lunes, 19 de abril de 2010

BAFICI - Oxhide 2 – Una tortura china

Cuando escribí sobre el BAFICI contemplé la posibilidad de “comernos” algún bodrio, entre tanta película desconocida. Bueno, lo que podía pasar, sucedió.
Fuimos a ver Oxhide II, una película china que venía precedida de buenas críticas. La obra en cuestión dura más de dos horas y consta de nueve planos fijos con variaciones de 45 grados alrededor de una mesa en la que una familia prepara y luego comerá unos raviolitos que se llaman dumplings.
Vemos las manos amasando, cortando verduritas, preparando el relleno, las manos maduras enseñando la técnica a las inexpertas en el armado de setenta y tres raviolitos (no hay elipsis, vemos todo en tiempo real). En definitiva, la directora dejó la cámara prendida en la cocina de su casa. Una verdadera tortura china.
Aquí no hay trama, no hay acción, tampoco poesía, ni actuaciones, ni emoción. Por más esmero que le ponga no logro comprender los elogios de la crítica (“una profunda investigación sobre el tiempo fílmico”, “una meditación sobre las transformaciones socioeconómicas de la china contemporánea”). Algunos críticos elogian su minimalismo, otros la califican de comedia cuando el chiste más esmerado de la película sucede cuando el hijo trae una regla para medir los cuatro milímetros para cortar las cebollitas.
El momento más cercano a la comedia, para mi gusto, se produjo cuando se colgó el programa de subtitulado. En la pantalla quedó congelada una frase mientras los protagonistas continuaban hablando en chino. En verdad no era muy grave, ya que los dichos se podían deducir: ahuecá la mano así, apretá los bordes para que el raviol no se rompa, etc. De todos modos, el público comenzó a reclamar: subtítulos, por favor, algún silbido. Como la que manejaba el software estaba “apolillada” ante semejante bodrio, hubo que gritar, silbar y aplaudir masivamente para despertarla. Cuando esto ocurrió, las frases subtituladas comenzaron a pasar a gran velocidad intentando alcanzar las voces de los personajes.

Algunos integrantes del público procuraron animar un poco la velada emitiendo en voz alta comentarios de todo tipo: ¡me perdí Chacarita – Atlético de Tucumán para ver esto!
Algunos comenzaron a dejar la sala a los diez minutos. En su momento lo juzgué prematuro, pero más tarde, luego de soportar la sensación de haber malgastado más de dos hora de mi vida, me pareció una decisión inteligente. La debacle continuó en forma gradual. Cada tanto uno se levantaba. Cuando se suponía cercano el final (los protagonistas ya estaban comiendo los ravioles), a un espectador que decidió retirarse en ese momento, se le gritó: “Flaco, te vas a perder la parte en que lavan los platos”.
En otros tiempos, para filmar una película independiente tenías que, por lo menos, hipotecar tu casa. Entonces, toda película que llegaba a plasmarse como tal, tenía mucho esfuerzo, mucha energía, mucho compromiso detrás. Nadie pone en juego todo lo que tiene sin un compromiso creativo y espiritual muy fuerte. Se filmaba solo cuando se tenía algo que decir. Por ende, las obras resultantes solían valer la pena. Hoy en día, por suerte (y por desgracia para los espectadores), la tecnología, al alcance de la mano, permite que cualquiera con una camarita y una computadora haga cine independiente.
Entonces, no es del todo extraño toparse con una película como esta. Que se trate de una secuela de otro pastiche similar resulta un poco más llamativo (¡la “obra” se llama Ohxide 2, existe la uno!). Ahora bien, que una cosa así forme parte de una grilla de un festival y que, encima, figure entre las películas más recomendadas por los críticos, directamente no entra en mi cabeza. Traté de buscarle la vuelta para verla con mejores ojos pero no pude lograrlo.
Se dijo, por ejemplo, que es una obra que promueve la meditación. Si quiero meditar puedo hacerlo en mi casa. Otro crítico escribió que se trataba de una profunda reflexión sobre el aburrimiento. Para aburrirme no es necesario pagar una entrada, puedo hacerlo de forma más económica. Y si quiero aprender a hacer ravioles, puedo sintonizar Utilísima o canal Gourmet.
Comparto la frase de otra víctima que estaba a mi lado: “si a esto le llegan a dar algún premio, no vengo más al BAFICI”. Aunque pensándolo mejor, podría filmar a mi abuela tejiendo una bufanda o a mi perra durmiendo la siesta y presentarme al festival del año próximo.
Pd: la película amerita que viole la regla número uno de los comentaristas de cine. Les voy a contar el final: los protagonistas terminan de comer, se levantan de la mesa y escuchamos que se van a dar un paseo. El último plano muestra la mesa con los platos sucios. Los platos tuvimos que lavarlos los espectadores.

3 comentarios:

Rizomantico dijo...

A ésta todavía no la vi, pero la primera estaba buenísima.

Al final va a ser verdad el slogan ganchero que dictaba: si no es para vos, no es para vos.

Rizomantico dijo...

1."Woo Ming Jin le otorga a la película un ritmo pausado, necesario como para que devenga la reflexión."

2."Se dijo, por ejemplo, que es una obra que promueve la meditación. Si quiero meditar puedo hacerlo en mi casa. Otro crítico escribió que se trataba de una profunda reflexión sobre el aburrimiento. Para aburrirme no es necesario pagar una entrada"

Al final era pura bronca.

Anónimo dijo...

Justo la iba a tratar de conseguir, pero bueno... es que he visto peliculas malas y lo feo es quedarte hasta el el final esperando que algo zarpado pase y... bueh, estoy viendo que saco del bafici, al parecer hay muchas peliculas malas, espero no estar en lo cierto, me la estoy jugando con Leslie, my name is Evil y Black Dynamite. Pongo mis fichitas... saludos desde zona norte!.