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viernes, 30 de marzo de 2012

Música - Roger Waters

La visita de Roger Waters a nuestra ciudad ha suscitado una catarata de lugares comunes: “el cerebro de Pink Floyd” (¿Gilmour qué era? ¿el alma? ¿las orejas?), “un genio del rock”, “un espectáculo alucinante”, “un canto a la libertad” (hay que tener una falta de pudor importante para seguir valiéndose de una frase tan trillada), “una obra contra el autoritarismo” (Mauricio Macri dixit).




No creo que a Waters le quepa el adjetivo “genio” que tan ávidos estamos de asignar. Su productividad en tantos años queda muy lejos de la de otros que han merecido tal calificativo. Roger Waters, más bien, parece un interesante ejemplo de sublimación.



Tuvo una infancia complicada, el padre murió en la guerra, la madre lo asfixiaba, en la escuela sufrió diversos maltratos y luego de grande, tal como el protagonista de “The Wall” (hago uso de sus metáforas) se le hizo muy difícil soportar el delgado hielo de la vida moderna.



En algún momento, a punto de caer en las grietas que sentía rajarse a sus pies, logró sublimar todo aquello y transformarlo en una obra de arte. Pudo sacarse los gusanos de la cabeza, derribar el muro que había estado levantando a su alrededor y eludir ese destino de psicosis o de autista confortablemente adormecido.




En varios reportajes Waters se ha declarado sorprendido por las repercusiones de “The wall”, ya que estaba convencido de haber escrito algo suyo, autobiográfico, como para sacárselo de encima; y se vio sorprendido por la recepción mundial de su obra y la variedad de interpretaciones que se fueron gestando a su alrededor.



El término sublimación fue postulado por Freud para referirse a ciertos procesos en los que las pulsiones parciales convergen hacia la realización de actividades socialmente valoradas, como el trabajo artístico o intelectual. La sublimación es una de las vías posibles para canalizar el famoso “malestar en la cultura” que tan bien describió Freud.



La palabra sublimación se utilizaba ya antes en química, para nombrar el proceso por el que un elemento pasa del estado sólido al gaseoso. La sublimación remite entonces a un cambio de estado. Si bien, el hinduismo y demás filosofías orientales no utilizan la expresión, lo que en psicoanálisis se denomina sublimación podría emparentarse con los procesos descriptos por estas filosofías a través de los cuáles se logra elevar la energía de los chakras bajos a los más altos.




Freud dejó el concepto sin un desarrollo exhaustivo, por lo que quedan hoy en día muchos interrogantes al respecto. ¿Por qué algunas personas logran tramitar sus impulsos más densos a través del arte y otros no? Los mecanismos no han sido suficientemente estudiados en nuestra cultura como para generar recetas a seguir, por lo que los procesos sublimatorios simplemente parecen ocurrir, casi como fenómenos espontáneos, en ciertas personas y bajo ciertas circunstancias. Poco sabemos de esto; y es muy probable que el propio Waters tampoco lo sepa; de hecho, no ha vuelto, desde entonces, a concebir una obra de similar calidad a aquella que hubo de salvarlo.



Quizás los genios sean aquellos que aprendieron a dominar los procesos sublimatorios como para aplicarlos "a voluntad". A Roger Waters parece haberle sucedido algunas veces y le ha resultado suficiente para encontrar su lugar en el mundo.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Paul MCCartney - Cosecharás lo que has sembrado

Antes incluso de llegar al país, ya tenía todas las entradas vendidas y al público comprado. A un hombre de semejante trayectoria en el campo de la música popular se le hubiera perdonado todo. Podría haber salido a escena solo con una guitarra, sin banda, sin luces, haber tocado una hora y se hubiera retirado con más dinero y quizás los mismos aplausos; pero no lo hizo.
Paul McCartney montó una obra de ingeniería en el escenario, con una iluminación pocas veces vista, unas pantallas y un sonido que permitieron disfrutar del show al que estaba allá lejos en la popular con la misma intensidad que el que estaba en la fila uno. Y tocó tres horas sin parar. ¿Alguien lo vio tomar un vaso de agua? Se esmeró en hablar en español, leyendo unos papeles en el piso; y hasta dirigió el coro del público en “Hey Jude”: “Ahora solamente los hombres, ahora las mujeres, ahora todos juntos”.
Trajo una banda de eficientes músicos, con el virtuosismo justo como para que el foco no se fuera nunca de lo más importante: las canciones. Músicos que tocaron y se divirtieron, haciendo también reír al público, como el enorme batero bailando durante “Dance Tonigth”.
Los Beatles son los padres del rock. Abrieron caminos que muchos todavía intentan copiar y algunos han sabido recorrer y profundizar. Como se dice hoy en día, McCartney es un “grosso” y dio en la cancha de River un verdadero “concerto grosso”. Se llevó del público todo el afecto imaginable por supuesto, pero el hombre no vino solo a cosechar. Paul McCartney a los sesenta y ocho años sigue sembrando.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Pintura - Berni - Narrativas Argentinas

Uno de los eventos más significativos del año ha sido la muestra “Narrativas argentinas”, una retrospectiva de la obra de Antonio Berni que puede verse en el Museo Nacional de Bellas Artes hasta el 3 de octubre.

Antonio Berni nació en 1905 en Rosario, cuna de gran cantidad de artistas argentinos, y falleció en Buenos Aires, donde suelen terminar muchos artistas rosarinos, en 1981.

Berni desarrolló su vocación desde niño y a los 14 años realizó su primera exposición. A los 18 expuso en Buenos Aires. A los 20 ganó una beca para completar sus estudios en Europa. Viajó por Italia estudiando a los maestros del Renacimiento del siglo XV y se instaló en París. Allí tomó contacto con los movimientos de vanguardia que se alejaban de la pintura tradicional que se contentaba con reflejar la realidad, tarea que pasaría, durante un tiempo al menos, a manos de la fotografía. Se vinculó entonces con los surrealistas, quienes, alentados por el “descubrimiento” freudiano se propusieron colocar al inconciente en el primer plano del arte. Tendrá Berni, entonces, su período surrealista.


Más tarde, bajo la influencia de una época de convulsiones sociales, producto de la primer guerra mundial y la revolución rusa, Berni se interesará por el rol social del artista indagando las relaciones entre arte y política.


Volverá a Rosario en 1930, momento del golpe militar a Irigoyen, de persecuciones políticas, de la creación de la central obrera y unos años más tarde, de migraciones internas. Berni abandonará las obras surrealistas y se dedicará a producir cuadros de grandes dimensiones mayormente poblados por obreros y campesinos. Berni definirá la pintura de esa época como “Nuevo realismo”, pintura que buscará reinterpretar la realidad social y política del país. Berni se emparentará en el compromiso del artista con su época, con otros artistas latinoamericanos, en especial con los muralistas mexicanos.

En las siguientes décadas recorrerá la Argentina, retratando los cosecheros golondrina, los obrajes, la peonada, las barriadas populares.


En los sesenta construirá dos personajes: Juanito Laguna y Ramona Montiel, ambos habitantes de las villas miseria, nuevo fenómeno surgido en los alrededores de las grandes ciudades de América latina. Con el primero, retratará la niñez en la marginalidad; mientras que Ramona Montiel será una chica de la villa que se convertirá en prostituta para sobrevivir. En estas series, Berni agregará a sus cuadros latas, maderas, bolsas de arpillera, plásticos, hierros, todos elementos que encontrará en el mismo ambiente que se propone retratar.


En la muestra del Museo Nacional de Bellas Artes impresionan estos collages que no pueden apreciarse en las fotos que aquí se incluyen.


Párrafo aparte merece el último cuadro de la muestra, obra sin título, hallada en su taller poco después de su fallecimiento, en 1981, obra que muestra un cadáver de mujer en la playa y un avión en el cielo. El cuadro parece aludir a los vuelos de la muerte, práctica de exterminio de personas llevada a cabo por la última dictadura militar; asunto que saldría a la luz varios años después de pintado el cuadro. Esto ha generado algunas discusiones en relación a si Berni habría tenido acceso al menos a rumores sobre lo sucedido o si habría captado algo desde su sensibilidad de artista.

Más allá de esto, queda claro, luego de recorrer la muestra, que Berni no se dedicaba simplemente a copiar la realidad social que observaba, sino que la recreaba, la reinterpretaba a través de un acto creativo basado en una mirada penetrante, y cuando escribo esto, lo hago con la imagen de uno de los cuadros, cuyo nombre no recuerdo, que muestra una cena de un hombre y una mujer pudientes. La pareja está en color, el mozo en blanco y negro. Los colores en las pieles están saturados al punto de generar la sensación del exceso. Al pie del cuadro, en la calle, también en blanco y negro yace un linyera que redondea el contraste.


La Argentina, narrada por un artista, transmite mucho más que varios libros de historia juntos.