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domingo, 30 de septiembre de 2012

Música - Jon Anderson

En pos de resumir el concierto que Jon Anderson dio en Buenos Aires podría empezar por el final: el show había terminado con el público ovacionando de pie, habían tenido lugar los bises, las luces del teatro ya estaban encendidas por completo y algún que otro técnico se aprestaba sobre el escenario al desarme de los equipos mientras unos pocos espectadores se retiraban. Sin embargo, el noventa por ciento del público permanecía en sus lugares, batiendo palmas y canturreando el infaltable Oooh OOO Oooh de los recitales de rock. Pasaban los minutos y la aclamación no aflojaba. Cuando un amigo me dijo: “resignáte, no va a volver, ya debe estar cambiado y yéndose al hotel, aceptá la realidad”, le contesté que a la realidad había que transformarla y continué con el canto y las palmas. Hilda Lizarasu, una de los personajes conocidos en el público, parecía comentar el concierto con el encargado del sonido y tampoco se decidía a salir. Se escuchó un murmullo cuando otro técnico volvió al escenario y, en lugar de desarmar, aparentó estar conectando cosas y enseguida, la gran ovación, la realidad transformada, Jon Anderson de nuevo sobre el escenario, con los rulos revueltos y una remerita que asemejaba casi un pijama. Una canción más, fuera de programa, de entrecasa, dar y recibir, ida y vuelta, transformando la realidad entre todos. Los de atrás avanzamos por los pasillos para estar allí, más cerca de esa figura legendaria de la música que es un hombre de carne y hueso, que da y recibe amor, despeinado, casi en pijama. Anderson comienza a entonar “Starship Trooper” y de pronto se percata que ya la había tocado, lo dice con naturalidad, entre risas, y arremete con “Show me”. Entonces se oye la exclamación de los que reconocen la melodía y luego a escuchar esa última canción, ese plus, ese regalo que él nos concede a nosotros y nosotros a él.
Anderson es de esas personas de las que en el barrio se dice que tienen “buena vibra”, cuando se lo nombra se lo designa como “la voz de YES” aunque no puede obviarse que ha sido también el compositor principal del grupo. Su concierto acústico revela las canciones tal como nacieron, tal como él las llevó al grupo, entonándolas con esa voz privilegiada y acompañado apenas por una guitarra. Canciones simples y hermosas que en la banda ganarían en complejidad y potencia. Los pasajes más bellos, más finos de la música de YES fueron compuestos por Anderson y constituyeron el meollo del concierto que dio en el Teatro Ateneo, desprovistos de todo el entramado sinfónico lucen tal como imaginamos él las propuso en la banda, en alguna sala de ensayo, en alguna reunión. ¡Qué más agregar! Por ejemplo que Anderson enriqueció el show con una buena cuota de humor y anécdotas. Impagable el relato de cómo conoció a Vangelis y las vicisitudes que lo hicieron durar apenas cinco días en la banda cuando Jon lo propuso como reemplazo de Wakeman, o el momento en que, al sentarse al piano, confesó que solo sabe tocar las teclas blancas.



jueves, 16 de agosto de 2012

Cine y Ecología– Green Film Fest en Buenos Aires





Entre el 16 y el 22 de agosto se estará llevando a cabo la tercera edición del Festival Internacional de Cine Ambiental, en el Cinemark de Palermo (Bulnes y Berutti). El programa del mismo consta de 14 films documentales que abordan distintos aspectos de la problemática ambiental.

Es difícil recomendar obras sin haberlas visto aún, por lo que me limito a mencionar algunas obras que vienen precedidas de buenos comentarios.

En “La sed del mundo”, el fotógrafo francés Yann Arthus-Bertrand, cuya muestra “La tierra vista desde el cielo” recorrió todo el mundo incluyendo la Argentina hace algunos años, revela junto a Thierry Piantanida y Baptiste Rouget-Luchaire, la problemática del agua potable.

Play again”, del director norteamericano, Tonje Hessen Schei, aborda las consecuencias de que los niños pasen mucho más tiempo frente a pantallas que ante un entorno natural.

En “The clean bin Project”, el canadiense Grant Baldwin y su pareja Jen, documentan el año en que se propusieron vivir sin generar ningún tipo de basura.

Sushi”, dirigida por Mark Hall, muestra cómo la industria del sushi está alterando el equilibrio ecológico en los mares.

Visual Telegrams” se anuncia como un ejercicio conjunto en el que treinta directores de diferentes países (Pablo Trapero representa a la Argentina) presentan cada uno un cortometraje de dos minutos (de ahí lo de telegrama visual) sobre cuestiones ambientales y el cuidado del planeta.

La programación completa puede verse en www.greenfilmfest.com.ar



lunes, 30 de abril de 2012

Cultura en Buenos Aires

Si uno se guiase por las propagandas , la cultura pareciera estar de maravillas en Buenos Aires: el BAFICI, la Feria del Libro, el Festival de Poesía, el de Circo, más una cantidad de alternativas que se anuncian en el sitio web del Gobierno de la Ciudad y en los spots que se muestran en cualquier dependencia municipal por la que uno transite. Lástima que además uno camine por ahí, y puede acercarse a alguno de los talleres de los centros culturales barriales para enterarse que los profesores no han cobrado todavía en lo que va del año (¡cuatro meses completos al momento de escribir esto!). Una verguenza que no admite justificativos.
Quizás este tipo de discordancias permitan comprender lo que sucedió en el cine 25 de Mayo durante una de las funciones del BAFICI (es probable que el episodio se haya repetido en otras salas  pero solo voy a referirme a lo que me consta en forma personal). Previo a la película, se proyectó un spot, que podría ser muy lindo en otro contexto, sobre lo importante que somos cada uno de los habitantes de la ciudad. Cuando al finalizar el mismo, el logo y la tipografía permitió reconocer que se trataba de una publicidad del gobierno de la ciudad, el público estalló en un abucheo generalizado. Alguien gritó “caraduras” y se ganó una ovación; otro exclamó: “Si somos tan importantes, pagá los sueldos” y cosechó incluso más aplausos de los que recibiría luego una interesante película coreana.
Entre las propagandas y los hechos , algo no concuerda en Buenos Aires.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Música - Rick Wakeman en el Gran Rex

En varias oportunidades he escuchado mencionar a Rick Wakeman como “el mejor tecladista del mundo”. Aunque algunos artistas lo sean, el arte no es competitivo y carece de mecanismos, como tiene por ejemplo el deporte, para medir los méritos que permitan definir un ordenamiento de mejor a peor. Esto no impide que existan concursos, premios, rankings y afirmaciones tan entusiastas y desatinadas como la que suele circundar a Rick Wakeman. Aunque, por cierto, merecer tal desatino ya habla bien del hombre.



Convengamos que Wakeman es un eximio tecladista, de dilatada carrera tanto en el rock como en la música clásica, conocido en todo el mundo por su trayectoria con el grupo YES como así también por su obra solista que incluye joyas como “Las seis esposas de Enrique octavo”, “Viaje al centro de la Tierra” o “Mitos y leyendas del Rey Arturo”.





Su presencia en el Buenos Aires agotó con rapidez las localidades obligando a agregar una nueva función.




Algo habrá sembrado Wakeman a lo largo de tantos años como para ser recibido con una tremenda ovación antes de tocar siquiera una nota. El propio Wakeman pareció sorprendido por tanto afecto y en varias ocasiones le costó encontrar las palabras para agradecer al público. Lo que nunca le ha costado son las notas, que sus dedos recorren, en ocasiones a velocidad asombrosa, sin errar nunca el destino. Sentado a un piano de cola y acompañado por la Orquesta Sinfónica de Buenos Aires dirigida por Guy Protherce, Wakeman ejecutó un repertorio basado en “Mitos y leyendas del Rey Arturo” y “Viaje al Centro de la Tierra”. “Catherine Howard” fue la única esposa de Enrique VIII que se dio cita por Buenos Aires; las demás cedieron su espacio a un homenaje a los Beatles (“Help” y “Eleanor Rigby”), “Gone but not forgotten” y “After the Ball” (un tema de “White Rock”).




El entusiasmo de la audiencia continuó luego de dos bises (“Merlín el mago” y “The jig”). Wakeman volvió al escenario una vez más, agradeció y a la vez dijo estar en un problema porque se les había acabado el repertorio ensayado con la orquesta, ante lo cual ofreció repetir un fragmento de “Viaje al centro de la tierra”. La situación derivó en los músicos rebuscando en sus partituras la página correspondiente mientras Wakeman los esperaba tocando el piano. Un momento simpático que un video colocado en YouTube me permite compartir con ustedes.




miércoles, 21 de diciembre de 2011

Peter Gabriel en Buenos Aires - Cobertura de los medios

La cobertura, por parte de la prensa, del show que Peter Gabriel dio en Buenos Aires (ver post inmediato anterior) merece una mención aparte. Todos los diarios hicieron su reseña, coincidiendo en destacar la calidad del show, aunque salpicando las crónicas de errores llamativos para quienes, se supone, deben informar correctamente, máxime, no habiendo intereses políticos en juego.



Diario Popular habló de un “soberbio show” en el que Gabriel tocó con “la Blue Orchestra” en lugar de la New Blood Orchestra (la sangre pasó a ser azul; muchachos ¡era solo cuestión de leer los afiches!) y más entrados en el texto, se menciona el disco “Scratch my bag” (Ráscame la bolsa, creo que sería ¿no?) en vez de “Scratch my back”.



Particular confusión generaron las dos coristas del concierto. La revista Rolling Stone, especializada en música, titula ingeniosamente su nota “Peter Gabriel: concierto para trenes y orquesta” pero comete el grosero error de mencionar la presencia de una cantante que nunca pisó la Argentina. Para Rolling Stone, las coristas fueron Jesca Hoop y ¡Ane Brun!. Ane Brun es una cantante noruega que canta con Gabriel en el disco “New Blood” y también en el concierto que se pasó hace poco en los cines en versión 3D, pero no participó de la gira latinoamericana. Las coristas fueron nombradas por el propio Gabriel varias veces a lo largo del concierto. Bastaba escuchar con un poco de atención.



Si una revista especializada en la materia hizo aparecer por Buenos Aires a una cantante que nunca anduvo por nuestra tierra, qué podemos esperar del cronista de Clarín que también vió a Ane Brun en el escenario o el de Página 12 que, además de la susodicha Brun, agregó también a Sevara Nazarkhan, cantante que ha sabido vocalizar con Gabriel en algunos shows en Europa, pero que a la hora del concierto en GEBA se encontraba a miles de kilómetros de Buenos Aires.



“El diario de la República” menciona la emocionante interpretación de Solbury Hill en la que se incluyeron varios compases de “La Marsellesa”. ¡Nooooooo! Fue la novena sinfonía de Beethoven, no “La Marsellesa”, la parte que cualquier estudiante de primaria puede reconocer como el “Himno a la alegría”. ¡Un poco de cultura general!



Al tema “The Nest that Sailed the Sky” se lo cita como formando parte del álbum “Up” cuando en verdad es de “Ovo”. Errores de este tipo, varios. Y ni que hablar de la cantidad de público asistente que para algún medio fueron dieciocho mil, para otros treinta mil.



Los medios televisivos no se quedaron atrás. TN transmitió en vivo las dos primeras canciones del show. Como Gabriel entonó un par de veces la frase “hold on”, el famoso periodista que anunciaba el show dedujo que así se llamaría la canción por lo que no dudó en bautizar el tema como “Hold on”, con sobreimpreso incluido, cuando la canción se llama “Wallflower”. Al día siguiente, cuando repitieron la noticia corrigieron.



Si la simple cobertura de un concierto acumula tantos desaciertos, no parece descabellado sospechar que tal cantidad de errores inunde todas las demás noticias que, a diario leemos tal vez sin cuestionar cómo nos estamos informando. ¡Ni qué hablar de aquellas noticias que movilizan otro tipo de intereses!





Pueden leerlo por ustedes mismos:





http://diariopopular.com.ar/dp001.php?nId=622118&src=NP





http://www.rollingstone.com.ar/1425200-peter-gabriel-concierto-para-trenes-y-orquesta





http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/3-23572-2011-11-20.html





http://www.clarin.com/espectaculos/musica/musico-amigo-trenes_0_593940890.html





http://www.eldiariodelarepublica.com/espectaculos/En-version-orquestal-Peter-Gabriel-emociono-a-18-mil-espectadores-en-Buenos-Aires--20111120-0009.html





sábado, 4 de junio de 2011

Música - ASIA en Buenos Aires

El rock sinfónico es un movimiento musical muy interesante, iniciado en la década del setenta, cuando una serie de músicos con formación de conservatorio decidieron dedicarse al rock and roll. Esto dio lugar a un cóctel de composiciones basadas en formas sinfónicas, obviamente mucho más elaboradas que las canciones pop o rock tradicionales, pero ejecutadas con guitarras eléctricas, sintetizadores y demás instrumentos típicos del rock. De este movimiento formaron y forman parte bandas emblemáticas como Yes, Pink Floyd, King Crimson, Emerson Lake &Palmer, Genesis y otras.
Este tipo de música, caracterizada por temas largos, plagados de cambios de ritmo y momentos instrumentales, puede resultar difícil de asimilar para el oído contemporáneo, acostumbrado a canciones monocordes, con unas pocas estrofas que preparan un estribillo insistente. Para quienes quieran iniciarse en el rock sinfónico, ASIA constituye una excelente puerta de entrada, ya que sus canciones no son tan largas ni sus letras tan misteriosas, suelen tener un estribillo que las emparenta con la música más comercial pero a la vez, cada tema tiene sus cambios de tempo y un entramado instrumental muy refinado que las separa de la música descartable con que el mercado nos bombardea. La música de ASIA no es descartable, no cansa, se puede escuchar mucho tiempo y siempre se descubre algo nuevo. Se trata de una banda formada por músicos virtuosos, casi una especie de seleccionado del rock: Steve Howe, el famoso guitarrista de Yes; Geoff Downes, actual integrante de Yes, en teclados; John Wetton, ex-King Crimson, en voz y bajo y Carl Palmer, baterista de ELP, uno de los mejores del mundo.



El 21 de mayo, en el marco de su gira americana, dieron un inmejorable concierto en el Teatro Colegiales de la ciudad de Buenos Aires, en el que llamó la atención la cantidad de público adolescente mezclado entre el público más adulto que caracteriza los recitales sinfónicos. Hasta el grupo soporte, Hexatónica, del que hablaremos en otro momento, mostró un promedio de edad bastante bajo.

Con sus dos últimos discos, Phoenix (2008) y Omega (2010), Asia acumuló repertorio de sobra como para no necesitar rellenar sus conciertos con “covers” de las bandas por las que pasaron sus integrantes.

En Buenos Aires, abrieron el show con una ejecución impecable de "Time Again" que justificó el entusiasmo del público. A Wetton le cabe la frase que evoca a Gardel, porque no solo no ha perdido potencia en su voz sino que cada día canta mejor, hecho que se notaba en los últimos discos y tuvo su confirmación en vivo, donde no hay posproducción ni retoque que valga.

Carl Palmer, por su parte, dio una clase magistral de batería, no solo por el solo acrobático y juguetón que le valió una ovación a la que respondió con un “caramba, caramba” pronunciado en perfecto español. Más allá de ese momento de lucimiento personal, en estos tiempos en que los bateristas se han vuelto tan monótonos al punto de ser reemplazados por máquinas, lo de Palmer es fantástico: nunca repite el mismo golpe amén de lo estrictamente necesario, ofrece variantes todo el tiempo y mete una fuerza tremenda que hace temblar las paredes. Una vez escuché a Peter Gabriel decir que una banda solo puede llegar a ser tan buena como su baterista. En este caso, Asia no tiene límites.

De Howe ya hemos escrito aquí en otra ocasión; verlo encontrar los caminos a toda velocidad entre las cuerdas es un lujo que ya vale la entrada. Tuvo aquí también su momento en solitario, sentado con la guitarra acústica, como es casi tradición en los recitales de Yes. Downes se mostró simpático, muy ajustado en teclados y en coros, contribuyendo siempre a embellecer las canciones.


Wetton y Downes componen la mayor parte del material de Asia e interpretaron dos canciones entre ambos. La versión de “D’ont cry” superó incluso la del disco y contó con la participación del público que cantó a capella con Wetton.

Pero más allá de las menciones individuales, la banda sonó muy ensamblada, como una verdadera gestalt. En algún momento escuché decir que Asia era una especie de rejunte de grandes individualidades donde el todo no llegaba ser más que la suma de los integrantes. Si esto fue así en algún momento, la cosa ha cambiado. Asia es ahora un grupo, una verdadera banda que compone y ejecuta música de calidad que merece, a mi criterio, un teatro mayor para su próxima venida a la Argentina.


martes, 30 de noviembre de 2010

YES en Argentina - El cambio perpetuo

YES
El concierto generaba expectativas de todo tipo, un poco por la ansiedad de ver en nuestro país a una legendaria banda, pionera del rock progresivo; como también por las dudas sobre cómo funcionarían los reemplazos, sobre todo el de Jon Anderson.
Algunos argumentaban que sin Anderson ni Wakeman padre, ya no sería YES; otros hablaban de “medio YES” y se miraba con desconfianza al nuevo cantante. Si esto sucedía entre los supuestos admiradores del grupo; ni que hablar de los demás, aquellos acostumbrados a tildarlos de dinosaurios o pretenciosos.

Acusar a un músico de dinosaurio es un disparate que no tiene sostén; dado que se lo está acusando de portación de años, como si la música fuera posible hasta un determinado momento de la vida. Si Beethoven hubiera abandonado la música a cierta edad, hoy no tendríamos la novena sinfonía.

Lo de pretenciosos es un mote que intenta ser descalificador cuando, si lo tomamos desde cierto punto de vista, podría ser visto, en verdad, como un elogio. Estos tipos no se conformaron con repetir las fórmulas musicales establecidas; fueron más allá, investigaron, exploraron, se formaron. Todos los integrantes de YES son músicos virtuosos, tienen formación de conservatorio, no están limitados a tocar lo que les sale, pueden tocar lo que quieran y han pretendido ir más allá del hit pegadizo de tres minutos, generando una carrera que, si bien tuvo su apogeo en la década del setenta, se ha extendido por más de cuarenta años. Después ya la cosa pasa a ser cuestión de gusto, de sensibilidad, de apreciación personal. Hay gente a la que le gusta y gente a la que no.


La cuestión es que estos “dinosaurios pretenciosos” dieron una lección de música en su paso por la Argentina, donde tocaron en Rosario, Córdoba y Mendoza, además de los dos conciertos en Buenos Aires, superando con creces las expectativas.


No hubo escenografía diseñada por Roger Dean ni la suite Pájaro de Fuego de Stravinsky para recibirlos. Los músicos entraron caminando, como panchos por su casa, se acomodaron y ni bien comenzaron con Siberian Kathru, supimos que YES estaba allí. Hubo algún desajuste de sonido que quizás no haya sido percibido por la audiencia, pero Howe se encargó de resolverlo con los técnicos sin dejar una sola nota por tocar. La atención del público estaba puesta en el cantante Benoit David, recibido con cautelosos aplausos primero y ovacionado al promediar el show luego de “romperla” en Heart of the Sunrise, donde llegó a todos los agudos que el tema requiere con una potencia que dejó conformes a todos.


Es cierto que YES ha tenido una voz emblemática en Jon Anderson, apenas ausente en uno de los veintisiete discos editados por la banda; y también que, en los años de madurez había logrado en escena una presencia casi sacerdotal. Puede que haya extrañado, entonces, verlo a Benoit moviendo las manos al compás de la música, vestido con un chalequito o enfundado, al final, en la camiseta argentina. Personalmente me resultó muy acertada la gestualidad con que acompañó el final de And you and I, levantando los brazos al tiempo que la música se elevaba hacia la estratosfera.

And you and I es una hermosa canción de amor; a mi criterio, una de las pocas que existen, ya que las que acostumbramos llamar así, no son canciones de amor sino de enamoramiento, en todo caso, la primera etapa de lo que podría llegar a ser el amor. Aquí, otra vez, han ido más lejos que el resto, apuntando a la unión espiritual posible entre dos seres, muy posterior a la etapa del enamoramiento, los celos y el “no puedo vivir sin vos” con que nos edulcoran la mayoría de las canciones. Este tema es sublime y así lo interpretaron.



Para esa altura ya habían tocado I’ve seen all good people, casi un himno, compartido esta vez por varias generaciones ya que, además de padres que llevaron a sus hijos se vieron muchos jóvenes que asistieron por su cuenta, rompiendo el estereotipo de publico cuarentón o cincuentón con el que la prensa suele describir a la buena gente que sigue al grupo. También Tempos Fugit, canción presentada por Squire, quien se tomó el trabajo de anunciar que tocarían dos canciones de Drama (el único disco en el que no había participado Anderson), obra que no solían interpretar en vivo. Volvieron a sorprender luego con Astral Traveller, tema de Time and a Word, segundo disco de la banda, editado en 1970. Pese a ser un tema de los inicios del grupo, donde apenas se insinuaba lo que lograrían más adelante, la canción sonó renovada y muy integrada al resto del repertorio, solo de Alan White incluido. Una gran interpretación y otra prueba más de que la música de YES viene superando con holgura el paso de los años. Machine Messiah, el segundo tema de Drama que ejecutaron, fue otro de los platos fuertes de la noche, en particular por ser una canción que no tocaban desde hacía años.

Luego llegaría el turno de Perpetual Change, tema de The YES Album, de 1971, cuya poesía vino a remarcar el mensaje del grupo en estos años.


And one peculiar point I see,
As one of many ones of me.
As truth is gathered, I rearrange,
Inside out, outside in, inside out, outside in,
Perpetual change.


Ante la ausencia de Anderson, Squire y Howe se repartieron el protagonismo al momento de comunicarse con el público. Ya cuando el notable guitarrista, gritó “alright” al término de Siberian Kathru, alguien del público supo despertar sonrisas al exclamar: “¡Epa! Steve Howe habla!”. El propio Howe se encargaría de presentar “una canción de los ochenta”, antes de arremeter con Owner of a lonely heart, el gran hit del grupo, tema que suelen menospreciar los fanáticos por ser el registro más pop de la banda. Convengamos que cuando se propusieron hacer un tema pegadizo, para recuperar algo de popularidad en una década poco propicia para los temas largos, pudieron hacerlo sin banalizarse. Owner… compitiendo en la categoría “canciones con estribillo” les gana a todos los especialistas en el asunto. La letra, además, no es para despreciar. Con aire chamánico, incita, nada menos, que a salirse de la masa y hacerse cargo del libre albedrío.

Por supuesto, hubo tiempo para deleitarse con un set acústico de Howe y para saltar y cantar en Roundabout, con Benoit ya en plena comunicación con el público.

Starship Trooper es un tema ideal para terminar un recital, aquí con la banda sonando a pleno, Howe cambiando de guitarras como en casi todo el concierto y Squire dándole al bajo de tal forma que te hacía vibrar el pecho.

Párrafo aparte para Oliver Wakeman. Tocó las partes de su padre con precisión y agregó algunos toques de buen gusto, aunque su bajo perfil lo haga pasar un poco desapercibido.

Luego de esta gira, anunciaron que dedicarán el 2011 al lanzamiento de un nuevo disco, con la misma formación que vino al país en el marco de “In the present tour”.


YES estuvo en la Argentina. YES en el presente. Se renueva el grupo y el público. El tiempo pasa y la música permanece. YES y el cambio perpetuo.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Música - Carl Palmer Band

Confieso que cuando me enteré de su visita surgieron algunos prejuicios. ¿La música de Emerson Lake and Palmer solo con Palmer? Pensé (esto no es pensar, es una idea prejuiciosa que se dispara en la cabeza) que el hombre vendría a ganarse unos mangos a Sudamérica, aprovechando los resabios de una fama un tanto perdida en el tiempo.
La desconfianza se fue apaciguando al encontrar en YouTube algunos videos de la Carl Palmer Band que mostraban fragmentos de show más que interesantes; y terminó de desvanecerse por completo apenas comenzado el espectáculo.

Palmer puso sobre el escenario todo lo que tiene. Y tiene mucho. Energía, furia, música, virtuosismo, humor, simpatía y hasta el esfuerzo de hablar casi siempre en español. No tenía un papel en el piso como McCartney. ¿Dónde aprendió este “muchacho”? En la presentación de Trilogy, se permitió bromear sobre la tapa del disco: “El de la derecha, soy yo, el más guapo” y en español calificó a “Love Beachcomo un “disco muy malo, culpa mía también”. “¿Quieren más? Yo también” declaró promediando la noche.

Era Carl Palmer, el mejor baterista de rock del mundo, uno iba preparado para un solo de batería, pero el que hizo en “Fanfarrea para el hombre común” fue lo mejor que he visto en mi vida. Todos los sonidos que se le pueden sacar una batería, uno detrás del otro en perfecta armonía. Tremendo. Me llamó la atención la actitud de este músico brillante. No se le vio una postura circense del tipo “miren todo lo que puedo hacer”. No, lo hizo con una disposición más bien lúdica. Palmer jugaba con el instrumento, se divertía él y se compenetraba de modo tal que la música parecía llevarlo a otro estado como si hubiera entrado en trance.

Pero Palmer no vino solo. El nombre “Carl Palmer Band” estuvo lejos de ser un eufemismo. Son una banda en serio. Simon Fitzpatrick lució muy seguro en el bajo y hasta le dio un descanso a Palmer haciendo “Rapsodia Bohemia” de Queen, toda completita, con los coros incluidos, todo con el bajo. ¡Notable!

Ni hablar de Paul Bielatowicz. Apenas apareció por el escenario, flaquito, bajito, parecía un nene. Ni bien empezó a tocar ¡qué nene! Hizo suya la guitarra, se paseó por todos los registros, tocó limpio sobre el silencio, jugó con las posibilidades de los pedales, un pichón de Steve Howe, un nerd de la guitarra. Nunca un acorde de fogón, no, los dedos recorriendo las cuerdas a toda velocidad encontrando siempre su camino. Todo lo que Emerson tocaba en los teclados lo hizo Paul en su guitarra, nota por nota. ¡Un hallazgo!

La ejecución de “Cuadros para una exposición”, basada en la obra de Mussorgsky, con imágenes del Acorazado de Potemkim por detrás, fue quizás el pico más alto de un show sin fisuras, en el que también se destacaron "Hoedown", “Tarkus”, una versión rockera de “Carmina Burana” y la más conocida del “Cascanueces” de Tchaikovski. “Cuadros”, en particular, es una de las piezas más sublimes que ha dado el rock sinfónico y la ejecución de la Carl Palmer Band no hizo más que resaltarla.

En el teatro hubo mucho fervor del público, y admiración también ante lo que llegaba desde el escenario, pero no estaba lleno del todo. Quedaron varias butacas vacías que supimos aprovechar los que estábamos atrás para acercarnos al escenario, butacas que que podrían haber ocupado otros que también habrán dudado de la jerarquía de lo que se ofrecía y, esta vez, se dejaron ganar por los prejuicios.


Los prejuicios parten de la ignorancia y se disuelven abriéndose a la cosa en sí. Ojalá vuelva a repetirse un show así en Buenos Aires… y ese día, a llenar el teatro.

Paul MCCartney - Cosecharás lo que has sembrado

Antes incluso de llegar al país, ya tenía todas las entradas vendidas y al público comprado. A un hombre de semejante trayectoria en el campo de la música popular se le hubiera perdonado todo. Podría haber salido a escena solo con una guitarra, sin banda, sin luces, haber tocado una hora y se hubiera retirado con más dinero y quizás los mismos aplausos; pero no lo hizo.
Paul McCartney montó una obra de ingeniería en el escenario, con una iluminación pocas veces vista, unas pantallas y un sonido que permitieron disfrutar del show al que estaba allá lejos en la popular con la misma intensidad que el que estaba en la fila uno. Y tocó tres horas sin parar. ¿Alguien lo vio tomar un vaso de agua? Se esmeró en hablar en español, leyendo unos papeles en el piso; y hasta dirigió el coro del público en “Hey Jude”: “Ahora solamente los hombres, ahora las mujeres, ahora todos juntos”.
Trajo una banda de eficientes músicos, con el virtuosismo justo como para que el foco no se fuera nunca de lo más importante: las canciones. Músicos que tocaron y se divirtieron, haciendo también reír al público, como el enorme batero bailando durante “Dance Tonigth”.
Los Beatles son los padres del rock. Abrieron caminos que muchos todavía intentan copiar y algunos han sabido recorrer y profundizar. Como se dice hoy en día, McCartney es un “grosso” y dio en la cancha de River un verdadero “concerto grosso”. Se llevó del público todo el afecto imaginable por supuesto, pero el hombre no vino solo a cosechar. Paul McCartney a los sesenta y ocho años sigue sembrando.