La idea de una instalación que cruza teatro y video cuyo tema es el paso del tiempo me atrajo al Teatro General San Martín, a presenciar la obra “Yo en el futuro” de Federico León.
La cuestión es más o menos así: los personajes de la obra se fueron grabando a lo largo de sus vidas en una serie de filmaciones caseras y, arribados a la vejez contemplan en escena lo filmado y lo muestran a las nuevas generaciones (¿o a ellos mismos en un salto en el tiempo?). Revolotea la idea de la circularidad del tiempo, leves variaciones de lo mismo.
El encuentro entre teatro y video se repite procurando la sensación de las cajas chinas. El problema es que miramos y miramos y poco interesa lo que se ve. Las actuaciones parecen más caseras que las filmaciones (¡cuando voy al teatro quiero ver una actuación!); dando la sensación de no ser más que una prolija muestra escolar.
El problema de las filmaciones caseras suele ser que solo interesan a quienes aparecen en ellas. Aquí, por momentos se produce la misma sensación. La obra, con su estructura recursiva de gente filmada viéndose filmada, logra captar la atención del público; la primera parte está cumplida, pero luego, desaprovecha el haber obtenido nuestra atención no conduciéndonos a nada atractivo. El paso del tiempo debe ser uno de las cuestiones más sensibles para el ser humano, el tema da para mucho; pero aquí no tiene fuerza dramática, no hay narración, no hay historia; tampoco emoción, todo es extraño y frío. Al terminar la obra y me quedé con la sensación de una buena idea desaprovechada.
La cuestión es más o menos así: los personajes de la obra se fueron grabando a lo largo de sus vidas en una serie de filmaciones caseras y, arribados a la vejez contemplan en escena lo filmado y lo muestran a las nuevas generaciones (¿o a ellos mismos en un salto en el tiempo?). Revolotea la idea de la circularidad del tiempo, leves variaciones de lo mismo.
El encuentro entre teatro y video se repite procurando la sensación de las cajas chinas. El problema es que miramos y miramos y poco interesa lo que se ve. Las actuaciones parecen más caseras que las filmaciones (¡cuando voy al teatro quiero ver una actuación!); dando la sensación de no ser más que una prolija muestra escolar.
El problema de las filmaciones caseras suele ser que solo interesan a quienes aparecen en ellas. Aquí, por momentos se produce la misma sensación. La obra, con su estructura recursiva de gente filmada viéndose filmada, logra captar la atención del público; la primera parte está cumplida, pero luego, desaprovecha el haber obtenido nuestra atención no conduciéndonos a nada atractivo. El paso del tiempo debe ser uno de las cuestiones más sensibles para el ser humano, el tema da para mucho; pero aquí no tiene fuerza dramática, no hay narración, no hay historia; tampoco emoción, todo es extraño y frío. Al terminar la obra y me quedé con la sensación de una buena idea desaprovechada.
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