Binoche interpreta a una galerista francesa, radicada en italiana que se ofrece a acompañar al conferencista inglés por una recorrida que incluirá museos y paseos turísticos. Sabemos que ella tiene que criar sola a un hijo y que él aparenta viajar por el mundo sin otras preocupaciones que teorizar sobre el arte.
Creemos asistir al comienzo de un romance, vemos en detalle la seducción inicial, el galanterio, aunque luego comenzarán los roces. Estos pasajes, que podrían resumir las etapas por las que pasa el amor de pareja, son delineados con sutileza hasta llegar a un bar en el que ambos deciden tomarse un café. Allí, la mesera, luego de intercalar algunas observaciones muy atinadas, parece confundirlos con un matrimonio.
A partir de esa escena, los espectadores entramos en la confusión que propone la mesera italiana. De pronto nos cuestionamos lo que creíamos seguro: ya no sabemos si ella está intentando seducir al escritor o si se trata, en verdad, de un matrimonio desavenido. El registro ambiguo se mantiene con maestría a lo largo de la obra, logrando un efecto que, personalmente, nunca había visto, ni en cine, ni en teatro ni en
Desde medio oriente viene un artista a devolvernos algo de lo que occidente ha olvidado. Hace rato que el cine de Hollywood perdió su creatividad inicial e, incluso, por las “remakes” que se ven últimamente, ha perdido también la destreza de copiar.
Kiarostami brinda aquí una lección de cine, de cómo hacer una película rica en sutilezas, con texto y subtextos varios, de cómo filmar una escena en un auto, de cómo lograr personajes secundarios que surjan como verdaderos nutrientes en el momento indicado, de cómo trabajar cada plano y cada línea de diálogo al extremo sin impedir que la película fluya con naturalidad. Copia conforme es, sin dudas, una película original. Bienvenida sea.
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