lunes, 30 de abril de 2012

Cultura en Buenos Aires

Si uno se guiase por las propagandas , la cultura pareciera estar de maravillas en Buenos Aires: el BAFICI, la Feria del Libro, el Festival de Poesía, el de Circo, más una cantidad de alternativas que se anuncian en el sitio web del Gobierno de la Ciudad y en los spots que se muestran en cualquier dependencia municipal por la que uno transite. Lástima que además uno camine por ahí, y puede acercarse a alguno de los talleres de los centros culturales barriales para enterarse que los profesores no han cobrado todavía en lo que va del año (¡cuatro meses completos al momento de escribir esto!). Una verguenza que no admite justificativos.
Quizás este tipo de discordancias permitan comprender lo que sucedió en el cine 25 de Mayo durante una de las funciones del BAFICI (es probable que el episodio se haya repetido en otras salas  pero solo voy a referirme a lo que me consta en forma personal). Previo a la película, se proyectó un spot, que podría ser muy lindo en otro contexto, sobre lo importante que somos cada uno de los habitantes de la ciudad. Cuando al finalizar el mismo, el logo y la tipografía permitió reconocer que se trataba de una publicidad del gobierno de la ciudad, el público estalló en un abucheo generalizado. Alguien gritó “caraduras” y se ganó una ovación; otro exclamó: “Si somos tan importantes, pagá los sueldos” y cosechó incluso más aplausos de los que recibiría luego una interesante película coreana.
Entre las propagandas y los hechos , algo no concuerda en Buenos Aires.

miércoles, 4 de abril de 2012

Teatro - Cosas tristes

En una época en la que las pseudoamistades de las redes sociales parecen ir desbancando a los vínculos tradicionales, resulta interesante el hallazgo de “Cosas tristes” en nuestra cartelera teatral. Bajo la dirección de Nano Zyssholtz, la obra pone el foco en una amistad de esas que vienen de la infancia y que perduran en el tiempo con sus idas y venidas.




La obra nos introduce en las vidas de tres jóvenes amigos, cuya relación muestra algunas grietas. De esas grietas sacan provecho el director y los autores a través de una puesta en escena muy ajustada, nada pretenciosa, muy acorde con lo que se intenta narrar. Tres sillones y una pantalla. La historia la van narrando los protagonistas, cada cual en su sesión de terapia.




Cada uno tiene su sillón y le hablan, por turnos, a un terapeuta que no se ve, que de algún modo es el público. El clima está tan bien logrado que, en cierto punto, cuando uno de los personajes confesaba ciertas cuestiones, como psicoanalista entreverado en el público, tuve ganas de realizar alguna intervención.



Por otra parte, resulta muy pertinente el modo en que la obra utiliza las proyecciones de video. Allí presenciamos sus encuentros-desencuentros. Los vemos ir a buscar al aeropuerto al amigo que vuelve de España y los espiamos en una fallida fiesta de cumpleaños. Lo que no se dicen entre ellos, lo hablan en sesión. Lo que no muestran las pantallas, lo completa la intimidad del consultorio; intimidad que la iluminación se ocupa de marcar.



En el cruce entre ambos registros vemos que el “exitoso” no lo es tanto, que un amigo a veces se elige para parecer uno menos desgraciado en la comparación y que las amistades no suelen escapar a la ambigüedad que tiñe las relaciones humanas.



Ivanke, Darío Szmulewicz, Nano Zyssholtz están a cargo del guión y son, también, quienes la actúan. No los conozco pero intuyo que son amigos. Amigos que escribieron la obra, amigos que la actúan, poniéndole el cuerpo a la envidia, a la ternura, al desdén y al humor mientras relatan “cosas tristes” que dan risa, cosas tristes que generan compasión, empatía, identificación con esos seres que sufren, sin atreverse a confesarse con los amigos aunque terminen desnudando sus almas frente al público-analista.



La web, el chat, los celulares son también "cosas tristes" y se muestran, paradójicamente, como elementos de incomunicación. En tiempos en los que impera el narcisismo y lo imaginario predomina en las webs donde cada cual cuelga sus mejores “photoshops”, adornados con frases de compromiso extraídas de algún “powerpoint”; estos amigos revelan sus debilidades, lo hacen con pudor, titubeando, casi a su pesar. En definitiva, se muestran humanos, lo que despierta empatía en el público y nos lleva a acompañarlos, reconocernos en ellos y a recomendar esta obra a los amigos.




En el Espacio Cultural Pata de Ganso, Zelaya 3122 (detrás del Abasto), 4862-0209.