viernes, 30 de diciembre de 2011

Música - Rick Wakeman en el Gran Rex

En varias oportunidades he escuchado mencionar a Rick Wakeman como “el mejor tecladista del mundo”. Aunque algunos artistas lo sean, el arte no es competitivo y carece de mecanismos, como tiene por ejemplo el deporte, para medir los méritos que permitan definir un ordenamiento de mejor a peor. Esto no impide que existan concursos, premios, rankings y afirmaciones tan entusiastas y desatinadas como la que suele circundar a Rick Wakeman. Aunque, por cierto, merecer tal desatino ya habla bien del hombre.



Convengamos que Wakeman es un eximio tecladista, de dilatada carrera tanto en el rock como en la música clásica, conocido en todo el mundo por su trayectoria con el grupo YES como así también por su obra solista que incluye joyas como “Las seis esposas de Enrique octavo”, “Viaje al centro de la Tierra” o “Mitos y leyendas del Rey Arturo”.





Su presencia en el Buenos Aires agotó con rapidez las localidades obligando a agregar una nueva función.




Algo habrá sembrado Wakeman a lo largo de tantos años como para ser recibido con una tremenda ovación antes de tocar siquiera una nota. El propio Wakeman pareció sorprendido por tanto afecto y en varias ocasiones le costó encontrar las palabras para agradecer al público. Lo que nunca le ha costado son las notas, que sus dedos recorren, en ocasiones a velocidad asombrosa, sin errar nunca el destino. Sentado a un piano de cola y acompañado por la Orquesta Sinfónica de Buenos Aires dirigida por Guy Protherce, Wakeman ejecutó un repertorio basado en “Mitos y leyendas del Rey Arturo” y “Viaje al Centro de la Tierra”. “Catherine Howard” fue la única esposa de Enrique VIII que se dio cita por Buenos Aires; las demás cedieron su espacio a un homenaje a los Beatles (“Help” y “Eleanor Rigby”), “Gone but not forgotten” y “After the Ball” (un tema de “White Rock”).




El entusiasmo de la audiencia continuó luego de dos bises (“Merlín el mago” y “The jig”). Wakeman volvió al escenario una vez más, agradeció y a la vez dijo estar en un problema porque se les había acabado el repertorio ensayado con la orquesta, ante lo cual ofreció repetir un fragmento de “Viaje al centro de la tierra”. La situación derivó en los músicos rebuscando en sus partituras la página correspondiente mientras Wakeman los esperaba tocando el piano. Un momento simpático que un video colocado en YouTube me permite compartir con ustedes.




miércoles, 21 de diciembre de 2011

Peter Gabriel en Buenos Aires - Cobertura de los medios

La cobertura, por parte de la prensa, del show que Peter Gabriel dio en Buenos Aires (ver post inmediato anterior) merece una mención aparte. Todos los diarios hicieron su reseña, coincidiendo en destacar la calidad del show, aunque salpicando las crónicas de errores llamativos para quienes, se supone, deben informar correctamente, máxime, no habiendo intereses políticos en juego.



Diario Popular habló de un “soberbio show” en el que Gabriel tocó con “la Blue Orchestra” en lugar de la New Blood Orchestra (la sangre pasó a ser azul; muchachos ¡era solo cuestión de leer los afiches!) y más entrados en el texto, se menciona el disco “Scratch my bag” (Ráscame la bolsa, creo que sería ¿no?) en vez de “Scratch my back”.



Particular confusión generaron las dos coristas del concierto. La revista Rolling Stone, especializada en música, titula ingeniosamente su nota “Peter Gabriel: concierto para trenes y orquesta” pero comete el grosero error de mencionar la presencia de una cantante que nunca pisó la Argentina. Para Rolling Stone, las coristas fueron Jesca Hoop y ¡Ane Brun!. Ane Brun es una cantante noruega que canta con Gabriel en el disco “New Blood” y también en el concierto que se pasó hace poco en los cines en versión 3D, pero no participó de la gira latinoamericana. Las coristas fueron nombradas por el propio Gabriel varias veces a lo largo del concierto. Bastaba escuchar con un poco de atención.



Si una revista especializada en la materia hizo aparecer por Buenos Aires a una cantante que nunca anduvo por nuestra tierra, qué podemos esperar del cronista de Clarín que también vió a Ane Brun en el escenario o el de Página 12 que, además de la susodicha Brun, agregó también a Sevara Nazarkhan, cantante que ha sabido vocalizar con Gabriel en algunos shows en Europa, pero que a la hora del concierto en GEBA se encontraba a miles de kilómetros de Buenos Aires.



“El diario de la República” menciona la emocionante interpretación de Solbury Hill en la que se incluyeron varios compases de “La Marsellesa”. ¡Nooooooo! Fue la novena sinfonía de Beethoven, no “La Marsellesa”, la parte que cualquier estudiante de primaria puede reconocer como el “Himno a la alegría”. ¡Un poco de cultura general!



Al tema “The Nest that Sailed the Sky” se lo cita como formando parte del álbum “Up” cuando en verdad es de “Ovo”. Errores de este tipo, varios. Y ni que hablar de la cantidad de público asistente que para algún medio fueron dieciocho mil, para otros treinta mil.



Los medios televisivos no se quedaron atrás. TN transmitió en vivo las dos primeras canciones del show. Como Gabriel entonó un par de veces la frase “hold on”, el famoso periodista que anunciaba el show dedujo que así se llamaría la canción por lo que no dudó en bautizar el tema como “Hold on”, con sobreimpreso incluido, cuando la canción se llama “Wallflower”. Al día siguiente, cuando repitieron la noticia corrigieron.



Si la simple cobertura de un concierto acumula tantos desaciertos, no parece descabellado sospechar que tal cantidad de errores inunde todas las demás noticias que, a diario leemos tal vez sin cuestionar cómo nos estamos informando. ¡Ni qué hablar de aquellas noticias que movilizan otro tipo de intereses!





Pueden leerlo por ustedes mismos:





http://diariopopular.com.ar/dp001.php?nId=622118&src=NP





http://www.rollingstone.com.ar/1425200-peter-gabriel-concierto-para-trenes-y-orquesta





http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/3-23572-2011-11-20.html





http://www.clarin.com/espectaculos/musica/musico-amigo-trenes_0_593940890.html





http://www.eldiariodelarepublica.com/espectaculos/En-version-orquestal-Peter-Gabriel-emociono-a-18-mil-espectadores-en-Buenos-Aires--20111120-0009.html





domingo, 27 de noviembre de 2011

Música (¡y qué música!) – Peter Gabriel & The New Blood Orchestra en Buenos Aires

Al poco de llegar al estadio GEBA, me sorprendió la proximidad de las vías del ferrocarril. El ruido de los trenes, pasando a pocos metros del escenario, me resultaba inadmisible en el contexto de un concierto sinfónico. Se me ocurrió poco probable que a Gabriel le hubieran mencionado ese detalle a la hora de negociar el lugar en el que tocaría; y me pregunté cuál habría sido su reacción al toparse con un estadio pegado a las vías del tren.

Peter Gabriel apareció en el escenario como un técnico más, caminando en forma natural con unos papeles en la mano, cuando aún las luces del stage no se habían encendido. Saludó al público como ya lo había hecho en Velez dos años atrás, esforzándose por comunicarse en español. Lejos de las postura “histérica” de algunas pseudoestrellas, aludió enseguida al tema de los trenes: “Mi estudio en Inglaterra, está cerca del ferrocarril de Bristol, así que estoy acostumbrado y, de algún modo, esto me hace sentir un poco como en casa”, dicho que despertó risas y aclamaciones del público presente (treinta mil almas según estimaciones de TELAM). A continuación, con la generosidad que lo ha caracterizado siempre para darle lugar a artistas de las nuevas generaciones, presentó a “dos maravillosas cantantes y compositores”, quienes cantarían una canción cada una. Mientras Rosie Doonan y Jesca Hoop lucían sus voces, los trenes comenzaron a hacer de las suyas, coincidiendo uno de ellos con el suave epílogo de una de las canciones.






Rosie Doonan y Jesca Hoop serían, luego, las coristas de un show que comenzaría con “Hero”, tema de David Bowie y Brian Eno, versionado por Gabriel en el disco “Scratch my back”, con un increscendo extraordinario tanto de la voz de Gabriel como de la orquesta. La New Blood Orchestra, dirigida por Ben Foster sonó excelsa en la ejecución de los sutiles arreglos, obra de John Metcalfe.


Gabriel leyó en español que la canción “Wallflower” fue inspirada en la lucha por los derechos humanos en la Argentina y lo que sucedió en la ESMA, una canción sobre la tortura, dedicada a los desaparecidos durante la dictadura militar. Gabriel se emocionó y emocionó en una interpretación que erizó la piel. Piano, cuerdas, velas, la voz de Gabriel, las voces femeninas. Treinta mil desaparecidos y treinta mil presentes conmovidos.
La tercera pieza del show correspondió a “Aprés moi” de Regina Spektor, tema también incluido en “Scratch my back” donde Gabriel interpreta canciones de los músicos que admira. Aquí, la New Blood hizo carne la frase “a toda orquesta” en un arranque espectacular. Ese comienzo arrasador, sonó como un torrente de agua que se lleva todo por delante para que luego Gabriel cantase la letra escrita por la joven Regina: “Después de mí, que se las arreglen. Después de mí, llega la inundación”.
Luego tendría lugar la logradísima versión de “Intruder”. La canción logró transmitir un clima de inquietud y suspenso, con un arreglo orquestal y una puesta en escena imbuida por resabios a Hitchkock y su compositor Bernard Hermann. “La sensación de aislamiento inspira” cantó Gabriel. A esta altura es evidente que la cuestión de la orquesta no es un mero gesto de grandilocuencia; ya que no se trataba de un mero colchón de violines para las mismas canciones de siempre. Los arreglos de Gabriel y John Metcalfe han transformado las canciones.
En este blog nos inspiran las relaciones entre el arte y el psicoanálisis, y en este sentido traigo a colación una metáfora con la que me gusta distinguir los cambios que uno puede realizar en el marco del trabajo analítico: el cambio no consiste en decorar con alas al gusano, sino en que el gusano se transforme en mariposa. Las canciones que presentó Gabriel en el show lucieron nuevas, temas de años transformados en otra cosa, adquiriendo una nueva vida, una nueva sangre, como mariposas que revolotearon por la noche de Buenos Aires.



Si con Wallflower la entrada ya estaba paga ¿qué decir de San Jacinto? Ya en Velez, en año 2009, Gabriel había presentado una versión que parecía insuperable; sin embargo la versión que interpretó en GEBA llegó aún más lejos. Hubo un momento cómico al comienzo, en el que Gabriel presentó el origen de la esta hermosa canción que homenajea a los pueblos originarios de América. En un momento Gabriel se perdió en la lectura de esa historia en la que un adolescente siux es llevado por el chamán a la cima de una montaña. Rebuscó infructuosamente y luego de sumirse en los papeles por varios segundos, emergió con algo de español por fuera de lo que tenía apuntado, para decir que había perdido “una línea importante, pero recuerden la serpiente”. Luego, otra vez la piel erizada ante esa música que penetró por los poros para transportarnos a otros tiempos. Belleza plena, letra, música, las imágenes en la pantalla. Insuperable… hasta que al maestro se le ocurra engrandecerla aún más.
Una de las particularidades de la gira reside en la composición misma de la orquesta. Por una mezcla de cuestiones económicas y artísticas, la mitad de los músicos son ingleses y la otra mitad se completa con músicos locales. Esto hace que la orquesta suene con diferentes matices en Chile, en Brasil, en Argentina o en México. En Buenos Aires sonó espectacular, pese al espacio abierto, pese a los trenes. Hace tiempo fue acuñado eso de que la música calma a las fieras; en este caso, Peter Gabriel y la New Blood Orchestra lograron calmar a los trenes. Al comienzo del show no faltó algún maquinista estúpido, haciendo sonar las bocinas a propósito, mucho más de lo necesario. Por alguna coincidencia o proceso misterioso, los maquinistas se fueron sosegando. Uno incluso, aminoró la marcha casi hasta detenerse, ofreciendo a sus pasajeros la breve contemplación de un show de lujo. La compenetración de músicos y audiencia fue tal que los trenes dejaron de molestar.
Tras un íntimo San Jacinto, la orquesta levantó al público de sus asientos con una excelente versión de “Secret World”. Gabriel se entusiasmó en el baile e hizo un giro de más que le impidió llegar a tiempo al micrófono para cantar una frase, hecho que pasó mayormente inadvertido gracias a las voces de Donan y Hoop que cantaron el verso en cuestión.
Más tarde, Gabriel dedicaría una emotiva versión de “Father and son” a su padre “que va a cumplir cien años en abril”, dijo con llamativa seguridad. Peter suele cantar esta canción al piano, pero esta vez lo hizo de pie, ante un arreglo de cuerdas que le aportó al tema otro matiz sin hacerle perder la intimidad.
Signal to noise” estremeció de nuevo al público, con una orquestación en perfecta comunión con la puesta en escena, y un Ben Foster más poseído que nunca. Para cuando Gabriel cantó “Wipe out the noise” (eliminar el ruido), el de los trenes ya había desaparecido.
Downside up” permitió el lucimiento de Jesca Hoop, en una canción que fue cambiando de tono en la medida en que predominaban las cuerdas, los bronces o el fagot al final. Hermosa y breve. En un concierto de tal nivel resulta difícil marcar los puntos altos, dado que cada canción puesta en el escenario era de excelente para arriba. Entonces, me atrevo a decir que un poco más allá del excelente estuvo la versión de “Digging in the dirt”, canción psicoanalítica si las hay (“estoy excavando en la suciedad, quédate conmigo, necesito apoyo, estoy”) que se inició en las pantallas con un metrónomo primero marcando el compás y luego una reproducción de esos juegos electrónicos de la década del setenta en los que uno jugaba una especie de tenis contra la máquina, manejando un ladrillito que le pegaba a una pelota. De ese tipo de juegos recuerdo una situación que de chico llamaba mi atención: había momentos en los dejaba mi ladrillo quieto en cierta posición y se generaba una interacción repetitiva en la que la pelota quedaba rebotando en el ladrillo de la máquina y en el mío durante horas. Bastaba que yo moviera mi ladrillo un milímetro para generar otro ángulo de trayectoria y forzar a la máquina a mover el suyo, con lo cual el juego adquiría vitalidad de nuevo. Las relaciones interpersonales a veces quedan atrapadas en esos patrones de interacción repetitivos y, en vez de protestar por los cambios que el otro no realiza, este juego y la canción de Gabriel nos enseñan que es suficiente un cambio mínimo de nuestra parte para promover una transformación en la relación.
A esta altura, el show ya era una maravilla y todavía faltaban “Mercy Street” dedicada a la poetisa Anne Sexton, con un toque delicioso de flauta traversa; “The rythim of the heat”, inspirada en una experiencia de Carl Jung en Africa, con la orquesta alcanzando otro de los puntos cumbres de la noche que la gente aplaudió de pie; “Red rain” y una lluvia roja de luces sobre el escenario; “Solsbury Hill” con la audiencia coreando la letra y un empalme grandioso con la novena sinfonía de Beethoven.

Biko”, tema con el que Gabriel ayudó a difundir en el mundo, en una época en que las comunicaciones no eran las de ahora, la situación del apartheid en Sudáfrica; fue la canción elegida para el primer final del concierto.
PG es de esos artistas que quieren cambiar el mundo, pero lo suyo no es mera declamación. No se aísla en una burbuja de rockstar, se compromete y hasta, para algunos, se entromete. Pensemos en su reciente paso por Chile donde se entrevistó con el presidente Piñeira, para reclamarle el esclarecimiento de los crímenes de Pinochet y por el trato a los estudiantes en la actualidad. “El resto depende de ustedes” dirá Gabriel antes de retirarse del escenario y dejar a Ben Foster dirigiendo al público. El ya ha hecho lo suyo, ha cambiado su música, le ha dado nueva vida, sangre nueva. Pero habría más.


La puesta se pobló de colores primarios para “In your eyes”. El público conocía la canción y se prendió en el canto, elevando las manos en el esperado bis.

Para el cierre, eligió una canción “que habla de no rendirse”, la célebre “D’ont give up” en un contrapunto vocal con Rosie Donan ejecutado con sentimiento y candidez.


Por último, Gabriel ríe cuando anuncia la canción con nos mandará de regreso a nuestras casas y la cama. Contra el manual que dice que la última canción tiene que dejar al público “bien arriba”, la orquesta acomete la serena melodía de “The nest that sailed the sky”, con Gabriel tomando el mando del piano para acoplarse a la orquesta en las últimas notas, acompañadas por el ronroneo de un tren que volvió a escucharse luego de más de dos horas de música.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Cine - Música - Peter Gabriel 3D

Peter Gabriel no se cansa. En los setenta, aclamado como líder del mítico grupo Génesis, sintió el deseo de tomar otros rumbos musicales e inició su carrera solista. A esta altura podría vivir de tremendos hits como “Sledgehammer”, “D’ont give up” o “Steam”; sin embargo, vuelve a arriesgar, a explorar nuevas sendas. En esta ocasión, cambia los instrumentos tradicionales del rock por una orquestra de disposición clásica aunque con una dirección moderna a cargo de Ben Foster.




En estos días, hemos podido ver en algunas salas 3D de nuestro país, la película “Peter Gabriel & the New Blood Orchestra 3D”, filmación en HD y 3D de un concierto realizado en marzo de este año en el Teatro Hammersmith Apolo de Londres.


En primera instancia, un concierto de rock sin guitarras ni baterías (“no drums, no guitars” puede leerse en el afiche original) generaba ciertas dudas; pero las mismas se disiparon a los pocos segundos de comenzada la proyección.


Ya desde la innovadora versión de “Intruder” percibimos que no se trata de la pomposa inclusión de una orquesta sino de nuevos arreglos, según palabras del propio Gabriel “las viejas canciones tratadas con una nueva paleta”. Como un intento de legitimar la “calidad” de su música, muchas bandas de rock han incluido orquestas sinfónicas en sus conciertos, pero en la mayoría de los casos, la orquesta ha sonado desdibujada, acompañando de fondo la melodía principal, casi como un relleno. Esto no sucede aquí. Gabriel, trabajó en conjunto con John Metcalfe en los arreglos para la orquesta, logrando que la misma se apropiara de las canciones. Los arreglos son de una sutileza que conmueve. Canciones como “Digging in the dirt”, “San Jacinto” adquieren una vitalidad nueva; y en ese contexto, la voz de Gabriel alcanza su mayor expresividad.

La película no tiene desperdicio, la cámara se pasea entre los instrumentos y la calidad del sonido es tal que podemos escuchar cada instrumento, desde el timbal hasta el triangulo. Es de esas obras que uno no quiere que terminen.


La neurología ha enseñado que la inteligencia reside en las conexiones neuronales y el psicoanálisis, a su vez, que el establecimiento de lazos es inherente a la salud mental.


Peter Gabriel hace lazos. Con otros tiempos, con otros lugares, con otros artistas, con otras generaciones. Enlaza el rock con la música clásica, integra ritmos de diferentes lugares del mundo, promueve intercambio con otros músicos, incluso con los de las nuevas generaciones (en el film interpreta una estupenda versión del tema “Aprés moi” de Regina Spektor), y produce un espectáculo de altísimo que nivel, que el viernes 18 de noviembre podremos ver en vivo, en Buenos Aires.

viernes, 28 de octubre de 2011

Danza - Cine - Pina

Pina Bausch fue una bailarina y coreógrafa alemana, gran figura de la danza contemporánea fallecida en forma abrupta en el año 2009.
Win Wenders, el reconocido cineasta del mismo origen, famoso por sus películas “París-Texas” y “Las alas del deseo” entre otras, quedó tan impactado al asistir a una representación de Bausch, que empezó a seguirla de cerca hasta volverse amigos.En el marco de esta relación surgió la idea de hacer una película en conjunto, sobre el trabajo de la coreógrafa. El fallecimiento sorpresivo de Pina decidió a Win Wenders a mutar la idea original y transformar la película en una especie de homenaje.


Cuando dos talentos se juntan puede surgir algo especial; y eso es lo que sucede en Pina.


Pese a reducirse a una secuencia de piezas de baile, es tal la expresividad de las coreografías y tan precisa siempre la ubicación de la cámara, que la obra produce momentos dramáticos, momentos de risa y momentos de reflexión como si se tratase de una obra narrativa tradicional.


Wim Wenders aprovecha la tecnología 3D para trasladar al espectador por el espacio del escenario, logrando que esta nueva tecnología, hasta el momento bastante poco usufructuada, se ponga al servicio del hecho artístico.



“Pina” no solo ofrece información sobre vida y obra de Pina Bausch (se representan fragmentos de sus obras ‘Café Müller’, ‘La consagración de la primavera’, ‘Vollmond’ y ‘Kontakthof’) sino que constituye una obra pionera en el uso de las posibilidades expresivas del 3D.

Los bailarines, sus bailarines, no la rememoran con discursos sino bailando; no le dedican las consabidas palabras de enaltecimiento post-morten, le tributan una improvisación, una danza. Algo que salta a luz en la obra es el estilo personal de los bailarines, cada cual le pone a la danza su propia impronta. No bailan todos igual. Pina, como maestra, en lugar de enseñar un "pasito" para que todos lo repitan, procuraba extraer de cada bailarín el movimiento propio, distintivo de cada cual, aquello que dormía en su interior. En este punto, su tarea revela puntos de contacto con el del buen psicoanalista, partero de subjetividades, quien escuchando promueve que cada cual encuentre su propia voz.


Casi no hay parlamentos durante la película, quizás por eso ganan en contundencia las palabras de Pina que Wenders elige para terminar el film: “Bailemos, bailemos, de lo contrario estamos perdidos”. Lo que de seguro no habría que perderse es el lujo de ver esta película.

lunes, 10 de octubre de 2011

Cine - El Árbol de la Vida

En el afiche de promoción puede leerse, firmado por un crítico: “la mejor película que vi en mi vida”; grandilocuencia que, como veremos, guarda cierta relación con la obra de Terrence Malick.
Los primeros minutos de “El árbol de La vida” (Palma de Oro en Cannes) hacen honor a las expectativas generadas, con imágenes que se deslizan como retazos de la infancia, en comunión con la música y algunos pasajes de voz en off. Esos primeros minutos me hicieron evocar el film “El espejo” del gran Andrei Tarkovski.

Pero si bien la película se inicia en un tono alto, luego no puede sostenerlo. Por momentos Malick parece regodearse mostrando lo bien qué filma, lo artista que es y, para mi gusto se empantana en los barros de la pedantería. La película alterna la narración de la vida de una familia norteamericana en la década del cincuenta, con el seguimiento, muchos años después, de uno de los hijos ya devenido cincuentón, interpretado por un Sean Pean que deambula entre rascacielos y paisajes desérticos con una gestualidad que lo revela atormentado. Los saltos temporales no terminan ahí ya que, de pronto, nos vemos llevados a presenciar algo así como el origen de la vida en el planeta; lo que, por momentos, nos brinda la sensación de estar asistiendo a un documental de la National Geographic y, en otros, a una presentación hecha en PowerPoint, de esas que circulan por Internet llenando las pantallas de paisajes lindos y frases que pregonan disfrutar de la vida.


Lejos queda entonces “El árbol de la vida” de ser la mejor película que haya visto. No llega siquiera a aproximarse al estatuto que guardan para mí las obras de Tarkovski, Bergman, Fellini o Kurosawa. Me animo a decir que tampoco es la mejor película del propio Malick (“La delgada línea roja” le gana en poesía, intensidad y coherencia). El film tiene su punto fuerte cuando se detiene en el devenir de esa familia llevada a enfrentar un hecho trágico e inexplicable, sobre todo cuando los hechos son mostrados a través de los ojos de uno de los niños. “El árbol de la vida” ostenta hermosos pasajes y podría haber sido una gran película, si Mallick no se hubiese perdido, luego, por las ramas de la grandilocuencia.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Música - We can Fly - YES

Ya se consigue en las disquerías de nuestro país “Fly from Here”, el último álbum de YES. Producido por Trevorn Horn, con Benoit David en voz, Geoff Downes en teclados y los históricos Steve Howe (guitarra), Chris Squire (bajo) y Alan White (batería).

Algo que siempre llama la atención cuando se escucha a esta banda es que, como dijo un amigo, “nunca se sabe hacia dónde van”. Los medios masivos de comunicación han logrado que acostumbremos el oído a un formato de canción, del que siempre podemos augurar lo que está por venir. Esto nunca ha sucedido con la música de YES y tampoco ocurre en “Fly from Here”, álbum rico en permanentes cambios de ritmo y melodía; las canciones toman un rumbo inesperado, nunca se sabe para dónde van y ni siquiera los finales de los temas se “ven venir”. Las variaciones constantes hacen de la música un hecho impredecible.

La primera parte del disco nos trae, en la mejor tradición del rock sinfónico, una suite de 23 minutos de duración, dividida en seis partes que pueden escucharse por separado o como una única pieza. La segunda mitad aporta cinco canciones más, entre las que se incluye “Solitaire”, una pieza acústica de Steve Howe que se sumará de ahora en adelante a las acostumbradas “Tristeza por un día” y “El aplauso”.
En líneas generales, el disco es muy parejo, la voz de Benoit luce muy bien, como si hubiera renunciado a imitar a Jon Anderson, volviéndose más auténtico.
Trevorn Horn tuvo un fugaz paso por la banda en el disco “Drama”. Su influencia ahora como productor, más la de Downes en los teclados, hace que “Fly…” recuerde en alguna medida a aquel. Y si el disco no alcanza la brillantez de un “Fragile” o un “Close to the edge” se debe, probablemente a la ausencia de Anderson, no tanto en la voz (recordemos que el cantante nuevo está impecable) sino en la composición.
El arte de tapa, también en la tradición del grupo, vuelve a ser obra de Roger Dean, que puebla sus paisajes de pequeños detalles, los cuales se aprecian mejor en la edición de vinilo.
Sin llegar al espacio sideral al que nos transportaba “Starship trooper” ni a las profundidades de los océanos topográficos, pero haciendo honor a su trayectoria, Yes ha levantado vuelo otra vez y nunca puede saberse hacia dónde.

Dejo la lista completa de temas y al final, el arranque del disco, como para que puedan escuchar algo.

1. Overture
2. We Can Fly
3. Sad Night At The Airfield
4. Madman At The Screens
5. Bumpy Ride
6. We Can Fly (Reprise)
7. The Man You Always Wanted Me To Be
8. Life On A Film Set
9. Hour Of Need
10. Solitaire
11. Into The Storm







martes, 6 de septiembre de 2011

Festival de Cine Nueva Mirada

El Festival Internacional de Cine Nueva Mirada para la Infancia y la Juventud ya va por su décima edición y aún pasa desapercibido para muchos padres y, por añadidura, para muchos niños. Se trata de una propuesta organizada por la Asociación Nueva Mirada con el apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) con el objetivo de acercar al público infanto-juvenil de nuestro país una serie de películas que no tienen cabida en el circuito comercial.

Nuestros tiempos se caracterizan por un predominio de la imagen. Los niños y los jóvenes se educan a partir de las imágenes que ven en la televisión, en el cine y en la web. En este sentido, es bienvenida esta propuesta que promueve una mayor diversidad en un campo prácticamente monopolizado por Disney y Pixar.
La calidad de los films es muy buena y sorprende que no tengan acceso a los circuitos de exhibición películas como “El gran oso” de Esben Toft Jacobsen (Dinamarca, 2011).


Con personajes queribles y sin golpes bajos, esta película danesa de dibujos animados presenta una historia de múltiples lecturas que, en forma gradual nos va llevando desde un ambiente realista hacia un terreno fantástico, en el trayecto de la ciudad al campo y del campo al bosque. En el marco de la profundidad de lecturas, ese oso puede ser un animal, puede representar la naturaleza entera (y la relación del hombre con ella), como también puede representar, no es descabellado pensarlo, el inconciente. Es así como tenemos una casita, un muro que la rodea y la prohibición de atravesarlo. Basta que algo se prohíba para que tiente, cosa que la película logra generar en el espectador, por lo que acompañaremos a los niños protagonistas en la travesía hacia ese gran oso que aparece y desaparece, como el inconciente que irrumpe en un sueño, en un desliz, en un lapsus, para luego desvanecerse en el paisaje.

El festival finaliza el miércoles 7 de septiembre, con la proyección de los films premiados.

Para mayor información, consultar el sitio del festival: http://www.nuevamirada.com/homeF_esp.htm

miércoles, 31 de agosto de 2011

Literatura - Mi Yo Multiplicado - Gustavo Di Pace

Es indudable que lo que se promociona en las góndolas de las librerías no es todo lo que se escribe; ni siquiera todo lo interesante que se escribe. Hay mucha gente talentosa escribiendo textos que no llegan nunca a las góndolas o lo hacen con mucho esfuerzo y jamás en un lugar visible para el lector-comprador. De esa pluralidad de buenos textos por descubrir, extraigo en esta ocasión, el libro de cuentos “Mi yo multiplicado” de Gustavo Di Pace (Buenos Aires, 1969), publicado por Alcion Editora.


Una de las características del mundo actual es la notable expansión de los saberes, con la consiguiente multiplicación de técnicas que estos producen y las góndolas de las librerías dan, también, testimonio de esto. El saber se ha fragmentado. Tenemos saberes parciales que no logran enlazarse, por lo que el individuo de hoy se encuentra bombardeado por saberes fragmentarios. Colette Soler, psicoanalista francesa que condensa lucidez y claridad, sostiene que entre tanta multiplicación y fragmentación de saberes, lo que se ha perdido es lo que en la antigüedad se llamaba “sabiduría”, ese saber sustancial que podríamos vincular al saber vivir.


Vivimos en un mundo donde sobran especialistas, gente que sabe mucho de poco y, en contrapartida, escasean los sabios. Escasean quienes transmitan el arte de vivir y, además, han perdido peso las instituciones, las ideologías y las religiones cuyos preceptos solían servir de referencia y, de algún modo, operar como suplencia de la sabiduría. Por lo tanto, hoy en día, cada individuo se ve obligado a inventar su propia manera de estar en el mundo; es ahí donde Soler sostiene que los síntomas suplen el arte de vivir.
En eso están los personajes de Di Pace, hurgando en medio de este mar de saberes fraccionados, cada uno a su manera, buscando la vida cómo puede, generando cada cuál su síntoma.



Si a nivel social existe ahora algo parecido a una ideología que oriente a los individuos; es el consumismo, eso de comprar, comprar, tener, tener. Pero los seres que pone a caminar Di Pace lo hacen por fuera de ese discurso. Son personajes curiosos, movidos por algún impulso a saber, anegados por un sentido de extrañeza, algo torpes; pero que al menos entienden que la sabiduría no se compra en un shopping. Por cierto, el único personaje que compra algo a lo largo de todos los cuentos, compra una boa.


Tenemos al guionista de “Amenaza en la estación Martinez” que escribe toda su historia en forma de guión; al fotógrafo que retrata, noche tras noche, a sus padres dormidos; el arquitecto que toma el camino del respiradero, la novia que transforma la iglesia en un anfiteatro y su ex-novio que quiere y no quiere transformarse en espectador de una tragedia.



En este mundo impreciso, de saberes fragmentados y carencia de sabiduría, la confusión afecta también a la psicología, dividida en montones de corrientes que utilizan vocabularios y técnicas diferentes. Dicho desconcierto aparece reflejado en el relato “El escultor”, en dónde al protagonista se lo menciona como psicoanalista aunque no actúa como tal y parece accionar más como psicólogo cognitivo conductual[1] , esculpiendo la mente de sus pacientes.



Estos personajes que Di Pace pone bajo su lupa, cuyas profesiones poco parecen aportarles en cuanto a sabiduría, terminan merodeando las cercanías de la muerte. Algunos le escapan, otros van hacia ella y hay quienes la propagan; pero la muerte aquí no aparece banalizada (otra característica de nuestros tiempos) sino como una presencia que turba a los personajes y al lector.



A lo largo de siglos de literatura, todos los temas han sido abordados, por lo que las variantes posibles, devienen del cruce de cada hombre con su circunstancia. Di Pace lo sabe: “Tal vez, historias como esta ya fueron contadas, es más, estoy seguro de ello. Pero creo que en toda vida, en cada versión de los hechos, hay algo único. Intentaré contar esa parte…” Así comienza “Estigma”, uno de los relatos más impactantes, de esos que continúan repiqueteando en el lector mucho después de cerrado el libro.



Mi yo multiplicado, segundo volumen de relatos de Gustavo Di Pace, escrito con solvencia y soltura, presenta un sugestivo muestrario de los efectos del mundo actual en la subjetividad, y también (tal como el título sugiere) del propio mundo interior del escritor. Noventa páginas, siete cuentos, y un escritor a descubrir.








[1] Intentando poner un poco de orden al respecto, podemos diferenciar, grosso modo, dos tendencias fundamentales en la psicología a nivel universitario: la vertiente europea, cuyo mayor exponente es el psicoanálisis de Freud y Lacan, basado en la escucha y el respeto por la subjetividad del analizante; y la vertiente norteamericana, llamada en estos tiempos “cognitiva conductual”, asentada en la dirección. En el primer caso, es el analizante quien tiene el saber, aunque se trate de un “saber no sabido” y el rol del analista consiste en ayudarlo a escucharse. En el segundo caso, es el psicólogo el que sabe lo que “es bueno” para el paciente y lo condiciona en esa dirección. El saber del psicoanalista reside en la escucha. Lacan, parafraseando el misticismo oriental, habla de la tercera oreja, la que escucha lo que normalmente no se oye: los fallidos, las brechas del discurso en las que asoma el deseo del sujeto. En contrapartida, el psicólogo cognitivo conductual sabe dirigir; dirigir al paciente hacia donde el psicólogo considera que debe ir. Esta corriente se condice, en cierta medida, con la acción de “esculpir” la mente de los pacientes, mencionada por DiPace en el relato. En el cuento, el protagonista se revela trastornado y conduce de exprofeso a sus pacientes a la muerte; en el ejercicio profesional cotidiano, los cognitivos “esculpen” de buena fe, aunque lo que terminen “matando” sea la subjetividad de sus pacientes.

domingo, 28 de agosto de 2011

Títeres - El Gran Circo

“El Gran Circo” es una obra creada por Ariel Bufano en 1983 pensada como homenaje a los orígenes del circo criollo., ahora interpretada por el Grupo de Titiriteros del Teatro Gral. San Martín, dirigido por Adelaida Mangani. En plena época del 3D y los efectos digitalizados podría sonar vetusta una obra de títeres como ésta. Sin embargo, el entusiasmo con el que es seguida por chicos y grandes pone este prejuicio en cuestión. En la obra no hay efectos computarizados, apenas un poco de humo, luces, buena música, mucho colorido y una gran variedad de títeres hechos a mano, cada uno con su identidad y perfectamente distinguibles uno del otro.

La idea del títere, un muñeco movido por alguien en las sombras, ha sido usada muchas veces como figura de la manipulación; así es como se ha hecho frecuente hablar de periodistas o políticos como títeres de oscuros poderes escondidos. Quizás el punto más valioso de “El Gran Circo” es que en el espectáculo está todo a la vista. Desde el principio vemos a los titiriteros, observamos como dan vida a los muñecos y los implementos que utilizan. Algunos de los muñecos son de gran tamaño y advertimos que son varios los titiriteros que se coordinan detrás, uno moviendo los pies, otro los brazos, etc.

La obra juega con esto. Al promediar el espectáculo, en el que todo ha sido mostrado, aparecen unas geishas que bailan surgidas desde unas cajas de mediano tamaño. Tenemos el piso, las cajas, las muñecas y espontáneamente surge el desafío de descubrir al titiritero. Miramos hacia arriba en procura de hilos que provengan del techo, buscamos por detrás. La incógnita será al fin develada (no lo haré aquí para no arruinarle la sorpresa a quien no la haya visto aún) y los aplausos coronarán la sutileza. Este juego se repetirá un par de veces con otros muñecos, con idénticos resultados.
En alguna reseña he leído “la magia de los títeres”, pero aquí no hay magia. El mago jamás enseña sus trucos. Nunca los muestra. Vive de prolongar el misterio. “El Gran Circo” muestra todos sus trucos, todo el trabajo es visible, lo cual resulta muy didáctico y provoca la simpatía del público. Vemos cómo los títeres cobran vida, cómo logran su gracia, movimiento y simpatía. Mucho más difícil nos resulta a los seres humanos saber qué es lo que nos mueve.



La cita es en el Teatro Regio (Av. Córdoba 6056), los sábados y domingos a las 16hs. Platea $15, pullman $10.



Los titiriteros son Victoriano Alonso, Valentina Aparicio, Ariadna Bufano, Eleonora Dafcik, Bruno Gianatelli, Julia Ibarra, Celeste López, Mabel Marrone, Lucila Mastrini, Carlos Peláez, Mariano Pichetto, Katty Raggi, Ivo Siffredi, Florencia Svravrychevsky, Cristóbal Varela y Leticia Yebra. La selección musical es de la propia directora Adelaida Mangani, la iluminación de Miguel Morales, sobre diseño de Lito Pastrán, el diseño de títeres, escenografía y vestuario de Maydée Arigós.





lunes, 8 de agosto de 2011

Cine - Medianoche en París - Woody Allen

Hasta hace algunas décadas atrás solía escucharse todavía eso de que los niños venían de París. Para Woody Allen, lo que viene de París es la inspiración, esa que brota de una serie de hermosos planos de la ciudad con la que inicia la obra; esa que busca Gil (Owen Wilson), escritor de guiones de Hollywood que aspira a ser un gran novelista. Y el hechizo, al revés que en la fábula de la cenicienta, comienza a las doce, momento en que, también un carruaje, lo transportará hasta esa París que, según Hemingway, era una fiesta. Y la fiesta la podremos disfrutar los espectadores, cuánto más ilustrados mejor, dado que en este pasaje fantástico que Allen no se preocupará por explicar, Gil interactuará con Scott Fitzgerald y su mujer Zelda, T.S Elliot, Cole Porter, Gertrude Stein, Ernest Hemingway, Pablo Picasso, Salvador Dalí, Man Ray, Luis Buñuel. En un momento, como al pasar, Gil le da a Buñuel la idea para la película “El ángel exterminador”. Le propone un grupo de personas que no pueden salir de un salón y se quedan encerrados allí. Buñuel permanece atónito y pregunta: “¿por qué no salen y se van? No entiendo”. Gil le replica: “Porque no pueden”, ante lo que Buñuel insiste no entender. Según pude averiguar, en su momento, el estreno de “El ángel exterminador” deparó innumerables interpretaciones de los críticos, lo que llevó a Buñuel a agradecer socarronamente a los críticos por explicarle lo que él mismo no entendía de su película. De este tipo de detalles hay varios en el film y se pierden si uno no está al tanto de ciertas cuestiones; pero estas referencias están distribuidos de tal modo que no afectan el nudo de la historia, por lo que la película puede resultar más o menos rica para cada espectador sin que se pierda lo esencial.
Otra de las genialidades de Allen consiste en lograr una película muy original partiendo de una acumulación de clisés. Los padres de la novia, son el estereotipo del repúblicano de California. No los mueve otro interés más allá de los negocios y los bienes materiales. No le ven la gracia a caminar bajo la lluvia y cualquier comentario poético de Gil lo adjudican a un tumor cerebral. Estereotipados aparecen también los personajes históricos, y algunos secundarios como el sabelotodo petulante.



Aquí se conforma otra dualidad: el saber de los libros versus el saber de la experiencia. El profesor pedante comienza a dar cátedra sobre uno de los cuadros de Picasso y Gil, quien en una de sus incursiones al pasado presenció las vicisitudes de la creación del cuadro, lo refuta por primera vez. Allen arma todo un hilado de lugares comunes que producen una textura original, con algunos momentos desopilantes como la resolución del asunto del detective privado que le ponen los padres de su novia a seguirlo en sus incursiones nocturnas.


Desde que ha dejado de actuar, Woody Allen ha utilizado alter egos. Owen Wilson es uno de los más logrados: la letra que Allen le da, la pronuncia con la misma cadencia con que Allen lo hacía en sus tiempos de actor. Esto le termina de otorgarle a la obra la fluidez que el guión requería.


Si en la anterior “Conocerás al hombre de tus sueños” teníamos un conjunto de personajes insatisfechos con sus vidas, aquí los tenemos insatisfechos con su tiempo. Gil añora el París de los años veinte, Adriana (Marion Cotillard) añora la belle epoque, los pintores la belle epoque añoran el renacimiento y la rueda sigue hasta que Gil decide bajarse.



En un acto quizás irreverente, me animo a confesar que le hubiera dado a la película un final distinto. Hubiera terminado con Gil caminando solo bajo la lluvia, pero Allen dispone un final feliz, en una última apelación al clisé, lo cual no deja de tener lógica ni impide redondear una gran película. Al fin de cuentas, si de París venían los niños es porque París es la ciudad del amor, por lo que Gil no podría terminar deambulando solo.


La etimología dicta alguna vinculación entre originalidad y origen. Para ser original, Woody Allen vuelve al origen; al París de dónde venían los niños, al París de dónde proviene la inspiración.








miércoles, 27 de julio de 2011

Literatura - Pasado Perfecto

Leonardo Padura es un experimentado escritor cubano, fundamentalmente conocido por la serie de novelas policiales protagonizadas por el detective Mario Conde. La reseña que nos ocupa aquí remite a su novela “Pasado perfecto”, una historia policial que Padura enriquece con una serie de condimentos que le otorgan un sabor particular. Para empezar, Padura sabe escribir. Con pequeñas descripciones logra perfilar la situación vital de los personajes: “Su brazo colgaba a un costado de la cama, como una rama partida.” En paralelo a la investigación de un crimen se despliegan, con el mismo interés, las crisis existenciales de los personajes y, en simultáneo, Padura aprovecha la narración para delinear la realidad social de su país.

El pasado perfecto del título alude al de Rafael Morín Rodríguez, una personalidad intachable del gobierno cubano que desaparece en forma misteriosa. La investigación recae sobre Mario Conde, a quien le empieza a oler mal el no hallar siquiera una voz disonante respecto a la persona de Rafael. Todos lo elogian, todos tienen algo bueno para decir de él, una trayectoria inmaculada, un pasado perfecto, sin una sola mancha. Pasado perfecto es también el tiempo que elige el autor para narrar.


Padura parece saber que no existe hombre intachable, y sospecha que el que en mayor medida pretenda aparentarlo es quien más basura suele esconder bajo la alfombra. Característica del perverso que, cuánto más inteligente, mejor logra armar un semblante público irreprochable tras el cuál esconde sus andanzas. Andanzas pero de otra índole son las de Mario Conde, detective neurótico que a lo largo de la investigación reencontrará a su antiguo objeto de deseo, ahora convertida en la esposa de Rafael Morín. Cuando Tamara entra en escena, Padura cambia el tiempo de la novela, abandona el pretérito perfecto y se pone a narrar en presente, con lo que modifica el tono y logra transmitir la relevancia que Tamara tiene para él. Padura, entonces, alterna los tiempos; toda la investigación es narrada en pasado exceptuando los momentos en que Conde se encuentra con Tamara; allí estamos en presente. El Conde, como le dicen sus compañeros, oscila entre esos dos tiempos que utiliza Padura en la narración, y en ese devenir, reconstruye la historia, la de la investigación, la suya propia y la de su país. Hilando recuerdos, atando cabos, resuelve el enigma y adviene a un presente, tiempo que le ofrenda el desafío de enfrentarse a su deseo.

miércoles, 20 de julio de 2011

DVD - Los Marziano

En tiempos invernales es casi estadístico el aumento de alquileres de DVD por lo que me permito en esta ocasión recomendar uno de los últimos estrenos en la Argentina. Es probable que la película decepcione a muchos espectadores, no por sí misma sino por las expectativas que pueden haber generado los afiches, los avances, la presencia de Francella. “Los Marziano”, tercer film de Ana Katz, no es una comedia familiar, no es un drama que aborde temas “importantes” ni mucho menos un policial, aunque juegue con elementos de esos géneros para presentar un momento en la vida de una familia, centrada en dos hermanos.
El hecho de que los hermanos estén distanciados no es en la película algo que se diga, es algo que se muestra; de hecho, los personajes de Puig y Francella no comparten plano hasta recién el final. La directora del film, mujer, como las que intentan promover la reunión de los hermanos en la familia, va mostrando sus vidas mediante una sucesión de pinceladas paralelas. La distancia, entonces, no es algo que se nos informe, no es algo que se ponga en boca de un personaje, como suelen resolverse muchas veces estas cuestiones, no, Ana Katz nos lleva a sentir esa distancia. El paralelismo incluye dos síntomas: la obsesión del personaje de Puig ante esos misteriosos pozos que comienzan a aparecer en el country donde vive, y la extraña discapacidad del personaje de Francella, que de un día para el otro pierde la capacidad de leer. Juan (Francella) muestra una imposibilidad de acceder al mundo de las convenciones establecidas, queda excluido, queda fuera. Su hermano Luis (Puig), por el contrario, parece dominarlo, tiene éxito, dólares, esposa, propiedades; parece haber llegado a lo más alto y sin embargo se muestra tan vacío como su hermano pobre. Agujeros existenciales, uno real (esos pozos sobre los que nada válido puede decirse), otro simbólico (la incapacidad de leer como una insuficiencia en el acceso a lo simbólico) que nada logra taponar. Esa distancia, ese vacío, se juega también en el tono de la película. Por momentos parece ir hacia la comedia pero cuando nos preparamos para la carcajada, el clima se corta. En otros momentos la brújula aparenta encaminarse hacia lo dramático pero se detiene bastante antes de las lágrimas. Queda claro que esta tonalidad tan peculiar está buscada de ex profeso y es coherente con lo que se está narrando. Se trata de una película sobre la falta, sobre algo que falta, y la película se pone a tono, le falta algo para la comedia, le falta para el drama, como le falta algo a esos personajes que no pueden encontrarse.

jueves, 30 de junio de 2011

Fotografía - Marc Ferrez

Marc Ferrez (1843-1923) está considerado como uno de los pioneros de la fotografía brasileña. Hijo de un francés emigrado al Brasil, se dedicó a esta actividad incipiente hasta terminar constituyéndose en fotógrafo de la marina imperial.


Estamos hablando de una época en la que la fotografía se consideraba como un medio privilegiado para reproducir la realidad y apenas comenzaban a vislumbrarse sus posibilidades artísticas. En este contexto, Ferrez retrató la vida en el Brasil de aquellos tiempos: el trabajo esclavo, los primeros tiempos de industrialización, la explotación minera, la construcción de caminos y los paisajes de Rio de Janeiro, con sus bahías desiertas y sus bosques vírgenes, que vistos hoy, parecen representar una especie de paraíso perdido.



Todo esto puede verse en el Museo de Arte Hispanoamericano hasta el 21 de agosto en Suipacha 1422, lugar muy apropiado para esta muestra ya que su arquitectura colonial, aún rodeada de rascacielos, facilita sumergirse en un pequeño viaje al pasado.
Hay una fotografía en particular que me ha llamado la atención. Se trata de la inauguración de un túnel en la que podemos ver al Emperador y comitiva sobre la entrada misma del conducto y también a un grupo de gente del pueblo en otro plano. Ignoro si se trató de un efecto voluntario perseguido por Ferrez, pero es notorio que los rostros del Emperador y su entorno de poderosos se encuentran perfectamente delineados, mientras que las caras de la población anónima aparecen en un fuera de foco que imposibilita la distinción individual. Me pregunto si no nos encontramos aquí, ante un momento histórico, en el que la fotografía comienza a perfilarse como obra de arte, abandonando la ingenua pretensión de reproducir una realidad objetiva. Invito a que la vean y juzguen ustedes mismos, de 14 a 19 de martes a viernes y de 11 a 19 sábado y domingo; apenas un peso es el valor de la entrada.


jueves, 23 de junio de 2011

Escultura - Louise Bourgeois

Louis Bourgeois es una de las artistas que mejor puede ejemplificar las posibilidades terapéuticas del arte. Tuvo una relación muy compleja con su padre, de quien son conocidos los desplantes a la madre y la relación amorosa con la niñera. Cuentan que de niña, mientras su padre hablaba, fanfarroneando y haciendo alarde de lo grandioso que era, ella comenzó a modelar en pan la figura del padre y una vez que la tuvo lista se puso a rebanarle partes con el cuchillo. Allí podrían situarse sus inicios en la escultura: el arte como función sublimatoria. Otra persona, ante un contexto similar, podría haberse visto tomada por la ira; Bourgeois logró canalizarla a través del arte.


Su familia trabajaba en la reparación de tapices, que en aquella época se usaban para revestir las paredes de las casas. En contacto con el suelo, los tapices solían gastarse en el borde inferior, por lo que a las figuras, en general, le faltaban los pies. Cierto día se ausentó el dibujante a cargo de dichas reparaciones y la madre de Bourgeois le preguntó a ella, dado que tanto le gustaba dibujar, si no se animaba a reemplazarlo. “Dibujé el primer pie a pedido de mi madre y luego me volví experta en pies. Hasta hoy, dibujo muchísimos pies. (…) Y eso también me enseñó que el arte es interesante y puede ser muy útil. El arte puede reparar”. El arte puede reparar y hacer que una persona se mantenga en pie en vez de sucumbir.



Fundación Proa trajo a Buenos Aires una muestra de las obras de Louise Bourgeois.


En la calle, frente al museo y a metros de Caminito en el barrio de La Boca, nos recibe una gigantesca araña ("Maman"), tejedora como la madre de Louise, de novecientos kilos sostenidos en el aire por ocho diminutas patas. Una vez dentro, encontramos una primera sala en penumbras, con otra araña, grande aunque no tanto como la de la calle, encerrando entre sus patas una jaula en la que vemos restos de tapices, las ventosas de vidrio con las que Bourgeois intentaba aliviar los broncoespasmos de su madre y una serie de restos de la infancia. Araña que protege y a la vez encierra. Ambivalencia que observaremos en muchas de sus obras como “Arco de histeria”, figura humana sin cabeza, enigmática, una prominencia en la zona genital aparenta indicar un hombre y se ofrece como cuestionamiento a esa idea añeja que adjudica la histeria a las mujeres. El psicoanálisis ha demostrado que la histeria es una posición que puede ser tomada por un hombre.

La muestra se llama “El retorno de lo reprimido” y consta de 86 obras que el curador Philip Larratt-Smith designa como “equivalentes plásticos” de los estados psicológicos de la artista.

Comentar todas las obras excede las pretensiones de esta nota pero hay algunas que no pueden quedar sin mención. Una de ellas es “Red Room (Parents)”. Se trata de una instalación que simula una habitación matrimonial que apenas nos es permitido espiar. Podemos asomarnos por una puerta entreabierta y vemos parte de la cama, una almohada con la inscripción “Yo te amo” escrita en francés. Una cadena nos impide el paso y tenemos que inclinarnos para observar. Ayuda a la comprensión de la obra, el saber que su padre había contratado una profesora de inglés para que la instruyera en dicha lengua. Esta institutriz, llamada Sadie, se convirtió en amante de su padre y vivió en la casa de la familia durante muchos años. La mezcla de francés e inglés en las inscripciones de esta instalación viene a dar cuenta de este contexto, en el que una amante del padre es quien le enseña otra lengua distinta a la materna. Podemos rodear la obra y asomarnos por otra rendija donde sucede algo parecido. Unos espejos reflejan parte del interior. La obra reconstruye la mirada de la niña que percibe a pedazos lo que su padre hace con su madre y con su amante, transmitiendo esa sensación de mirada parcial, de cosa velada, de criatura que espía, cuya mirada podríamos adivinar en otra obra: “Rechazo” en la que una cabeza decapitada esculpida en tela lleva la inscripción “Rejected” en su nuca. En una de las puertas entreabiertas de “Red Room (Parents)” se lee: “Fermez la Porte S. V. P.” (Cierre la puerta por favor), donde resulta ambiguo definir si el pedido proviene del padre o de la hija. Ambivalencia que también destaca en el pañuelo bordado con la leyenda “He estado en el infierno y he vuelto. Y déjame decirte: fue maravilloso.” Bordado que remite a su madre tejedora, a la araña, a los tapices de su infancia, a una escritura que marca identidad y al arte que hizo posible la supervivencia.



Otra de las obras que llaman la atención es “El reto II”, una especie de estantería repleta de piezas de cristal. La obra transmite la sensación de fragilidad; todo aquello puede hacerse trizas en cualquier momento pero, a la vez, existe un orden que lo impide; equilibrio trabajoso, similar al que Louis Bourgeois logró gestionar con su arte, equilibrio que le permitió sostenerse en vida, anudando a lo largo de su obra el nudo fallido del pasado.

sábado, 4 de junio de 2011

Música - ASIA en Buenos Aires

El rock sinfónico es un movimiento musical muy interesante, iniciado en la década del setenta, cuando una serie de músicos con formación de conservatorio decidieron dedicarse al rock and roll. Esto dio lugar a un cóctel de composiciones basadas en formas sinfónicas, obviamente mucho más elaboradas que las canciones pop o rock tradicionales, pero ejecutadas con guitarras eléctricas, sintetizadores y demás instrumentos típicos del rock. De este movimiento formaron y forman parte bandas emblemáticas como Yes, Pink Floyd, King Crimson, Emerson Lake &Palmer, Genesis y otras.
Este tipo de música, caracterizada por temas largos, plagados de cambios de ritmo y momentos instrumentales, puede resultar difícil de asimilar para el oído contemporáneo, acostumbrado a canciones monocordes, con unas pocas estrofas que preparan un estribillo insistente. Para quienes quieran iniciarse en el rock sinfónico, ASIA constituye una excelente puerta de entrada, ya que sus canciones no son tan largas ni sus letras tan misteriosas, suelen tener un estribillo que las emparenta con la música más comercial pero a la vez, cada tema tiene sus cambios de tempo y un entramado instrumental muy refinado que las separa de la música descartable con que el mercado nos bombardea. La música de ASIA no es descartable, no cansa, se puede escuchar mucho tiempo y siempre se descubre algo nuevo. Se trata de una banda formada por músicos virtuosos, casi una especie de seleccionado del rock: Steve Howe, el famoso guitarrista de Yes; Geoff Downes, actual integrante de Yes, en teclados; John Wetton, ex-King Crimson, en voz y bajo y Carl Palmer, baterista de ELP, uno de los mejores del mundo.



El 21 de mayo, en el marco de su gira americana, dieron un inmejorable concierto en el Teatro Colegiales de la ciudad de Buenos Aires, en el que llamó la atención la cantidad de público adolescente mezclado entre el público más adulto que caracteriza los recitales sinfónicos. Hasta el grupo soporte, Hexatónica, del que hablaremos en otro momento, mostró un promedio de edad bastante bajo.

Con sus dos últimos discos, Phoenix (2008) y Omega (2010), Asia acumuló repertorio de sobra como para no necesitar rellenar sus conciertos con “covers” de las bandas por las que pasaron sus integrantes.

En Buenos Aires, abrieron el show con una ejecución impecable de "Time Again" que justificó el entusiasmo del público. A Wetton le cabe la frase que evoca a Gardel, porque no solo no ha perdido potencia en su voz sino que cada día canta mejor, hecho que se notaba en los últimos discos y tuvo su confirmación en vivo, donde no hay posproducción ni retoque que valga.

Carl Palmer, por su parte, dio una clase magistral de batería, no solo por el solo acrobático y juguetón que le valió una ovación a la que respondió con un “caramba, caramba” pronunciado en perfecto español. Más allá de ese momento de lucimiento personal, en estos tiempos en que los bateristas se han vuelto tan monótonos al punto de ser reemplazados por máquinas, lo de Palmer es fantástico: nunca repite el mismo golpe amén de lo estrictamente necesario, ofrece variantes todo el tiempo y mete una fuerza tremenda que hace temblar las paredes. Una vez escuché a Peter Gabriel decir que una banda solo puede llegar a ser tan buena como su baterista. En este caso, Asia no tiene límites.

De Howe ya hemos escrito aquí en otra ocasión; verlo encontrar los caminos a toda velocidad entre las cuerdas es un lujo que ya vale la entrada. Tuvo aquí también su momento en solitario, sentado con la guitarra acústica, como es casi tradición en los recitales de Yes. Downes se mostró simpático, muy ajustado en teclados y en coros, contribuyendo siempre a embellecer las canciones.


Wetton y Downes componen la mayor parte del material de Asia e interpretaron dos canciones entre ambos. La versión de “D’ont cry” superó incluso la del disco y contó con la participación del público que cantó a capella con Wetton.

Pero más allá de las menciones individuales, la banda sonó muy ensamblada, como una verdadera gestalt. En algún momento escuché decir que Asia era una especie de rejunte de grandes individualidades donde el todo no llegaba ser más que la suma de los integrantes. Si esto fue así en algún momento, la cosa ha cambiado. Asia es ahora un grupo, una verdadera banda que compone y ejecuta música de calidad que merece, a mi criterio, un teatro mayor para su próxima venida a la Argentina.


domingo, 29 de mayo de 2011

Cine - Football is god

Otra de las curiosidades que aportó la última edición del BAFICI es el pseudo-documental “Football is god” del director danés Ole Bendtzen. La pasión rioplatense por el futbol retratada por la gélida mirada de un cineasta nórdico, pareció atractivo suficiente para agendarla entre las 400 películas del festival. Lo mismo hizo mucha gente, ya que las funciones fueron todas a sala llena, con clima futbolero y el público-hincha de Boca cantando en medio de la sala.



La película alterna el seguimiento de tres hinchas de Boca: Pablo, “la tía” y Hernán.



Pablo, un muchacho de bajos recursos y pocas ideas, fanático de Maradona, al punto de juntarse con amigos para festejar el cumpleaños “del Diego” y sumarse como fiel a la iglesia maradoniana (disculpen, pero no me sale ponerlo en mayúsculas).



“La tía”, una señora que no solo no se pierde un partido de Boca sino que tampoco falta a los entrenamientos. Trata a los jugadores como si fueran de su familia y hasta les hace regalos para sus cumpleaños. Cuando les cuenta a sus amigas que le ha comprado un calzoncillo importado, boxer, para el cumpleaños de Palermo produce uno de los momentos más hilarantes del film.

Hernán, un fanático de clase media, capaz de emocionarse hasta las lágrimas con el recuerdo de un añejo gol de Mastrángelo. Hernán es el más reflexivo de los tres y ocupa algunas sesiones de su análisis en indagar cuestiones relativas a su adicción a Boca Juniors. Su analista, en otro punto alto del film, lo ayuda a producir algunas reflexiones sugestivas que vinculan su fanatismo con la sexualidad, con la identidad y con el misticismo; y le hace replantear el tema de la rivalidad con River (el otro, el enemigo, sin el cuál uno no sería lo que es por lo que, en cierto punto, no es ni tan enemigo ni tan otro).


En los tres hinchas escogidos, pese a sus diferencias socioculturales, se escurre un elemento religioso-místico que justifica el título de la película (tengo entendido que el título original es “los creyentes”, lo cuál no modifica en absoluto la cuestión). Lo de Pablo con la iglesia maradoniana, la tía pidiéndole a la virgen por la victoria del equipo y Hernán caminando el césped de una bombonera vacía refiriéndose al hecho como una experiencia mística. Y así lo muestra Bendtzen, elevando la cámara desde ese inmenso templo pagano hasta el cielo del barrio de la Boca.