lunes, 4 de mayo de 2009

Seda

Y hablando de seda…

Seda, del italiano Alessandro Baricco, es una novela corta (creo que le va mejor que “cuento largo”), de pocas palabras, pero en la que cada una de ellas parece ocupar un lugar preciso. Como ejemplo, me limito a citar que, al precisar la época en que transcurre el relato, se menciona que por aquel tiempo Flaubert estaba escribiendo “Salammbo”. La mención no es gratuita sino que funciona casi como una pista. En “Salammbo”, se cuenta la historia de un amor imposible entre una sacerdotisa de Cartago y un mercenario que ataca la ciudad. Aquí, tenemos un mercenario francés que viaja a Japón, lugar hasta aquel entonces cerrado a los extranjeros, para conseguir gusanos de seda, ya que una peste afecta a los gusanos europeos.

“Lo hacían desde hacía más de mil años, según ritos y secretos que habían alcanzado una mística exactitud. Lo que Balbadiou pensaba es que no se trataba de una leyenda, sino de la pura y simple verdad. Una vez había tenido entre sus dedos un velo tejido con hilo de seda japonés. Era como tener la nada entre los dedos.”

El libro se lee rápido, la prosa tiene la liviandad de la seda y quizás, su consistencia.
La seda es un producto natural que el hombre ha intentado, inútilmente, producir a través de métodos artificiales e industriales. Ninguno de los intentos de producir seda artificial ha logrado la resistencia, elasticidad, finura y conservación del calor. El hombre no puede igualar al gusano.


La obra está escrita en espiral, Hervé Joncour, su protagonista, viaja repetidas veces, pasando por los mismos lugares, pero acercándose cada vez más hacia un centro que no develaremos aquí.
Creo que la obra merodea la nada, el vacío, eso que siempre falta, eso que nunca se alcanza. Ese vacío constitutivo del ser humano que nos mantiene en acción. Si nada nos faltara, nada haríamos.

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