté, no hace nada muy diferente a lo habitual: interpretar al porteño pícaro, tierno y machista. Hace lo que sabe y lo hace muy bien.
Como plus, la película aporta una de las escenas más espectaculares que haya dado el cine argentino: un plano secuencia en el que la cámara sobrevuela la cancha de Huracán, vemos un poco del partido desde arriba y luego nos metemos en la tribuna donde Darín y Francella buscan al sospechoso, lo encuentran y lo persiguen por los pasillos; una secuencia de unos cinco minutos sin un solo corte. Sorprendente.
Hasta aquí todo lo rescatable (que no es poco) pero hay algo que no puedo soslayar y que, por su parte, me impide comulgar con el “excelente” de las críticas de la mayoría de los medios: por momentos la película me pareció cursi; la historia de amor principal y en particular una escena que se repite al comienzo y casi al final.
Anduve rastreando los orígenes de la palabra cursi y parece haber ingresado a la lengua española desde Marruecos como asimilación de la palabra “Kursi”, cuyo significado inicial “trono de soberano” fue derivando hacia las connotaciones de pedantería, artificio, pretensión.
Lo cursi guarda relación con “el lugar común”, aquello ya visto o dicho demasiadas veces. El periodista venezolano Carlos Yuste sitúa lo cursi en la intersección entre lo caricaturesco y lo solemne. Aquí lo caricaturesco aparece en la escena en que Soledad Villamil corre por el andén el tren en el que parte Darín; en las manos impedidas de tocarse por el vidrio de la ventanilla; y la solemnidad la pone la música. Con otra partitura, la escena podría haber quedado divertida, paródica, pero con la música que le ponen se torna artificiosa. Una patada al hígado. Una pena. Me quedo con los chistes de Francella y el plano secuencia que penetra en la hinchada de Racing.
Otra cuestión: en un taller literario me enseñaron que donde la mala literatura dice “hace frío” la buena nos lo sentir. Aquí se da algo parecido: se dice que el personaje interpretado por Rago tiene en los ojos “el amor más puro que jamás se haya visto”; se lo dice pero no se lo ve. Sin desmerecer la actuación de Pablo Rago, en ningún momento vemos el amor más puro en sus ojos; de hecho buena parte del público, esperando la vuelta de turca que todo policial suele ofrecer, especuló durante la proyección que fuera el asesino de su propia esposa. Aquí me parece que la obra trastabilla: me lo dice en lugar de hacérmelo sentir.

martes, 18 de agosto de 2009

Fotografía - ¿Documento o ficción?

La escuela de arte de Dusseldorf fue la primera en incorporar la fotografía a sus planes de estudio. Algunos de sus mejores alumnos, hoy consagrados mundialmente, están exponiendo sus trabajos en Buenos Aires en la muestra “Espacios Urbanos” que se podrá visitar en Fundación Proa hasta el 30 de agosto.
La muestra es muy rica y solo vamos a centrarnos aquí en un par de cuestiones.
Respecto a la fotografía suelen enfrentarse dos posiciones: por un lado, aquellos que la consideran como un método para la captación de la realidad (la fotografía sería una manera de registrar una realidad objetiva) y por otro, aquellos que, haciendo hincapié en las variaciones de encuadre, foco, iluminación y punto de vista, consideran a la fotografía como una expresión subjetiva. Según esta postura, en la toma de una fotografía median las ideas del sujeto; las cuáles intervendrán en la elección de un encuadre, un foco y un manejo de la luz.
Estas son entonces las dos posturas: la fotografía como documento o la fotografía como ficción.
Andreas Gursky, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff, Thomas Struth (exponentes de la escuela de Dusseldorf) juegan con esta tensión de opuestos. Si en la escuela partieron desde una posición intermedia, su trabajo los fue llevando para el lado de la ficción. Ellos dibujan con la luz, haciendo honor a la etimología (Foto= luz, Grafía=dibujo). Tienen la foto en su cabeza antes de sacarla. Hay una idea previa, una intención subjetiva, una creación.

Un ejemplo: Andreas Gursky nos presenta una multitud en un recital de rock. La foto puede parecer, a simple vista, un mero documento; pero si prestamos atención accedemos a otra cosa. ¿Cómo es posible que cada uno de los integrantes de la multitud esté perfectamente en foco? El que está en una punta y el que está en otra; el que está más cerca de la cámara y el que está más lejos. No hay cámara en el mundo que pueda lograr algo así. Entonces, comenzamos a observar con atención y encontramos personas que se repiten. La foto es una construcción, una ficción; una ficción que expresa una idea. Cualquiera que haya ido a “campo” en un recital de rock o a una “popular” en futbol sabe perfectamente que empezás en un lugar rodeado de ciertas personas y el movimiento de la masa te va llevando a terminar en otro sitio con otras personas a tu lado. La foto expresa eso; como también, al jugar con la repetición, lanza la idea de la pérdida de individualidad que se da en esas circunstancias. Interesante sobre todo porque quien mira la foto al pasar apenas ve una multitud en un recital.
Estos fotógrafos resaltan la importancia de la mirada.
Uno de ellos, no recuerdo cuál ahora, probó fotografiar un edificio desde todos los ángulos posibles.
Habitualmente, y estoy hablando ahora de la vida en general, vemos las cosas desde un punto de vista, el nuestro; y creemos que las cosas son así, que lo que vemos es un registro de lo que es. Otros puntos de vista nos parecerán erróneos o, directamente, inexistentes. Una buena terapia puede ayudarnos a acceder a otros puntos de vista, hacerlos nuestros y generar otra mirada, más atenta, ver las cosas de otro modo, tener, en definitiva, una visión más amplia. El arte también puede acercarnos a eso.

Aclaración: la foto de arriba es de Andreas Gursky, y si tuviera que titularla, le pondría "La piscina que será tragada por el mar".

domingo, 9 de agosto de 2009

Sobre Stieg Larsson

Stieg Larsson era un periodista sueco dedicado a investigar los negocios sucios de la derecha europea y su vinculación con los grupos nazis de su país. Dirigía la revista “Expo”, un proyecto en el que los periodistas trabajaban ad honorem, para poder contar cosas que normalmente no tienen cabida en los medios.
En unas vacaciones, mientras su esposa escribía un libro, Stieg se aburría. Su mujer le dijo: “¿por qué no te ponés a desarrollar esa anécdota del anciano que recibía flores en su cumpleaños?”
Stieg comenzó a escribir y no pudo parar. Ese es el origen de la trilogía Millenium formada por tres libracos enormes titulados “Los hombres que no amaban a las mujeres”, “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” y “La reina en el palacio de las corrientes de aire”.
Se encerró durante años a escribir, a puro sedentarismo, café, cigarrillos y comida rápida. Por cuestiones comerciales, la editorial quería tener la trilogía terminada antes de publicar el primer libro.
El día en que finalmente entregó el último libro, Larsson regresó a sus oficinas. Como el ascensor estaba descompuesto, subió los ocho pisos por escalera. Al llegar, se desmoronó de un ataque cardíaco. Falleció camino al hospital.
Obviamente, no llegaría a enterarse del éxito que su obra está teniendo, de los quince millones de ejemplares vendidos y de los elogios recibidos, fundamentalmente, por la solidez de los personajes creados.
Un detalle llamativo: en la tercera obra, uno de los personajes muere exactamente como hubo de morir Larsson.
Si estos libros son arte ya es otra cuestión, pero la historia no es menor. Un tipo que dedica su vida a una obra y muere ni bien la termina. Larsson dejó su vida en esos libros. Puso allí su sangre, derramó todo lo que le quedaba. Es probable que eso se note al leerlos.

lunes, 3 de agosto de 2009

Aliento


Otro valioso estreno en la cartelera cinematográfica: “Breath” (Aliento) del coreano Kim Ki Duk, director de “Primavera, verano, otoño, invierno… y otra vez primavera”, “El tiempo” y “El arco” entre otras.
En un reportaje del año pasado, cuando le preguntaron sobre su motivación para hacer películas, Ki Duk contestó que hay cosas de la vida que él no entiende y hace películas procurando entenderlas.
Y se nota. No busquen aquí historias cerradas, finales felices ni moralejas. Las películas de Kim Ki Duk son siempre perturbadoras en cuanto bucean en las contradicciones del ser humano.
Tenemos aquí un matrimonio moribundo y una mujer que intenta recuperar el aliento vital, ese soplo (otra posible traducción del título) que distingue lo vivo de lo inerte; y lo termina encontrando en un convicto condenado a muerte. Lo visita en la cárcel y en esos breves encuentros recupera algo de la vitalidad perdida.
Un condenado, una mujer ahogada en su vida cotidiana. Aliento. Uno inhala lo que el otro exhala.
El director de la prisión monitorea los encuentros desde una pantalla y decide cuándo interrumpirlos. El director de la prisión es el director de la película que dosifica la acción y decide lo que podemos ver y lo que no. Es el dueño del corte: corta las visitas, monta la película.
Kim Ki Duk ha rechazado los dólares de Holywood porque quiere seguir siendo el dueño de los cortes de sus films; quiere seguir siendo autor. Alguien que filma aquello que no entiende en lugar de aferrarse a fórmulas repetidas.

domingo, 26 de julio de 2009

Cine - Hace mucho que te quiero


Una historia bien contada. Una actuación impresionante. La historia de Juliette, una mujer que sale de prisión pero sigue encerrada; alguien que se había salido de la vida y, luego de muchos años, logra volver. Dos hermanas que se reencuentran y ponen en juego un montón de cuestiones que no conviene revelar.
Intentaré ser breve, pensando en quienes no la han visto. Esta es una obraa la que conviene acudir sin mucha información; pero después de semejante película algo tengo que escribir; esta obra no puede pasar desapercibida por la cartelera porteña. Y de lo primero que hay que hablar es de la interpretación.
Esos supuestos actores que en todos los papeles hacen de sí mismos me recuerdan a los malos psicoanalistas que en sus interpretaciones solo intentan acomodar un conocimiento preconcebido; en lugar de recibir el saber no sabido que proviene de la subjetividad del paciente. Acostumbrados a estrellas que no manejan más de tres o cuatro gestos, la actuación de Kristin Scott Thomas reivindica la profesión. Actuar, ser otro, ponerse en la piel de otro.
Kristin Scott Thomas le entrega su cuerpo al personaje para que este emane a través suyo. Le pone tal carnadura al personaje que disuelve la pantalla. Su expresividad le da a Juliette una profundidad que conmueve. Nos hace olvidar que estamos en un cine, acá no hay buenos ni malos, hay seres humanos. “Hace mucho que te quiero”: hace mucho que no veo una actuación igual, quizás desde Meryl Streep en “La desición de Sofia”.
El director debutante Phillipe Claudel deja que la historia fluya hacia la verdad de su protagonista. Será su primera película pero este hombre es un gran narrador. Dosifica las situaciones de modo tal de generar e incrementar la intriga del espectador. Queremos saber qué hizo, luego queremos saber por qué lo hizo. Y en ese camino vemos como los personajes evolucionan. Los personajes son unos cuando la película empieza y son otros cuando termina. La obra se centra en el proceso de transformación; quizás por eso también me recuerde tanto a una buena terapia.

viernes, 24 de julio de 2009

Ernesto Pesce

“Hay otros mundos… pero están en este” dijo Paul Eluard. Algo de esto se trasluce en las obras de Ernesto Pesce, al menos en muchas de las que se pudieron apreciar en la muestra de la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta. Otros mundos, en este.


No tengo autoridad para hablar de la variedad de técnicas que Pesce despliega en su obra, pluralidad que apenas percibo con torpeza. Me interesa mencionar otra cosa: la vitalidad. Pesce crea mundos o los recrea. En esos mundos hay vida, otra vida, para el que quiera ver.


Un artista es alguien que tiene otra mirada, capta cosas que a los demás se nos escapan. Hay otros mundos, están en este, una partecita se pudo ver en Buenos Aires.






Información sobre el artista en: www.ernestopesce.com.ar

martes, 21 de julio de 2009

Mandalah


Mandala es un término sánscrito que significa “círculo”. Los mandalas son diagramas circulares utilizados fundamentalmente en el budismo e hinduismo; aunque este tipo de representaciones circulares se encuentran en casi todas las culturas. Esta universalidad de los mandalas, llevó al psicoanalista Carl G. Jung a postularlos como posibles expresiones de lo inconciente colectivo.

La introducción viene a cuento de Mandalah (con h final): un espectáculo tan recomendable como difícil de clasificar. Tiene mucho de trapecismo, algo de teatro, algo de clown, mucha y variada música, bastante video. Todos esos elementos armonizan y conforman un todo, un todo circular.
El arte supone flexibilidad. El arte es lo contrario de la rigidez. Si algo destaca en Mandalah es la flexibilidad de los cuerpos en el aire. Los trapecistas van formando mandalas. Conforman una estructura y al rato la deshacen para generar otra. Por momentos la estructura se nos cae encima.
En psicoanálisis se dice que el neurótico genera una estructura en su primera infancia y luego se esconde en ella, queda atrapado. La estructura aprisiona, genera sufrimiento pero a la vez da seguridad, por eso solemos emperrarnos
Mandalah es un espectáculo desestructurante. Ya desde el principio, cuando en lugar de hileras de butacas nos topamos con sillones acomodados en forma semicircular, sillones que invitan a relajarse y mirar como dos trapecistas se mueven en espejo hasta que descubrimos que se trata de uno solo. La dualidad percibida cae, entonces, como una ilusión generada por un juego de sombras.
Vemos imágenes proyectadas sobre una enorme pantalla, sobre telas y sobre los cuerpos en el aire. Música brasilera, Pink Floyd, Alan Parsons, Queen, Bach y una cantante lírica en escena. Muchas sensaciones, belleza y un poco de vértigo.
Es en el Club de Trapecistas Estrella del Centenario - Ferrari 252 (cerca de Pque. Centenario)
Web: http://www.clubdetrapecistas.com.ar/

jueves, 9 de julio de 2009

Una semana solos

Celina Murga es una cineasta argentina que, avalada por el padrinazgo de Martin Scorsese presenta su segundo largometraje. La película recorre una semana en la vida de unos chicos de entre 7 y 14 años que, ante un viaje de sus padres, son dejados al cuidado de la empleada doméstica y la seguridad del country en el que viven.
Por momentos, la obra parece más un estudio científico (sociológico) que una obra de arte; de hecho, la directora se basó en el libro “Los que ganaron. La vida en los countries y barrios privados” de la socióloga argentina Maristella Svampa.
Pero la puesta en escena se nota, por ejemplo, en las imágenes saturadas de los espacios verdes del country, las cuáles contribuyen a la sensación de artificio que tiene la vida dentro de los muros.
La película, a través de los chicos, refiere al mundo adulto, a los padres ausentes, los muros y el encierro en un universo de una comodidad enfermiza en la que ni siquiera pueden servirse por sí mismos un vaso de gaseosa.
El miedo a lo diferente y a lo desconocido es puesto en escena con la visita del hermano menor de la sirvienta que es visto como un bicho raro al que no saben cómo tratar.
El problema de “Una semana solos” es que la vida cotidiana de los chicos es aburridísima y la película, por momentos puede resultar exasperante, al mostrar el monótono deambular de los chicos entre la playstation, la tele y los celulares.


Estos chicos que nunca salen de los límites del barrio privado son la verdadera gente del interior. El “otro” está afuera, ya que entre los de adentro se observa una tendencia a la homogeneidad que requiere que Murga trabaje en el nivel de los detalles y las sutilezas para dibujar algo parecido a la individualidad de los personajes.
La cámara los sigue y, de vez en cuando, en pequeños gestos o actos parece asomarse algo acerca de la verdad de los personajes y su relación con el mundo en que transcurren sus días.
Así se recorta el personaje de Sofi (recordemos que Sofía en griego significa sabiduría) una nena que podrá tener unos diez años y es por lejos la más sensata y la que trasluce la vitalidad que los niños sanos tienen y en la mayoría de estos chicos brilla por su ausencia. Sofía es la única que, a través del canto, tiene algún contacto con el arte y la sensibilidad que el mismo supone.
En el epílogo, se nos muestra algo parecido a una transformación en la hermana mayor, quien luego de no mover un dedo para esos menesteres en toda la película, se ofrece a servir la bebida a los demás.
Otro mérito de la película es el jugueteo con el final moralista en el que toda la culpa del último desmán en una casa vecina, terminará cayendo sobre el hermano de la empleada doméstica. La historia parece dirigirse derechito hacia allí pero termina eludiendo ese final demasiado previsible.

jueves, 25 de junio de 2009

Los Títulos


Ante la gran amplitud y variedad de ofertas que ofrece nuestra cultura, es el título de una obra un elemento importante en la vinculación con el espectador.

Todavía recuerdo mi encuentro con la obra del cineasta ruso Andrei Tarkovski. No sabía quién era ni había oído mencionarlo siquiera. Un día leyendo la programación de cine en el diario me topé con la película "El espejo". En aquel momento buscaba obras en las que pudiera sentirme reflejado y decidí ir. Fui por el título. Gracias a eso conocí la obra de uno de los directores más geniales que haya dado el arte cinematográfico.

"La eternidad y un día" del director griego Theodoros Angelopoulos es otro ejemplo. Me encantó el título y la fui a ver por eso, sin ninguna referencia. Así descubrí a otro director valioso.

Por el título acabo de comprar un libro (pedí que me lo regalaron, en verdad). Me jugué por el título. Se trata de "La soledad de los números primos" del italiano Paolo Giordano. Veremos qué tal resulta.

miércoles, 17 de junio de 2009

Homenaje a Roberto Santoro

El sábado 6 de junio se recordó la desaparición del poeta Roberto Santoro, en la plaza que lleva su nombre, en Avenida Forest y Teodoro García, de nuestra ciudad de Buenos Aires.
Roberto Santoro fue secuestrado por criminales del terrorismo de estado el 1° de junio de 1977. Se lo llevaron ilegalmente de la Escuela Nacional de Educación Técnica N° 25 Teniente Primero de Artillería Fray Luis Beltrán, en el barrio de Once, donde el poeta trabajaba como preceptor. Nunca más se lo vio.
Desde aquí, un humilde homenaje a este hombre que tendría que haber seguido escribiendo.
Reproduzco tres breves poemas suyos.


Hoy
después de ver a una mujer
dejar caer a su hijo a través de una ranura
y disparar con su miedo a la oficina

Hoy justamente
que un militar le prendió fuego a una biblioteca
y un funcionario se masturbaba al pie de una secretaria

Hoy
precisamente hoy
que el juez de turno hizo pis arriba de los libros
y un colectivo mató una mariposa

Hoy que una muchacha me vendía su sexo por un café con leche
y yo le hablaba de poesía

Hoy
exactamente hoy
tuve que tirar el corazón por la ventana



CUADRO
Cada vez que hay un problema
el juez levanta el martillo
y el país se hunde
más adentro.


VERBO IRREGULAR
yo amo
tú escribes
él sueña
nosotros vivimos
vosotros cantáis
ellos matan.

Roberto, no te conocía hasta que fui a tu plaza a ver bailar a mi hija. Mi hija bailó por vos. Las chicas bailaron por vos. Los chicos hicieron sonar los tambores por vos, y tus amigos te recitaron.
Ojalá el arte pudiese humanizar a las bestias, lavar las heridas y ganarle al olvido.
Roberto, ellos ya no matan, y tu palabra todavía flota en el aire sobre una plaza.

miércoles, 10 de junio de 2009

Cine - El Artista

Una mirada irónica y divertida sobre el mundillo del arte contemporáneo en la que también se toca, de modo tangencial, el tema de las propiedades terapéuticas del arte.
La trama es simple: un aburrido enfermero (Ramirez, un apellido común, podríamos ser cualquiera de nosotros) trabaja en un geriatrico y tiene a su cuidado a un viejo que, cada tanto, entra en una especie de trance y dibuja. El enfermero decide hacer pasar esas obras como suyas y… ya se imaginan… logra un éxito descomunal.
Más allá de algunos planos que parecen durar más de lo que deberían, la película funciona, llega al espectador, se escuchan frecuentes risas en la sala. La gente se ríe donde los directores quieren que se ría.
Quién ha recorrido muestras y galerías reconoce las situaciones y personajes que se presentan. No por nada, uno de los productores del film es León Ferrari (además de un cameo). Los realizadores conocen lo que están mostrando y caminan en el límite entre la realidad y la autoparodia.
Más allá de la simpatía que logra generar la película, en un plano quizás más serio, abre la cuestión sobre las dificultades para definir qué es el arte y quién es un artista.
El film se apoya en lo no mostrado; de hecho, las supuestas obras de arte de Ramirez no se ven en ningún momento. Solo accedemos a lo que generan en la mirada del público. Es casi un desafío al público: decidir qué es arte y que no. La puesta de cámara, por momentos, muestra al espectador mirado por la obra. El cuadro mira al espectador y escucha sus comentarios. Miramos la obra y la obra nos mira. La interrogamos y ella nos interroga.
La película es dirigida por el dúo Mariano Cohn y Gastón Duprat. Los remito al sitio web de la película para mayor información.
http://www.elartista-film.com

miércoles, 3 de junio de 2009

Ummagumma

Este sábado 6 de junio en el Auditorio Belgrano se presenta Ummagumma, una banda tributo a Pink Floyd.
El tema de las bandas tributo puede llegar a resultar controvertido; ya que pueden tomarse como un sincero homenaje (ésta es, de hecho, la intención manifiesta de estos grupos) o como una forma de hacer negocio usufructuando la muerte o disolución de bandas exitosas (intención oculta).
Se las puede criticar por el mero hecho de la copia. No crean nada nuevo. El arte es creación y este tipo de bandas no producen nada nuevo.
Desde otro punto de vista, se les puede agradecer el hecho de mantener viva la música, de preservarla, de generarle nuevos oyentes. ¿Acaso no se llenan los teatros del mundo para escuchar la música de Beethoven, de Mozart, de Chopin?
Para la audiencia, las bandas tributo pueden ser casi como una fantasía compensatoria. Pink Floyd nunca vino a la Argentina y, si al fallecimiento de Richard Wright le sumamos el distanciamiento entre Gilmour y Waters más el hecho de que el euro pasó la barrera de los cinco pesos, podemos concluir que vendrán nunca.
Por eso, Ummagumma puede resultar una interesante alternativa. Los vi el año pasado y el show fue muy prolijo, muy esmerado. Es verdad que no crearon esa música (ni la escenografía, que también imita la de Pink Floyd); no la crearon, pero se nota que sienten la música que tocan. No me parece poca cosa.

Para quien pueda interesarle la comparación incluyo un par de videos: el mismo tema (“Time”) por Pink Floyd y por Ummagumma.







Sitio Web de Ummagumma con información sobre el grupo y el recital.

martes, 2 de junio de 2009

Premio Nobel de Música


Un amigo me pasa la novedad:
-¿Viste que a Peter Gabriel le acaban de dar el Nobel de Música?
No sabía ni que existía el nobel de música. Oficialmente se llama Polar Music Prize, pero se lo conoce como el Nobel de la música porque lo entrega en mano el Rey de Suecia en la misma Academia en que se otorga el Nobel.
–El año pasado lo ganó Pink Floyd. No estamos tan equivocados con la música que nos gusta.
A cada uno debería gustarle lo que le gusta sin necesitar avales que lo justifiquen, pienso. Pero cuando mi hija me dice, refiriéndose a Peter Gabriel, "ese te gusta a vos solo", aprovecho la oportuna mención y le cuento que le dieron el Nobel; no digo el Polar, digo el Nobel.

Bueno, la cuestión es que es un premio doble: se entrega por música contemporánea y por música clásica. En este rubro, el ganador de este año es José Antonio Abreu, un compositor venezolano que ideó un programa para enseñar música clásica a los niños de su país.
En el caso de Peter Gabriel, se lo destaca por su "obra visionaria que busca romper fronteras" y por "su compromiso con los derechos humanos".
El sitio oficial del premio es http://www.polarmusicprize.org/

lunes, 25 de mayo de 2009

Luis Tomasello


En la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta se exhibe, hasta el 31 de mayo, una muestra antológica del artista plástico argentino Luis Tomasello.
Lo primero que me viene a la mente al recorrer la exposición es que Tomasello tiene un estilo: las obras se parecen, tienen algo en común, una marca de autor.
Vemos un conjunto de obras en las que una serie de formas repetitivas se ubican de modo tal de producir, en el ojo del espectador, una sensación de movimiento. Esta sensación, que es casi como una vibración, es sutil, y sucede que hay espectadores que la ven enseguida y otros que regresan a sus casas sin haber percibido movimiento alguno.

Interesante. La obra se completa en el espectador; de algún modo, la obra la hace también el que la mira. Toda una reflexión sobre el concepto de obra de arte podría extraerse de esto. El cuadro no es solo el cuadro, el artista no es solo el artista, el arte muestra una continuidad, una unión artista-obra- espectador.
Otra cuestión llamativa es que para que la vibración ocular se produzca son esenciales los espacios entre las formas, es decir, los espacios vacíos. Hay una integración entre figura y fondo de modo tal que no hay obra sin una cosa o la otra.
Un último asunto me atrajo de la muestra. En la entrada hay un par de cuadros que no guardan relación con los demás. Son paisajes, muy bien pintados sí, pero paisajes reconocibles. El folleto aclara que se trata de sus primeras obras. Es decir, el estilo Tomasello es el resultado de un proceso. Comenzó haciendo paisajes como tantos y en algún momento fue encontrando su individualidad como artista.
Pienso que con el público de arte sucede lo mismo. El espectador, al igual que el artista, transita el camino de la imitación a la individualidad. Recuerdo con claridad que en mi adolescencia, iba al cine a ver las mismas películas que veían todos. Un día, por recomendación de mi profesora de literatura del colegio fui a ver “El séptimo sello” de Bergman. Después de ver esa película me dije: “Epa! Esto es lo que a mi me gusta!” y desde entonces he ido construyendo mi individualidad como espectador. Comprendo que no todos aprecien lo mismo que yo, es parte de la singularidad de cada cual. De todas formas, los invito a ver la muestra.

lunes, 18 de mayo de 2009

Tokio Blues

Permitanme comentar un libro que, desde hace varios meses, anda circulando por las librerías de Buenos Aires. Me refiero a "Tokio Blues - Norwegian Wood" de Haruki Murakami.
Comienzo citando una descripción que figura en la obra:

"La luz clara que entraba por la ventana de encima del fregadero ribeteaba vagamente su silueta."

Murakami parece intentar arrojar luz sobre la vida moderna, sobre la vida de los jóvenes de hoy; y lo que ribetea vagamente es la falta de sentido. Lo hace de refilón, quizás la única forma de abordar ciertas verdades. El libro revolotea alrededor de la muerte.

En 1930 Freud publicó su ensayo "El malestar en la cultura". Freud fue un gran escritor pero no escribía novelas. Tokio Blues es una novela sobre el malestar en la cultura.

"Todos somos un poco raros. Todos tenemos algo que no encaja."

La novela nos permite recorrer la ciudad de Tokio y sus cercanías, a través de varios personajes que transitan la lucha entre la pulsión de vida y la de muerte. El recorrido se realiza con sutileza.

En la visita a un enfermo agoizante, el protagonista se pone a comer un pepino que termina compartiendo con el enfermo.

"El curioso crujido que se escucha al mascar un pepino." Es el crujido de la muerte.

Hay una cadena de suicidios y también personajes que deciden vivir. La distancia entre ambos grupos es mínima. Las similitudes y diferencias entre ambos se van virtiendo con naturalidad y en cuentagotas.

"Mi hermana llevaba una blusa blanca... Sí, una blusa sencilla, como la que llevo puesta ahora..., llevaba una falda gris, y las puntas de los pies apuntaban hacia abajo, igual que que en ballet te pones de puntillas. Entre las puntas de los dedos de los pies y el suelo había un espacio de unos veinte centímetros."

Es una novela que tiene una interesantísima construcción de personajes. Mientras estás leyendo el libro, podés verlos por la calle, rodeándote, cerca tuyo. Cualquiera de los que ves por ahí, deambulando por la ciudad, puede ser Watanabe, Naoko, Reiko, Nagasawa, Tropa-de-asalto, Kisuki, Hatsumi o Midori; incluso uno mismo.

lunes, 11 de mayo de 2009

Feria del Libro


Después de horas caminando y esquivando gente entre los stands en busca de un poco de arte en formato libro, lo primero que uno saca en claro es que duelen las piernas.
Es grande la feria; grande y laberíntica. Me alegra que vaya tanta gente, que la gente lea, aunque los libros más leídos sean de una calidad cuando menos cuestionable. Hoy por hoy que alguien lea ya me parece bastante. ¿Estaré muy conformista?
La sonrisa se me borra cuando en la Editorial Kier me topo con un libro cuyo título anuncia prácticamente el fin del mundo para el 2012. Lo hojeo un poco y leo que el polo norte va a pasar al polo sur y viceversa lo que acarreará terremotos y desastres de todo tipo. Al lado, otro libro (de otro autor) anuncia lo mismo.
¡2012, falta nada! Miro a mi alrededor y la gente no parece preocuparse. Hasta el propio vendedor sonríe como si nada. Cuando en otro stand, encuentro un tercer libro sobre el mismo tema, me inquieto un poco.
Parto entonces en busca de alguna lectura espiritual. El Baghavaad Gita es un libro pequeño, lo tengo en casa. Por eso, me extraña verlo en un tamaño enciclopédico. Un librazo gordo. ¿Qué pasó? ¿Es el Baghavaad Gita actualizado? ¿En la India hay tanta inflación? Me acerco y leo que es una edición comentada. Pienso en comprarlo pero es tan largo que no voy a terminar de leerlo antes del 2012.
Por allí hay una cola toda de mujeres. Está firmando libros Florencia Bonelli. Nunca leí nada de ella por lo que no puedo emitir comentario. Unos stands más allá, otra cola, también toda de mujeres. Está firmando Ari Paluch. Tampoco leí su libro, me bastó escucharlo por radio. A Paluch se lo ve contento, parece ignorar lo del 2012.
Los libros de autoayuda florecen por doquier. Me pregunto si se llamarán de “autoayuda” porque al único que ayudan es a su autor. Luego de “Gente Tóxica”, ahora tenemos “Emociones Tóxicas” y luego vendrán probablemente: “Pensamientos Tóxicos”, “Padres Tóxicos”, “Madres Tóxicas”, “Relaciones Tóxicas”, “Creencias Tóxicas”, “Situaciones Tóxicas” y “Escritores Tóxicos”.
Otra titulación fácil se da en el ámbito de la sociología de la mano de Baumann. Empezó con “Modernidad líquida” y ya tenemos “Vida líquida”, Amor líquido”, “Tiempos líquidos” y “Miedo líquido”.
Por eso, valoro los títulos un poco más originales del tipo: “Cómo evitar casarse con un boludo” (aunque no me crean, el libro existe, lo pueden hojear en la feria); “Curación del aura a través de plumas poderosas”; “Mira A Tu Suegro Y Entérate Como Será Tu Marido: Guía Para La Enamorada Imprudente”, “E-mails desde el cielo” (en un stand de una congregación religiosa). ¡Ah! Hay un libro de Mauro Entrialgo titulado “Cómo convertirse en un hijo de puta” pero, lamentablemente, está agotado.
En una de las salas está Junot Diaz, dominicano emigrado a los Estados Unidos, autor de “La maravillosa vida breve de Oscar Wao”, que le valió recientemente el premio Pulitzer; y el stand de los países nórdicos está repleto de los policiales de Hennig Mankell, otro de los extranjeros visitantes de la feria.
Mezclado con todo eso, casi desapercibidos pasan Flaubert, Dostoievsky, Hesse, Thomas Mann, Borges, Pizarnik, Murakami, Saramago, y otros más por descubrir.

lunes, 4 de mayo de 2009

Seda

Y hablando de seda…

Seda, del italiano Alessandro Baricco, es una novela corta (creo que le va mejor que “cuento largo”), de pocas palabras, pero en la que cada una de ellas parece ocupar un lugar preciso. Como ejemplo, me limito a citar que, al precisar la época en que transcurre el relato, se menciona que por aquel tiempo Flaubert estaba escribiendo “Salammbo”. La mención no es gratuita sino que funciona casi como una pista. En “Salammbo”, se cuenta la historia de un amor imposible entre una sacerdotisa de Cartago y un mercenario que ataca la ciudad. Aquí, tenemos un mercenario francés que viaja a Japón, lugar hasta aquel entonces cerrado a los extranjeros, para conseguir gusanos de seda, ya que una peste afecta a los gusanos europeos.

“Lo hacían desde hacía más de mil años, según ritos y secretos que habían alcanzado una mística exactitud. Lo que Balbadiou pensaba es que no se trataba de una leyenda, sino de la pura y simple verdad. Una vez había tenido entre sus dedos un velo tejido con hilo de seda japonés. Era como tener la nada entre los dedos.”

El libro se lee rápido, la prosa tiene la liviandad de la seda y quizás, su consistencia.
La seda es un producto natural que el hombre ha intentado, inútilmente, producir a través de métodos artificiales e industriales. Ninguno de los intentos de producir seda artificial ha logrado la resistencia, elasticidad, finura y conservación del calor. El hombre no puede igualar al gusano.


La obra está escrita en espiral, Hervé Joncour, su protagonista, viaja repetidas veces, pasando por los mismos lugares, pero acercándose cada vez más hacia un centro que no develaremos aquí.
Creo que la obra merodea la nada, el vacío, eso que siempre falta, eso que nunca se alcanza. Ese vacío constitutivo del ser humano que nos mantiene en acción. Si nada nos faltara, nada haríamos.

lunes, 27 de abril de 2009

Los Arcanos de Silke - Pintura sobre Seda

El arte revolotea alrededor de los misterios. Misterio: saber escondido, saber no sabido. La palabra arcano significa precisamente eso: misterio. En épocas del imperio romano, los secretos se guardaban en cofres o arcas. Con el tiempo, terminó surgiendo el sustantivo “arcanus” para designar lo secreto, lo oculto.

“Los arcanos” es el título de esta exposición de pintura sobre seda. La creadora de esta muestra es una artista plástica alemana radicada en Argentina cuyo nombre artístico es Silke (si no es seda en alemán, pega en el palo).
No entiendo mucho de estos temas (por algo son misterios ¿no?) pero puede decir que las obras me parecieron de una belleza intrigante.
La muestra da para quedarse varios minutos ante cada obra y enfrentarse a estos misterios arquetípicos como el amor, la magia, la justicia, la templanza, la locura, el diablo.
Cada obra está acompañada de un breve texto que más que explicar, sugiere.
Las fotos que se muestran aquí no logran reflejar la textura de las pinturas de Silke, por lo que recomiendo una visita personal.
La muestra está en el Museo de Arte Decorativo de Buenos Aires hasta el 3 de mayo.