lunes, 31 de mayo de 2010

Cine - Seraphine

La película aborda la vida de la pintora naif Seraphine Louis, conocida también como Seraphine de Senlis, por el pueblo donde vivió. La obra nos presenta a una mujer de condición humilde que limpia casas, platos y ropa por unas pocas monedas. Más tarde, la veremos recolectar barro, cera de las velas de una iglesia y sangre de un animal muerto, todos elementos naturales con los que fabricará la pintura que utilizará por las noches para pintar en un estado de trance. Sirvienta de día, pintora de noche.
En el año 1912 Wilhem Uhde, un reconocido crítico de arte parisino, se traslada a Senlis para escribir un trabajo sobre la obra de Picasso. Seraphine es enviada a limpiarle la casa cada tanto. Uhde terminará encontrando en una visita de compromiso a la casa de una de las patronas de Seraphine un cuadro que le llama la atención. Preguntará por el autor de dicha pintura y se sorprenderá cuando le informan que se trata de la sirvienta. Se interesará por su obra y acabará por convertirse en su mecenas. Aquí, en lo que podría interpretarse como un final feliz, comienza en verdad el meollo de esta historia.
Seraphine deja de fabricar sus propias pinturas para encargarlas en el negocio del pueblo. Gradualmente va perdiendo contacto el con la naturaleza. Pasa de las moneditas a los billetes. Empieza a tener dinero de más y no sabe qué hacer con eso. Queda expuesta a las leyes del mercado, a la ansiedad por ser aprobada, al desasosiego que le produce los obstáculos que encuentra para poder exponer, en una sociedad que todavía no tiene lugar para la mujer artista. Pierde el equilibrio que había construido y enloquece. Intenta reponer la armonía perdida creando un delirio. Es internada en un hospicio y olvidada al punto de que, posiblemente debido a la ocupación alemana de Francia, no hay registros fidedignos sobre el año de su muerte. La película, casi por pudor, apenas muestra esos últimos años, en los albores de un mundo que se obstinará en encerrar a los locos sensibles y otorgar poder a los peligrosos.


La película fue dirigida por Martin Provost y protagonizada por Yolande Moreau. Ambos relataron una anécdota que me pareció muy interesante mencionar. No habiendo retratos ni fotografías de la verdadera Seraphine, Provost eligió a Moreau exclusivamente por sus cualidades actorales. Durante la filmación alguien les acerca una copia del, hasta hoy, único retrato encontrado de la pintora. Cuando Provost lo vio, se asombró por el parecido que tenía con Moreau. La semejanza es tal que el retrato, aportado por un coleccionista, parece sacado de la propia película. “Soy yo” dijo Yolande Moreau. Seraphine pintaba con sangre y Yolande puso la suya para recrear un personaje difícil de olvidar.





Retrato de Seraphine Louis

Obra de Seraphine Louis

miércoles, 26 de mayo de 2010

Artes combinadas - Mapas para perderse

Hace unas semanas, tuve la suerte de toparme con la muestra “Mapas para perderse” de Horacio Sanchez Fantino y Reynaldo Sietecase. Si tuviera que sintetizar, diría que se trata de una colección de mapas poéticos que se enhebran para contar una historia. Una ciudad llena de gente. Un hombre perdido. Un hombre que busca lo perdido. Mapas que se hacen rompecabezas.
Frente a las obras, vino a mi memoria la frase “El mapa no es el territorio”, atribuida a Alfred Korzybski (lingüista de origen polaco), y usada por él como metáfora para explicar que el lenguaje constituye un mapa empleado por las personas para representar la realidad que percibimos.
Korzybski hablaba cinco idiomas y ello, sin duda, lo ayudó a advertir que los idiomas son mapas que no debemos confundir con el territorio; al cual podríamos llamar lo real, tanto en sentido corriente como, tomando ciertos riesgos, en sentido lacaniano.

Nuestra percepción del mundo está condicionada por la biología (hay frecuencias sonoras que nuestro oído no puede captar, por ejemplo) y también por la cultura, cuya expresión más tangible es el lenguaje. Los esquimales tienen setenta palabras distintas para referirse a distintos tipos de nieve, nosotros solamente una. En definitiva, no conocemos la realidad, vivimos entre impresiones y significantes que intentan representarla. Conocemos representaciones. Vivimos entre mapas.
En el ámbito de la subjetividad, cada persona tiene su propio mapa, su propia manera de representar el mundo. Cuando el mapa de una persona difiere demasiado del de los demás, se lo puede tomar por loco o, con suerte, por genio o visionario. Los consejos que recibimos de nuestros padres, amigos, maestros y los mensajes que recibimos de los medios son eso: mapas. Mapas que le han servido a otros y que tal vez puedan orientarnos. O tal vez no. Si entre billones de personas no hay dos huellas digitales iguales ¿por qué habríamos de vestirnos igual, escuchar la misma música, consumir los mismos productos, usar los mismos mapas?

Horacio Sanchez Fantino es pintor. Reynaldo Sietecase es periodista y escritor. Fantino pinta los mapas, Sietecase escribe los textos que los acompañan. Unos y otros, mapas y textos, muestran un poco y sugieren el resto. Sus talentos confluyen en una obra muy particular. Una obra que desata la reflexión sobre los mapas que podemos usar para orientarnos o para perdernos.

Para más información sobre esta muestra que también se ha editado como libro, pueden visitar su sitio web.

lunes, 3 de mayo de 2010

Bienal Borges-Kafka

Por estos días culminó la segunda Bienal Borges-Kafka. La misma tuvo como sedes el Centro Cultural Recoleta, La Biblioteca Nacional, el Centro Cultural Borges, el MALBA y la Feria del Libro. Hubieron seminarios, conferencias, exhibiciones y cine, entre otras actividades.

En el patio del Centro Cultural Recoleta se montó un laberinto hecho de gigantografías diseñadas por el artista plástico Rogelio Polesello. Más allá de la sobreutilización de algunos lugares comunes como las cucarachas para Kafka y los laberintos y tigres para Borges, el efecto resultaba llamativo al punto de que los visitantes no dejaban de fotografiarse junto a las obras.
También en el Recoleta se destacó la instalación “Libros de arena” de Mariano Sardón. La misma contaba con dos peceras llenas de arena con un proyector y unos espejos arriba, de modo que al poner las manos entre el proyector y la arena, sobre esta última aparecían textos de Borges que se borraban al poco de retirar las manos. Los textos eran extraídos de Internet y cambiaban en forma constante, de modo que si volviamos a poner las manos, nos aparecía otro texto diferentey no el anterior. Recordemos que “Libro de arena” es un cuento de Borges en el que el personaje compra un libro que no tiene principio ni fin, con la particularidad extra de que una vez que se pasa una página es imposible volver a encontrarla.
Mariano Sardón estudió física y también arte, y combinando ambos saberes ha logrado una destacada evocación de la obra de Borges.

Amén de la obviedad de su profesión de escritores, pueden hallarse otros puntos en común entre Borges y Kafka. La literatura de ambos ha dejado marca en la lengua con el uso de dos adjetivos: “kafkiano” y “borgeano”.
Kafkiano para aludir a situaciones en las que un personaje se encuentra ante un contexto complejo, cuyas reglas desconoce y no logra comprender.
El mundo, de algún modo, es kafkiano. Nacemos y nos topamos con eso, con un mundo cuyas reglas nunca llegamos a descifrar del todo. Siempre queda un resto inaprensible, lo cual suele producir angustia.
Si lo en lo kafkiano prima lo oscuro, en lo borgeano el mundo aparece como laberíntico, como un juego de espejos y paradojas.
Borges y Kafka sintieron esa angustia, y en vez de intentar taparla, la enfrentaron, la vivieron, la sublimaron.
El término sublimación pertenece a la química y refiere al paso de la materia sólida al estado gaseoso. Como ejemplo típico podríamos citar el hielo seco. Freud utilizó el término para referirse al cambio de meta de las pulsiones sexuales hacia otros fines socialmente aceptables, logrando de este modo evitar la represión. Supera las pretensiones de este espacio profundizar en cuestiones biográficas aunque se suele mencionar que Borges sufrió bastante con las mujeres y puede que la sexualidad le haya resultado, como el mundo para Kafka, algo que con lo que no supo lidiar. En todo caso, la energía que no pudo desplegar en el campo erótico la transformó en creación artística.
Kafka tuvo una infancia complicada. La mirada severa del padre lo hacía sentir como un bicho; y toda esta cuestión pudo tramitarla en su escritura.
Borges y Kafka, a través del arte, lograron canalizar parte de esa angustia. Se elevaron como el hielo seco al sublimarse. Cambiaron de estado. De su angustia terrestre hicieron arte sublime.