jueves, 23 de junio de 2011

Escultura - Louise Bourgeois

Louis Bourgeois es una de las artistas que mejor puede ejemplificar las posibilidades terapéuticas del arte. Tuvo una relación muy compleja con su padre, de quien son conocidos los desplantes a la madre y la relación amorosa con la niñera. Cuentan que de niña, mientras su padre hablaba, fanfarroneando y haciendo alarde de lo grandioso que era, ella comenzó a modelar en pan la figura del padre y una vez que la tuvo lista se puso a rebanarle partes con el cuchillo. Allí podrían situarse sus inicios en la escultura: el arte como función sublimatoria. Otra persona, ante un contexto similar, podría haberse visto tomada por la ira; Bourgeois logró canalizarla a través del arte.


Su familia trabajaba en la reparación de tapices, que en aquella época se usaban para revestir las paredes de las casas. En contacto con el suelo, los tapices solían gastarse en el borde inferior, por lo que a las figuras, en general, le faltaban los pies. Cierto día se ausentó el dibujante a cargo de dichas reparaciones y la madre de Bourgeois le preguntó a ella, dado que tanto le gustaba dibujar, si no se animaba a reemplazarlo. “Dibujé el primer pie a pedido de mi madre y luego me volví experta en pies. Hasta hoy, dibujo muchísimos pies. (…) Y eso también me enseñó que el arte es interesante y puede ser muy útil. El arte puede reparar”. El arte puede reparar y hacer que una persona se mantenga en pie en vez de sucumbir.



Fundación Proa trajo a Buenos Aires una muestra de las obras de Louise Bourgeois.


En la calle, frente al museo y a metros de Caminito en el barrio de La Boca, nos recibe una gigantesca araña ("Maman"), tejedora como la madre de Louise, de novecientos kilos sostenidos en el aire por ocho diminutas patas. Una vez dentro, encontramos una primera sala en penumbras, con otra araña, grande aunque no tanto como la de la calle, encerrando entre sus patas una jaula en la que vemos restos de tapices, las ventosas de vidrio con las que Bourgeois intentaba aliviar los broncoespasmos de su madre y una serie de restos de la infancia. Araña que protege y a la vez encierra. Ambivalencia que observaremos en muchas de sus obras como “Arco de histeria”, figura humana sin cabeza, enigmática, una prominencia en la zona genital aparenta indicar un hombre y se ofrece como cuestionamiento a esa idea añeja que adjudica la histeria a las mujeres. El psicoanálisis ha demostrado que la histeria es una posición que puede ser tomada por un hombre.

La muestra se llama “El retorno de lo reprimido” y consta de 86 obras que el curador Philip Larratt-Smith designa como “equivalentes plásticos” de los estados psicológicos de la artista.

Comentar todas las obras excede las pretensiones de esta nota pero hay algunas que no pueden quedar sin mención. Una de ellas es “Red Room (Parents)”. Se trata de una instalación que simula una habitación matrimonial que apenas nos es permitido espiar. Podemos asomarnos por una puerta entreabierta y vemos parte de la cama, una almohada con la inscripción “Yo te amo” escrita en francés. Una cadena nos impide el paso y tenemos que inclinarnos para observar. Ayuda a la comprensión de la obra, el saber que su padre había contratado una profesora de inglés para que la instruyera en dicha lengua. Esta institutriz, llamada Sadie, se convirtió en amante de su padre y vivió en la casa de la familia durante muchos años. La mezcla de francés e inglés en las inscripciones de esta instalación viene a dar cuenta de este contexto, en el que una amante del padre es quien le enseña otra lengua distinta a la materna. Podemos rodear la obra y asomarnos por otra rendija donde sucede algo parecido. Unos espejos reflejan parte del interior. La obra reconstruye la mirada de la niña que percibe a pedazos lo que su padre hace con su madre y con su amante, transmitiendo esa sensación de mirada parcial, de cosa velada, de criatura que espía, cuya mirada podríamos adivinar en otra obra: “Rechazo” en la que una cabeza decapitada esculpida en tela lleva la inscripción “Rejected” en su nuca. En una de las puertas entreabiertas de “Red Room (Parents)” se lee: “Fermez la Porte S. V. P.” (Cierre la puerta por favor), donde resulta ambiguo definir si el pedido proviene del padre o de la hija. Ambivalencia que también destaca en el pañuelo bordado con la leyenda “He estado en el infierno y he vuelto. Y déjame decirte: fue maravilloso.” Bordado que remite a su madre tejedora, a la araña, a los tapices de su infancia, a una escritura que marca identidad y al arte que hizo posible la supervivencia.



Otra de las obras que llaman la atención es “El reto II”, una especie de estantería repleta de piezas de cristal. La obra transmite la sensación de fragilidad; todo aquello puede hacerse trizas en cualquier momento pero, a la vez, existe un orden que lo impide; equilibrio trabajoso, similar al que Louis Bourgeois logró gestionar con su arte, equilibrio que le permitió sostenerse en vida, anudando a lo largo de su obra el nudo fallido del pasado.

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