La desconfianza se fue apaciguando al encontrar en YouTube algunos videos de
Palmer puso sobre el escenario todo lo que tiene. Y tiene mucho. Energía, furia, música, virtuosismo, humor, simpatía y hasta el esfuerzo de hablar casi siempre en español. No tenía un papel en el piso como McCartney. ¿Dónde aprendió este “muchacho”? En la presentación de Trilogy, se permitió bromear sobre la tapa del disco: “El de la derecha, soy yo, el más guapo” y en español calificó a “Love Beach” como un “disco muy malo, culpa mía también”. “¿Quieren más? Yo también” declaró promediando la noche.
Era Carl Palmer, el mejor baterista de rock del mundo, uno iba preparado para un solo de batería, pero el que hizo en “Fanfarrea para el hombre común” fue lo mejor que he visto en mi vida. Todos los sonidos que se le pueden sacar una batería, uno detrás del otro en perfecta armonía. Tremendo. Me llamó la atención la actitud de este músico brillante. No se le vio una postura circense del tipo “miren todo lo que puedo hacer”. No, lo hizo con una disposición más bien lúdica. Palmer jugaba con el instrumento, se divertía él y se compenetraba de modo tal que la música parecía llevarlo a otro estado como si hubiera entrado en trance.
Pero Palmer no vino solo. El nombre “Carl Palmer Band” estuvo lejos de ser un eufemismo. Son una banda en serio. Simon Fitzpatrick lució muy seguro en el bajo y hasta le dio un descanso a Palmer haciendo “Rapsodia Bohemia” de Queen, toda completita, con los coros incluidos, todo con el bajo. ¡Notable!
La ejecución de “Cuadros para una exposición”, basada en la obra de Mussorgsky, con imágenes del Acorazado de Potemkim por detrás, fue quizás el pico más alto de un show sin fisuras, en el que también se destacaron "Hoedown", “Tarkus”, una versión rockera de “Carmina Burana” y la más conocida del “Cascanueces” de Tchaikovski. “Cuadros”, en particular, es una de las piezas más sublimes que ha dado el rock sinfónico y la ejecución de
En el teatro hubo mucho fervor del público, y admiración también ante lo que llegaba desde el escenario, pero no estaba lleno del todo. Quedaron varias butacas vacías que supimos aprovechar los que estábamos atrás para acercarnos al escenario, butacas que que podrían haber ocupado otros que también habrán dudado de la jerarquía de lo que se ofrecía y, esta vez, se dejaron ganar por los prejuicios.
Los prejuicios parten de la ignorancia y se disuelven abriéndose a la cosa en sí. Ojalá vuelva a repetirse un show así en Buenos Aires… y ese día, a llenar el teatro.
2 comentarios:
Concuerdo con tu comentario, yo estuve en el concierto que dio en Chile y efectivamente fues espectacular
Me adjunto al comentario, los vi hace una semana en España, una maravilla!
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