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sábado, 30 de noviembre de 2013

Teatro - Role Playing, la obra.


En el Teatro La Plaza, los sábados hasta el 21 de diciembre, alrededor de las 19hs, puede verse una obra independiente, llanada Role Playing, escrita por Sebastián Aguado e interpretada con eficacia por el propio autor junto a, por orden de aparición, Sol Quiroga, Agustina Doria, Agustina Gonzalo, Alexis García Sánchez  y Paula Stephanus bajo la dirección de Flavia Carlucci.

Los temas que se ponen en escena son varios: el mundo de la selección de personal, la indefensión de los jóvenes que procuran ingresar al mundo laboral, las humillaciones que deben enfrentar en los procesos de selección, la individualidad reducida a un papel con unos pocos datos parciales, como esos papeles a los que se pone énfasis al comienzo mismo de la acción.

La obra ofrece una puesta sobria y una combinación interesante de humor y reflexión. Es de esas obras a las que uno agradece que te llevado a la risa y a la vez te hayan dejado pensando. Recuerda un poco a “Toc, Toc” (incluido un cambio de rol sorpresivo) y a “El Método Gröholm” por la temática, aunque Role Playing se distingue por su carácter espontáneo y lúdico.

La obra se permite, además, un humor autoreferencial cuando el personaje de Martín cuestiona esa tendencia marquetinera a usar nombres en inglés, en lo que puede verse como un guiño hacia el propio nombre de la obra, y también un viraje dramático muy bien logrado.

Una obra sobre jóvenes que procuran su lugar en el mundo busca también su sitio en la frondosa cartelera porteña. Vale la pena acompañar el esfuerzo.

miércoles, 4 de abril de 2012

Teatro - Cosas tristes

En una época en la que las pseudoamistades de las redes sociales parecen ir desbancando a los vínculos tradicionales, resulta interesante el hallazgo de “Cosas tristes” en nuestra cartelera teatral. Bajo la dirección de Nano Zyssholtz, la obra pone el foco en una amistad de esas que vienen de la infancia y que perduran en el tiempo con sus idas y venidas.




La obra nos introduce en las vidas de tres jóvenes amigos, cuya relación muestra algunas grietas. De esas grietas sacan provecho el director y los autores a través de una puesta en escena muy ajustada, nada pretenciosa, muy acorde con lo que se intenta narrar. Tres sillones y una pantalla. La historia la van narrando los protagonistas, cada cual en su sesión de terapia.




Cada uno tiene su sillón y le hablan, por turnos, a un terapeuta que no se ve, que de algún modo es el público. El clima está tan bien logrado que, en cierto punto, cuando uno de los personajes confesaba ciertas cuestiones, como psicoanalista entreverado en el público, tuve ganas de realizar alguna intervención.



Por otra parte, resulta muy pertinente el modo en que la obra utiliza las proyecciones de video. Allí presenciamos sus encuentros-desencuentros. Los vemos ir a buscar al aeropuerto al amigo que vuelve de España y los espiamos en una fallida fiesta de cumpleaños. Lo que no se dicen entre ellos, lo hablan en sesión. Lo que no muestran las pantallas, lo completa la intimidad del consultorio; intimidad que la iluminación se ocupa de marcar.



En el cruce entre ambos registros vemos que el “exitoso” no lo es tanto, que un amigo a veces se elige para parecer uno menos desgraciado en la comparación y que las amistades no suelen escapar a la ambigüedad que tiñe las relaciones humanas.



Ivanke, Darío Szmulewicz, Nano Zyssholtz están a cargo del guión y son, también, quienes la actúan. No los conozco pero intuyo que son amigos. Amigos que escribieron la obra, amigos que la actúan, poniéndole el cuerpo a la envidia, a la ternura, al desdén y al humor mientras relatan “cosas tristes” que dan risa, cosas tristes que generan compasión, empatía, identificación con esos seres que sufren, sin atreverse a confesarse con los amigos aunque terminen desnudando sus almas frente al público-analista.



La web, el chat, los celulares son también "cosas tristes" y se muestran, paradójicamente, como elementos de incomunicación. En tiempos en los que impera el narcisismo y lo imaginario predomina en las webs donde cada cual cuelga sus mejores “photoshops”, adornados con frases de compromiso extraídas de algún “powerpoint”; estos amigos revelan sus debilidades, lo hacen con pudor, titubeando, casi a su pesar. En definitiva, se muestran humanos, lo que despierta empatía en el público y nos lleva a acompañarlos, reconocernos en ellos y a recomendar esta obra a los amigos.




En el Espacio Cultural Pata de Ganso, Zelaya 3122 (detrás del Abasto), 4862-0209.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Teatro - Ala de Criados

Mauricio Kartum es un dramaturgo argentino de extensa trayectoria que nos vuelve a presentar una obra muy trabajada, tanto en su estructura narrativa como en su lenguaje y actuaciones. En “Ala de criados” Kartum se la toma con la clase alta argentina de principios del siglo pasado. Lo hace con una delicada mezcla de ironía, humor, sarcasmo y violencia.
La obra transcurre en un club de tiro en Mar del Plata, donde los señoritos de la clase alta disparan a las palomas y a veces a las toninas. Debido a los sucesos de la, luego bautizada “Semana Trágica”, no han quedado municiones ni casi gente, ya que todos se fueron a reprimir a los huelguistas. Quedan dos señoritos y una señorita, Tatana, quien mientras mira a sus hermanos se define como “lo más parecido a un hombre que hay por aquí”. Todos viven del Tata, de la plata del Tata, una especie de padre mítico. El Tata no está, se fue a Buenos Aires, quedaron estos tilingos, que parecen inofensivos pero se encargarán de mostrar su grado de violencia cerca del desenlace, cuando ven en la posible complicidad de un empleado del club la oportunidad de pergeñar algo así como una venganza de clase que les permita dejar de sentirse inútiles ante la mirada del Tata.
Pancho, no tiene alcurnia, no tiene apellido, es simplemente Pancho. Aunque duerme en el “Ala de criados” aclara que él es cuentapropista. Vive abasteciendo los caprichos de la clase alta, brinda todo tipo de servicios, incluyendo los sexuales. Los libros de historia, sitúan en la época en que transcurre la obra, el nacimiento de la clase media. El dato no parece menor. En la obra se siente la tensión entre lo tradicional, afincado y fijo, y lo nuevo, todavía informe.
Pedro, una suerte de empleado multipropósito, por momentos pareciera convertirse en uno de ellos, bromea con ellos, bebe con ellos, pero, más tarde, en medio de un logrado estallido de violencia, se verá cómo son las cosas realmente.
Pancho les enseña a disparar. Al principio disparan con miedo y el tiro sale “paf”. Hay que disparar seco, así, “pa!”, explica Pedro.
Tatana, se desdobla en personaje y narradora. Participa en los hechos y emite sus comentarios, atribuibles a su educación europea. Tatana rechaza las metáforas. Dice que son como esas armas que disparan muchos perdigones. Claro, puede que alguno de en el blanco, pero…
En su lugar, pregona un lenguaje preciso, que no deje resquicios como para que se filtre algo que pueda desequilibrarlos, algo revolucionario. Pero el lenguaje unívoco, tiene grietas. Ese lenguaje unívoco exige a los señoritos que se hagan hombres, a Tatana que asuma su femineidad, a Pedro que se ubique en su rol de servidumbre. La metáfora revela la ilusión del lenguaje preciso.
Ala de criados, ala de paloma, cortada para volver azaroso su vuelo. Metáforas, perdigones, alguno dará el blanco.
Kartum (quien según sus propias palabras, es un dramaturgo que a veces dirige) crea un mundo, un verosímil de una época, con un lenguaje muy cuidado, del que se nos escapan algunas palabras pero no el sentido general. Nos lo presenta pero no nos da todo servido, no es complaciente con el espectador, no explica, no redondea, no subraya metáforas. Queda en el espectador transitar los resquicios que la obra nos deja, para pensar, a nivel país, de dónde venimos y por qué estamos como estamos. La obra tira perdigones, algunos paf, otros pa! Puede que alguno de en el blanco.

Ala de criados. Escrita y dirigida por Mauricio Kartun. Intérpretes: Alberto Ajaka, Esteban Bigliardi, Rodrigo González Garillo y Laura López Moyano. Ultimas funciones. Teatro del Pueblo - Av Roque Sáenz Peña 943 (a metros del obelisco) - http://www.teatrodelpueblo.org.ar/

martes, 22 de septiembre de 2009

Teatro - El último encuentro

Una interesante adaptación de la novela homónima de Sandor Marai se viene presentando desde enero en el Teatro La Comedia, con dirección de Gabriela Izcovich.
La historia es mínima: dos amigos se reencuentran luego de más de cuarenta años de estar distanciados por algo de lo cual nunca habían hablado hasta el encuentro que constituye la obra.
Uno de ellos quiere saber, esperó el momento con paciencia e insiste en desempolvar las viejas cuestiones. El otro (Konrad, una supuesta alusión a Joseph Conrad cuyo tratamiento de ciertos temas Marai ha admirado) escapó, recorrió el mundo y ahora vuelve, no habiendo podido escapar de la culpa. De todos modos resiste, calla, se ampara en el silencio. Es muy interesante la actuación de Fernando Heredia ya que se sostiene casi todo el tiempo en escena casi sin hablar.
Dos amigos, dos hombres que representan lo que podrían ser dos tendencias que confluyen en una misma persona: el que busca la verdad aunque intuya que puede doler y el que prefiere el silencio.
La puja se da en el escenario, dosificada por las apariciones del ama de llaves que interpreta Hilda Bernard.
Conmueve también la sangre que le pone Duilio Marcio a su actuación, puesto que en él recae el ochenta por ciento de los parlamentos. En un post anterior (en relación a “Yo en el futuro") escribí que cuando voy al teatro quiero ver actuar; aquí las actuaciones están, vaya que sí, actuaciones que despiertan admiración durante la obra y ovación cuando termina.
Tenemos también personajes que se enfrentan, que encaran los problemas, luego de haber dejado pasar mucho tiempo, es verdad, ya cuando la muerte los acecha, sí; pero en contraposición a los protagonistas de “La soledad de los números primos” (ver post anterior), mejor tarde que nunca.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Teatro - Yo en el futuro


La idea de una instalación que cruza teatro y video cuyo tema es el paso del tiempo me atrajo al Teatro General San Martín, a presenciar la obra “Yo en el futuro” de Federico León.
La cuestión es más o menos así: los personajes de la obra se fueron grabando a lo largo de sus vidas en una serie de filmaciones caseras y, arribados a la vejez contemplan en escena lo filmado y lo muestran a las nuevas generaciones (¿o a ellos mismos en un salto en el tiempo?). Revolotea la idea de la circularidad del tiempo, leves variaciones de lo mismo.
El encuentro entre teatro y video se repite procurando la sensación de las cajas chinas. El problema es que miramos y miramos y poco interesa lo que se ve. Las actuaciones parecen más caseras que las filmaciones (¡cuando voy al teatro quiero ver una actuación!); dando la sensación de no ser más que una prolija muestra escolar.
El problema de las filmaciones caseras suele ser que solo interesan a quienes aparecen en ellas. Aquí, por momentos se produce la misma sensación. La obra, con su estructura recursiva de gente filmada viéndose filmada, logra captar la atención del público; la primera parte está cumplida, pero luego, desaprovecha el haber obtenido nuestra atención no conduciéndonos a nada atractivo. El paso del tiempo debe ser uno de las cuestiones más sensibles para el ser humano, el tema da para mucho; pero aquí no tiene fuerza dramática, no hay narración, no hay historia; tampoco emoción, todo es extraño y frío. Al terminar la obra y me quedé con la sensación de una buena idea desaprovechada.

martes, 21 de julio de 2009

Mandalah


Mandala es un término sánscrito que significa “círculo”. Los mandalas son diagramas circulares utilizados fundamentalmente en el budismo e hinduismo; aunque este tipo de representaciones circulares se encuentran en casi todas las culturas. Esta universalidad de los mandalas, llevó al psicoanalista Carl G. Jung a postularlos como posibles expresiones de lo inconciente colectivo.

La introducción viene a cuento de Mandalah (con h final): un espectáculo tan recomendable como difícil de clasificar. Tiene mucho de trapecismo, algo de teatro, algo de clown, mucha y variada música, bastante video. Todos esos elementos armonizan y conforman un todo, un todo circular.
El arte supone flexibilidad. El arte es lo contrario de la rigidez. Si algo destaca en Mandalah es la flexibilidad de los cuerpos en el aire. Los trapecistas van formando mandalas. Conforman una estructura y al rato la deshacen para generar otra. Por momentos la estructura se nos cae encima.
En psicoanálisis se dice que el neurótico genera una estructura en su primera infancia y luego se esconde en ella, queda atrapado. La estructura aprisiona, genera sufrimiento pero a la vez da seguridad, por eso solemos emperrarnos
Mandalah es un espectáculo desestructurante. Ya desde el principio, cuando en lugar de hileras de butacas nos topamos con sillones acomodados en forma semicircular, sillones que invitan a relajarse y mirar como dos trapecistas se mueven en espejo hasta que descubrimos que se trata de uno solo. La dualidad percibida cae, entonces, como una ilusión generada por un juego de sombras.
Vemos imágenes proyectadas sobre una enorme pantalla, sobre telas y sobre los cuerpos en el aire. Música brasilera, Pink Floyd, Alan Parsons, Queen, Bach y una cantante lírica en escena. Muchas sensaciones, belleza y un poco de vértigo.
Es en el Club de Trapecistas Estrella del Centenario - Ferrari 252 (cerca de Pque. Centenario)
Web: http://www.clubdetrapecistas.com.ar/