lunes, 30 de noviembre de 2009

Teatro - Ala de Criados

Mauricio Kartum es un dramaturgo argentino de extensa trayectoria que nos vuelve a presentar una obra muy trabajada, tanto en su estructura narrativa como en su lenguaje y actuaciones. En “Ala de criados” Kartum se la toma con la clase alta argentina de principios del siglo pasado. Lo hace con una delicada mezcla de ironía, humor, sarcasmo y violencia.
La obra transcurre en un club de tiro en Mar del Plata, donde los señoritos de la clase alta disparan a las palomas y a veces a las toninas. Debido a los sucesos de la, luego bautizada “Semana Trágica”, no han quedado municiones ni casi gente, ya que todos se fueron a reprimir a los huelguistas. Quedan dos señoritos y una señorita, Tatana, quien mientras mira a sus hermanos se define como “lo más parecido a un hombre que hay por aquí”. Todos viven del Tata, de la plata del Tata, una especie de padre mítico. El Tata no está, se fue a Buenos Aires, quedaron estos tilingos, que parecen inofensivos pero se encargarán de mostrar su grado de violencia cerca del desenlace, cuando ven en la posible complicidad de un empleado del club la oportunidad de pergeñar algo así como una venganza de clase que les permita dejar de sentirse inútiles ante la mirada del Tata.
Pancho, no tiene alcurnia, no tiene apellido, es simplemente Pancho. Aunque duerme en el “Ala de criados” aclara que él es cuentapropista. Vive abasteciendo los caprichos de la clase alta, brinda todo tipo de servicios, incluyendo los sexuales. Los libros de historia, sitúan en la época en que transcurre la obra, el nacimiento de la clase media. El dato no parece menor. En la obra se siente la tensión entre lo tradicional, afincado y fijo, y lo nuevo, todavía informe.
Pedro, una suerte de empleado multipropósito, por momentos pareciera convertirse en uno de ellos, bromea con ellos, bebe con ellos, pero, más tarde, en medio de un logrado estallido de violencia, se verá cómo son las cosas realmente.
Pancho les enseña a disparar. Al principio disparan con miedo y el tiro sale “paf”. Hay que disparar seco, así, “pa!”, explica Pedro.
Tatana, se desdobla en personaje y narradora. Participa en los hechos y emite sus comentarios, atribuibles a su educación europea. Tatana rechaza las metáforas. Dice que son como esas armas que disparan muchos perdigones. Claro, puede que alguno de en el blanco, pero…
En su lugar, pregona un lenguaje preciso, que no deje resquicios como para que se filtre algo que pueda desequilibrarlos, algo revolucionario. Pero el lenguaje unívoco, tiene grietas. Ese lenguaje unívoco exige a los señoritos que se hagan hombres, a Tatana que asuma su femineidad, a Pedro que se ubique en su rol de servidumbre. La metáfora revela la ilusión del lenguaje preciso.
Ala de criados, ala de paloma, cortada para volver azaroso su vuelo. Metáforas, perdigones, alguno dará el blanco.
Kartum (quien según sus propias palabras, es un dramaturgo que a veces dirige) crea un mundo, un verosímil de una época, con un lenguaje muy cuidado, del que se nos escapan algunas palabras pero no el sentido general. Nos lo presenta pero no nos da todo servido, no es complaciente con el espectador, no explica, no redondea, no subraya metáforas. Queda en el espectador transitar los resquicios que la obra nos deja, para pensar, a nivel país, de dónde venimos y por qué estamos como estamos. La obra tira perdigones, algunos paf, otros pa! Puede que alguno de en el blanco.

Ala de criados. Escrita y dirigida por Mauricio Kartun. Intérpretes: Alberto Ajaka, Esteban Bigliardi, Rodrigo González Garillo y Laura López Moyano. Ultimas funciones. Teatro del Pueblo - Av Roque Sáenz Peña 943 (a metros del obelisco) - http://www.teatrodelpueblo.org.ar/

martes, 10 de noviembre de 2009

Cine - Entre nosotros

Maren Ade es una cineasta alemana. Se la suele mencionar como formando parte de la escuela de Berlín: un grupo de directores de cine que, hartos de los intentos por expiar las culpas del pasado (pesado pasado el de los alemanes), se preocupan por trabajar sobre el presente, sobre la realidad cotidiana y trasladar el foco sobre algo que podríamos llamar existencial.
“Entre nosotros” nos introduce en las vacaciones de una pareja joven. La película podría resultar aburrida: Chris y Gitti cogen, se pelean, se amigan, se aburren, boludean.
Lo que la vuelve interesante son los personajes. A diferencia de los personajes planos a que nos tiene acostumbrados el cine norteamericano comercial, Chris y Gitti son de carne y hueso, ambiguos, contradictorios, difíciles de comprender.
Al comienzo de la película, Chris le dice a Gitti que espera no encontrarse con su aburrido amigo Hanz. En principio parece incomprensible que, días más tarde, producido el encuentro, proponga salir con ellos (Hanz y su novia). Gitti no lo entiende y se resiste. Podríamos pensar que, luego de varios días de intimidad, Chris encontró en su amigo la posibilidad de tomarse un respiro; pero no lo sabemos. Los personajes aquí no se explican a sí mismos.
Gitti se pasa buena parte de la película pidiéndole a él una declaración de amor. Cuando por fin la recibe, comienza a hacer su valija y le dice que lo deja. Podemos hablar de la dinámica del deseo, decir que lo que se obtiene ya no se desea, que el deseo no es nunca de lo que se nombra. Podemos decir muchas cosas, pero los personajes no dirán nada. Vivirán delante de nosotros, sin hacer declaraciones.
Están de vacaciones en Cerdeña, en una casa de veraneo que pertenece a los padres de él. Chris tapa los adornos burgueses con los que sus padres decoraron el lugar pero lo que no puede tapar, y parece pesarle, es que a esos padres de los que se burla debe la prosperidad que lo sostiene. Hay un interesante juego con la casa de los padres, el salir, el volver.

Los actores están muy bien, en especial Birgit Minichmayr (Chris) a quien vimos también en “Las flores del cerezo” en un papel muy diferente, lo cual habla bien de sus cualidades de actriz.
El título original del film es “Alle Anderen” que, si no me falla la información significa algo así como “Todos los demás”. Ellos no quieren ser como todos los demás, como sus padres, como la pareja de amigos que parecen muy decididos a evitar cuestionamientos. Gitti parece ser quién más claro lo tiene, tal es así que echa a la otra pareja, cuchillo en mano, efectiva manera de sacarse de encima invitados no deseados. Pero cuando vuelven a quedarse solos, no parecen saber muy bien qué hacer. Construir la individualidad, o descubrirla, no resulta tarea sencilla. Ser originales. Ser.
Después de tipos como Herzog, Fassbinder o Wenders, parece surgir en Alemania, una generación de cineastas que intentan una otra búsqueda. El nuevo cine alemán está entre nosotros.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Otra vez Mandalah!

Aprovechando su reposición en la cartelara, fuimos a verla otra vez y volvimos a disfrutar de esa particular conjunción de acrobacia, clown, teatro de sombras, video y música en la que se habla poco y se transmite mucho.
A los que quieran saber más, los remito al post anterior http://arterapeutico.blogspot.com/2009/07/mandalah.html

Dejo además este video que aparece en YouTube.

lunes, 2 de noviembre de 2009

El tiempo del arte - Obras maestras del siglo XVI al XXI

En un post anterior, refiriéndome a “Las viudas de los jueves” me atreví a decir que esa película nada tiene que ver con el arte. Mi propia afirmación me llevó a reflexionar sobre los criterios que me autorizan a definir si una obra es artística o no. Al plantearme la cuestión, las cosas ya no parecen tan claras. ¿La consideración de lo artístico es algo meramente subjetivo o existen criterios objetivos para su delimitación?
Por lo pronto, el arte tiene una historia. Lo que se considera artístico varía de una época a otra. Sobre esto trata la muestra “El tiempo en el arte – Obras maestras del siglo XVI al XXI”, curada por Giacinto Di Pietrantonio. Se puede ver hasta el domingo 3 de enero en Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929, La Boca, Caminito.
La muestra presenta un recorrido a través de cinco siglos de historia, mediante el cual se intenta mostrar las representaciones artísticas en diferentes épocas de temas como la vida, la muerte, el cuerpo, la mente, el poder, lo cotidiano, el amor y el odio, los ocho tópicos en los que se divide la exposición.
La estructura es más o menos así: cada pared de la muestra presenta un tema, por ejemplo, el poder, y allí conviven obras de diferentes siglos relacionadas con dicho tema, desde un retrato de Velazquez del Papa Inocencio X (si miramos el retrato, de inocente parece tener poco, ¿no?) hasta el Cristo crucificado de León Ferrari, que tanta controversia generó hace unos años.
El contraste entre las obras antiguas y modernas es interesante y vuelve muy recomendable la visita.
Las obras antiguas asombran por su técnica y expresividad, mientras que las modernas se destacan por la osadía de combinar elementos para producir un resultado de alto impacto, ideológico, en algunos casos, y emocional en otros.
Como ejemplo de esto último me gustaría referirme a la obra “El beso” de Jorge Macchi (2001). A la distancia, se ven dos círculos que se tocan en un punto. Confieso que la miré de lejos con ojos socarrones y mi cabeza disparó con apuro calificativos como “chantada”, “boludez”, “¿esto es arte?”. Ahora bien, al acercarme, el ánimo de burla desapareció al comprobar que los círculos están formados por dos crónicas de crímenes pasionales recortadas del diario y el punto en que los dos círculos se tocan es una frase común a ambos relatos. La frase en cuestión es “cuerpos en estado de descomposición”. De lejos, la obra parece un despropósito; de cerca impacta y se comprende de otra forma. Será cuestión de acercarse.