
En una aldea de pescadores, un joven está a punto de repetir la historia del padre. La película aborda ese punto de encrucijada, de confluencia de tiempos.
El joven duda entre su novia y la hija del dueño de una empresa. El padre, en las cercanías de la muerte, intenta redimir una mala elección del pasado y sale en busca de aquella mujer a la que renunció. No queda claro si el hijo conoce la historia de su padre. La obra diluye el dato porque no importa. Hay saberes que transportamos bajo el más puro desconocimiento. Saberes no sabidos. Mandatos. Saberes que insisten en abrirse paso. Saberes que desembocan en compulsión. Woo Ming Jin le otorga a la película un ritmo pausado, necesario como para que devenga la reflexión.
Repetir la historia del otro o encontrar el propio camino. Decisión difícil, sin mapa. Lo que conflictúa a un joven malayo pesa sobre los adolescentes del mundo. Abuelo abogado, padre abogado, hijo abogado. Elecciones sospechadas de falta de individualidad. También tenemos los casos en que el hijo toma caminos opuestos. Padre militar, hijo roquero. Hijo que expone todo lo que el padre reprime, suele decirse. “No querer ser como los padres” no deja de ser una elección en función de ellos. Ser lo opuesto a. Otra vez, la individualidad bajo sospecha.

Mujeres en llamas en busca de agua. Hombres en el agua buscando fuego. Una brecha. Una película.
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