martes, 30 de noviembre de 2010

YES en Argentina - El cambio perpetuo

YES
El concierto generaba expectativas de todo tipo, un poco por la ansiedad de ver en nuestro país a una legendaria banda, pionera del rock progresivo; como también por las dudas sobre cómo funcionarían los reemplazos, sobre todo el de Jon Anderson.
Algunos argumentaban que sin Anderson ni Wakeman padre, ya no sería YES; otros hablaban de “medio YES” y se miraba con desconfianza al nuevo cantante. Si esto sucedía entre los supuestos admiradores del grupo; ni que hablar de los demás, aquellos acostumbrados a tildarlos de dinosaurios o pretenciosos.

Acusar a un músico de dinosaurio es un disparate que no tiene sostén; dado que se lo está acusando de portación de años, como si la música fuera posible hasta un determinado momento de la vida. Si Beethoven hubiera abandonado la música a cierta edad, hoy no tendríamos la novena sinfonía.

Lo de pretenciosos es un mote que intenta ser descalificador cuando, si lo tomamos desde cierto punto de vista, podría ser visto, en verdad, como un elogio. Estos tipos no se conformaron con repetir las fórmulas musicales establecidas; fueron más allá, investigaron, exploraron, se formaron. Todos los integrantes de YES son músicos virtuosos, tienen formación de conservatorio, no están limitados a tocar lo que les sale, pueden tocar lo que quieran y han pretendido ir más allá del hit pegadizo de tres minutos, generando una carrera que, si bien tuvo su apogeo en la década del setenta, se ha extendido por más de cuarenta años. Después ya la cosa pasa a ser cuestión de gusto, de sensibilidad, de apreciación personal. Hay gente a la que le gusta y gente a la que no.


La cuestión es que estos “dinosaurios pretenciosos” dieron una lección de música en su paso por la Argentina, donde tocaron en Rosario, Córdoba y Mendoza, además de los dos conciertos en Buenos Aires, superando con creces las expectativas.


No hubo escenografía diseñada por Roger Dean ni la suite Pájaro de Fuego de Stravinsky para recibirlos. Los músicos entraron caminando, como panchos por su casa, se acomodaron y ni bien comenzaron con Siberian Kathru, supimos que YES estaba allí. Hubo algún desajuste de sonido que quizás no haya sido percibido por la audiencia, pero Howe se encargó de resolverlo con los técnicos sin dejar una sola nota por tocar. La atención del público estaba puesta en el cantante Benoit David, recibido con cautelosos aplausos primero y ovacionado al promediar el show luego de “romperla” en Heart of the Sunrise, donde llegó a todos los agudos que el tema requiere con una potencia que dejó conformes a todos.


Es cierto que YES ha tenido una voz emblemática en Jon Anderson, apenas ausente en uno de los veintisiete discos editados por la banda; y también que, en los años de madurez había logrado en escena una presencia casi sacerdotal. Puede que haya extrañado, entonces, verlo a Benoit moviendo las manos al compás de la música, vestido con un chalequito o enfundado, al final, en la camiseta argentina. Personalmente me resultó muy acertada la gestualidad con que acompañó el final de And you and I, levantando los brazos al tiempo que la música se elevaba hacia la estratosfera.

And you and I es una hermosa canción de amor; a mi criterio, una de las pocas que existen, ya que las que acostumbramos llamar así, no son canciones de amor sino de enamoramiento, en todo caso, la primera etapa de lo que podría llegar a ser el amor. Aquí, otra vez, han ido más lejos que el resto, apuntando a la unión espiritual posible entre dos seres, muy posterior a la etapa del enamoramiento, los celos y el “no puedo vivir sin vos” con que nos edulcoran la mayoría de las canciones. Este tema es sublime y así lo interpretaron.



Para esa altura ya habían tocado I’ve seen all good people, casi un himno, compartido esta vez por varias generaciones ya que, además de padres que llevaron a sus hijos se vieron muchos jóvenes que asistieron por su cuenta, rompiendo el estereotipo de publico cuarentón o cincuentón con el que la prensa suele describir a la buena gente que sigue al grupo. También Tempos Fugit, canción presentada por Squire, quien se tomó el trabajo de anunciar que tocarían dos canciones de Drama (el único disco en el que no había participado Anderson), obra que no solían interpretar en vivo. Volvieron a sorprender luego con Astral Traveller, tema de Time and a Word, segundo disco de la banda, editado en 1970. Pese a ser un tema de los inicios del grupo, donde apenas se insinuaba lo que lograrían más adelante, la canción sonó renovada y muy integrada al resto del repertorio, solo de Alan White incluido. Una gran interpretación y otra prueba más de que la música de YES viene superando con holgura el paso de los años. Machine Messiah, el segundo tema de Drama que ejecutaron, fue otro de los platos fuertes de la noche, en particular por ser una canción que no tocaban desde hacía años.

Luego llegaría el turno de Perpetual Change, tema de The YES Album, de 1971, cuya poesía vino a remarcar el mensaje del grupo en estos años.


And one peculiar point I see,
As one of many ones of me.
As truth is gathered, I rearrange,
Inside out, outside in, inside out, outside in,
Perpetual change.


Ante la ausencia de Anderson, Squire y Howe se repartieron el protagonismo al momento de comunicarse con el público. Ya cuando el notable guitarrista, gritó “alright” al término de Siberian Kathru, alguien del público supo despertar sonrisas al exclamar: “¡Epa! Steve Howe habla!”. El propio Howe se encargaría de presentar “una canción de los ochenta”, antes de arremeter con Owner of a lonely heart, el gran hit del grupo, tema que suelen menospreciar los fanáticos por ser el registro más pop de la banda. Convengamos que cuando se propusieron hacer un tema pegadizo, para recuperar algo de popularidad en una década poco propicia para los temas largos, pudieron hacerlo sin banalizarse. Owner… compitiendo en la categoría “canciones con estribillo” les gana a todos los especialistas en el asunto. La letra, además, no es para despreciar. Con aire chamánico, incita, nada menos, que a salirse de la masa y hacerse cargo del libre albedrío.

Por supuesto, hubo tiempo para deleitarse con un set acústico de Howe y para saltar y cantar en Roundabout, con Benoit ya en plena comunicación con el público.

Starship Trooper es un tema ideal para terminar un recital, aquí con la banda sonando a pleno, Howe cambiando de guitarras como en casi todo el concierto y Squire dándole al bajo de tal forma que te hacía vibrar el pecho.

Párrafo aparte para Oliver Wakeman. Tocó las partes de su padre con precisión y agregó algunos toques de buen gusto, aunque su bajo perfil lo haga pasar un poco desapercibido.

Luego de esta gira, anunciaron que dedicarán el 2011 al lanzamiento de un nuevo disco, con la misma formación que vino al país en el marco de “In the present tour”.


YES estuvo en la Argentina. YES en el presente. Se renueva el grupo y el público. El tiempo pasa y la música permanece. YES y el cambio perpetuo.

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