lunes, 11 de octubre de 2010

Cine - Yuki y Nina

La dualidad ya viene incluida en el título al igual que la unión, el nexo, el puente. Yuki y Nina, oriente y occidente, hemisferios derecho e izquierdo, lo rural y lo urbano, la niñez y el mundo adulto. Dualidad y unión que viene también desde la dirección, ya que esta película tiene dos directores: Nobuhiro Suwa, director japonés con varios films en su haber e Hippolyte Girardot, actor francés que hace aquí su debut en la dirección.

La primera parte es una película francesa de las buenas. Yuki es una niña que podría tener unos nueve años, hija de un francés y una japonesa que se están por separar. La madre se la llevará a Japón, lo cual le deparará un cambio de vida con la implicancia de tener que separarse de Nina, su íntima amiga y compañera de colegio.


Para ambas, la separación significa el derrumbe de la amistad, y para Yuki, el de su familia y toda su vida parisina. Entre ambas apelarán primero a la imaginación para persuadir a los padres de desistir de la separación. Una fuga hacia un bosque trasladará la película no solo a otro ámbito (la naturaleza) sino a otro registro. La película se transformará en una película japonesa: menos palabras, más imagen y misterio. Pasaremos al hemisferio derecho, otro espacio, otra temporalidad.


El pasaje de un registro al otro se produce en el bosque y es de una sutileza que da ganas de aplaudir, ya que lo fantástico, irrumpe con una naturalidad tal que el espectador tarde un rato en darse cuenta.

La película vale ser vista aún sabiendo el final, ya que no procura escondernos un secreto sino mostrarnos la vida. Por lo tanto, me permito contar que el último tramo de la obra nos mostrará a unaYuki contenta, con una nueva amiga japonesa contactándose vía Internet con su padre y con Nina, con un amiguito nuevo también ella . En definitiva, la separación fue dolorosa pero no resultó ser el fin del mundo.

Cada tanto se presentan situaciones que nos aterran al presagiar la ruptura de lo vivido hasta el momento. Se trata de circunstancias que suelen paralizar a algunos y llevar a la tragedia a otros; pero también se pueden atravesar como un mar turbulento que nos terminará arrojando sobre nuevas tierras. La película muestra que de los cambios dolorosos pueden surgir nuevas formas de felicidad; como la que produce ver una obra como “Yuki y Nina”, entreverada en la cartelera porteña.


La película abre con una breve escena en un parque de París, en el cual Yuki escucha una historia sobre un lobo y un ruiseñor, de boca de un pintor ambulante; y cierra con una canción japonesa durante los títulos. Ambos elementos, a modo de prólogo y epílogo, no hacen más que redondear la riqueza de esta historia.


El lobo pudo comerse al ruiseñor pero prefirió escucharlo cantar.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Pintura - Berni - Narrativas Argentinas

Uno de los eventos más significativos del año ha sido la muestra “Narrativas argentinas”, una retrospectiva de la obra de Antonio Berni que puede verse en el Museo Nacional de Bellas Artes hasta el 3 de octubre.

Antonio Berni nació en 1905 en Rosario, cuna de gran cantidad de artistas argentinos, y falleció en Buenos Aires, donde suelen terminar muchos artistas rosarinos, en 1981.

Berni desarrolló su vocación desde niño y a los 14 años realizó su primera exposición. A los 18 expuso en Buenos Aires. A los 20 ganó una beca para completar sus estudios en Europa. Viajó por Italia estudiando a los maestros del Renacimiento del siglo XV y se instaló en París. Allí tomó contacto con los movimientos de vanguardia que se alejaban de la pintura tradicional que se contentaba con reflejar la realidad, tarea que pasaría, durante un tiempo al menos, a manos de la fotografía. Se vinculó entonces con los surrealistas, quienes, alentados por el “descubrimiento” freudiano se propusieron colocar al inconciente en el primer plano del arte. Tendrá Berni, entonces, su período surrealista.


Más tarde, bajo la influencia de una época de convulsiones sociales, producto de la primer guerra mundial y la revolución rusa, Berni se interesará por el rol social del artista indagando las relaciones entre arte y política.


Volverá a Rosario en 1930, momento del golpe militar a Irigoyen, de persecuciones políticas, de la creación de la central obrera y unos años más tarde, de migraciones internas. Berni abandonará las obras surrealistas y se dedicará a producir cuadros de grandes dimensiones mayormente poblados por obreros y campesinos. Berni definirá la pintura de esa época como “Nuevo realismo”, pintura que buscará reinterpretar la realidad social y política del país. Berni se emparentará en el compromiso del artista con su época, con otros artistas latinoamericanos, en especial con los muralistas mexicanos.

En las siguientes décadas recorrerá la Argentina, retratando los cosecheros golondrina, los obrajes, la peonada, las barriadas populares.


En los sesenta construirá dos personajes: Juanito Laguna y Ramona Montiel, ambos habitantes de las villas miseria, nuevo fenómeno surgido en los alrededores de las grandes ciudades de América latina. Con el primero, retratará la niñez en la marginalidad; mientras que Ramona Montiel será una chica de la villa que se convertirá en prostituta para sobrevivir. En estas series, Berni agregará a sus cuadros latas, maderas, bolsas de arpillera, plásticos, hierros, todos elementos que encontrará en el mismo ambiente que se propone retratar.


En la muestra del Museo Nacional de Bellas Artes impresionan estos collages que no pueden apreciarse en las fotos que aquí se incluyen.


Párrafo aparte merece el último cuadro de la muestra, obra sin título, hallada en su taller poco después de su fallecimiento, en 1981, obra que muestra un cadáver de mujer en la playa y un avión en el cielo. El cuadro parece aludir a los vuelos de la muerte, práctica de exterminio de personas llevada a cabo por la última dictadura militar; asunto que saldría a la luz varios años después de pintado el cuadro. Esto ha generado algunas discusiones en relación a si Berni habría tenido acceso al menos a rumores sobre lo sucedido o si habría captado algo desde su sensibilidad de artista.

Más allá de esto, queda claro, luego de recorrer la muestra, que Berni no se dedicaba simplemente a copiar la realidad social que observaba, sino que la recreaba, la reinterpretaba a través de un acto creativo basado en una mirada penetrante, y cuando escribo esto, lo hago con la imagen de uno de los cuadros, cuyo nombre no recuerdo, que muestra una cena de un hombre y una mujer pudientes. La pareja está en color, el mozo en blanco y negro. Los colores en las pieles están saturados al punto de generar la sensación del exceso. Al pie del cuadro, en la calle, también en blanco y negro yace un linyera que redondea el contraste.


La Argentina, narrada por un artista, transmite mucho más que varios libros de historia juntos.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Escultura - Enio Iommi

Si en este blog venimos revoloteando alrededor del posible valor terapéutico del arte, no estaría mal detenernos un poco a pensar sobre qué es el arte en sí. Está claro que sería complicado y hasta arrogante intentar una definición plena del concepto. Parece más útil atenernos a destacar algunas visiones respecto del tema.



En este caso, empezaremos con Enio Iommi, uno de los escultores argentinos más renombrados. De hecho, el arte abstracto en la Argentina nace alrededor de 1945, con sus esculturas.La escultura dejará, en ese momento, de copiar personas u objetos y se alejará de la representación, dedicándose a la creación de formas sin otra significación que la visible.


Su producción, por ejemplo, durante los años de la dictadura, es muy interesante. Dejo que el propio autor la comente:

“Lo que hemos vivido en nuestro país me llevó a sentir de otra manera al arte. Si he utilizado adoquines y alambres fue para expresar la falta de libertad, la falta de sensibilidad del país en aquel momento. Lo expresé por medio del material porque no soy un escultor figurativo. Toda la sensación de barbarie la desarrollé con el material”.

Reproduzco a continuación fragmentos de entrevistas realizadas Iommi, en los que se explaya sobre su concepción del arte:

“Todo lo que sea manual o técnico entorpece la expresión de las ideas. Eso hay que dejárselo a los ingenieros; el artista está para poner el alma a las cosas. Con esta exposición me interesa rescatar la escala humana que se ha perdido, pero que se conserva en una ciudad como Venecia. El arte sirve para razonar sobre lo que uno está viviendo, Henry Ford jodió a la humanidad con su producción de automóviles en serie; hoy estamos rodeados de todo tipo de máquinas y yo me pregunto, ¿para qué?".



“Si no hay ironía el arte es aburrido. Por ejemplo, en Europa cuando ves un mural, la parte pasiva es Dios y la parte activa es la del diablo. Te vas a quedar con la parte del diablo, porque ahí hay de todo, y por el contrario, en la parte de Dios, bueno…, la pureza, los angelitos, todo perfecto. ¡Mentira! porque el mundo no es perfecto. En el arte yo tengo que mostrar lo que es el diablo, el diablo que te va a molestar, que te va a poner en otra situación, en otra forma de ver el mundo, de intentar mejorarlo. Pero, jamás será mejorado, siempre aparecerán Bush(es). Sí, el arte para mí es una cosa irónica. Alguien tiene que molestar; si el arte no molesta, es pasivo. Nuestra cultura se basó en la mentira y nos estamos dando cuenta y nos sentimos fastidiados.”



“Para mí el concepto de ‘arte contemporáneo’ está banalizado. Hacen esfuerzos inútiles. Los jóvenes no ‘hablan’ más, pintan para hacer plata. A mí no me interesa lo que venden, me interesa lo que hacen. Hasta que no se transforme toda la cultura artística no aparecerá nada, vamos a seguir como estamos, haciendo cosas lindas, simpáticas, para vender y adornarles la casa a estos señores. Pero una idea de vanguardia no decora, transforma la mente, incluso la del coleccionista. Si no trasmitís algo, ¡hacéte decorador que vas a ganar plata!


Y ahora ¿qué es un artista? ¿Un empresario? El artista no debe ser un empresario; un artista es un idealista. Pero hoy todo es arte contemporáneo, hoy muchos creen que hay que adornar las casas, los pequeños departamentos, poner algo arriba de la chimenea… ¡hay que adornar!"



"Mi ambición sería que hagan galerías de investigación, es decir, que den oportunidad al artista de investigar, no de vender, no de servir, no de ser simpático, no de triunfar, sino de transmitir sus ambiciones artísticas y que el público vaya, converse, que haya polémica. Del mismo modo, los museos no deben ser depósito de arte.



Actualmente, Buenos Aires está totalmente aburrido. ¡Lo que fue el ambiente artístico de Buenos Aires cuando estaba Di Tella! En aquella Florida había al menos diez, quince galerías, y los artistas éramos pesados, ¡pesados de pensamiento!


Hoy no hay discusiones de artistas. El tema es ver si mandan a remate o no, si estamos cotizados o no… ¡terrible!”

“A mi el mercado, que sirve para decorar las casas de los pequeño burgueses, no me interesa. A mi lo que me interesa es el taller. El artista, fatalmente, algún día se muere. Si va a dejar algo, es culturalmente, no comercialmente. Mi placer- que no me lo permite mi familia-, sería quemar toda mi obra. Mi última obra, una gran llamarada.”


Enio Iommi falleció este año. Parte de lo que no pudo quemar puede visitarse en la Sala Cronopios del centro Cultural Recoleta, en el marco de una retrospectiva de su obra, que abarca muchos años y varias temáticas.



Las entrevistas completas pueden verse en los siguientes links:


http://www.untref.edu.ar/documentos/iommi%20entrevista.pdf


http://soloentrevistas.blogspot.com/2007/03/enio-iommi.html

jueves, 9 de septiembre de 2010

Cine - Una de Fellini por día

Hoy la mayoría del público que va al cine no sabe siquiera el nombre del director de la película que va a ver, lo cual no me parece demasiado reprochable, ya que la generalidad de los directores son, a lo sumo, buenos profesionales que hacen correctamente lo que las productoras les encargan.
El cine de autor apenas si persiste en cierta medida en oriente, con Kim Ki Duk y Wong Kar Wai como principales referentes. El cine de autor tuvo su época de esplendor con directores como Fellini, Bergman, Tarkovski, Hitchkock, por mencionar algunos. Uno sacaba una entrada para ver una película de tal director. Una de Fellini por ejemplo.



Federico Fellini fue un artista, que eligió el cine como forma de expresión. Su vinculación con la película no era la de un ejecutante, un burócrata que ejecuta un mandado, un profesional competente. No, Fellini funcionaba `más como una antena. El hombre captaba cosas y las traducía en celuloide. En el documental “Soy un gran mentiroso” podemos oírlo definir su trabajo de la siguiente manera:


“A veces, si se me da por ver alguna de mis películas, muy a menudo me surge, espontánea, una pregunta: ¿quién ha hecho esto? En el momento en que me convierto en cineasta, soy un poseído. Un oscuro habitante de mí, que no conozco, toma las riendas y dirige en mi lugar. Y yo me pongo a su disposición: mi voz, mi sentido artesanal, mi tentativa de seducción, o de plagio o de autoridad. Pero es otro, en realidad. Otro con quien convivo pero que no conozco de una manera directa, sólo de oído”.


Pero claro que, mucho mejor que escuchar hablar a un artista es apreciar su obra.


Desde el viernes 10 de septiembre, gracias a la Cinemateca Argentina, el Instituto Italiano de Cultura y el Complejo Teatral de Buenos Aires, podemos darnos el gusto de ver la obra completa de Federico Fellini.


La retrospectiva se llama “Tutto Fellini” y tendrá lugar en la Sala Lugones del Teatro General San Martín, una película por día, desde “Luces de Varieté” (1950) hasta “La voz de la luna” (1990).


La programación completa puede consultarse en http://www.teatrosanmartin.com.ar/cine/tutto0.html


domingo, 22 de agosto de 2010

Música - Barenboim y la West-Eastern Divan Orchestra

Crónica breve de cómo una música compuesta en 1808 hizo callar a un vendedor de garrapiñada en el 2010.


La West-Eastern Divan Orchestra es un proyecto ideado por Daniel Barenboim y el filósofo palestino Edward Said. La Orquesta del Diván de Oriente y Occidente está integrada por músicos israelíes, palestinos y árabes, en una propuesta que combina el desarrollo musical con la integración y conocimiento mutuo de dos culturas tradicionalmente rivales.


En el marco de una gira mundial por la paz, se presentaban al aire libre en el centro de la ciudad de Buenos Aires, ocasión que justificó reacomodar compromisos para darnos una vuelta aunque llegáramos tarde.


Cruzamos la última calle habilitada al tránsito con la función ya comenzada. Los automovilistas bocinaban y se increpaban, indiferentes al evento que tenía lugar a pocos metros. Las notas provenientes del todavía lejano escenario parecían entablar con los ruidos de la calle un combate de resultado incierto. Mientras nos acercábamos me preguntaba si valdría la pena un concierto en esas condiciones.


Nos fuimos abriendo camino entre la muchedumbre en busca de contacto visual, pero por sobre todo, auditivo, con el escenario. Entre el gentío, un perro ladraba. Un niño insistía a sus padres que no aguantaba más las ganas de hacer pis. A una señora se le ocurrió hacer un llamado de celular y le contaba a alguien que estaba en un concierto en el obelisco. Un vendedor, vestido con una remera de Callejeros se abría paso al grito de “a la garra, a la garra”. El tipo iba y venía, ajeno a las mínimas convenciones de un concierto de música clásica. Ante el primer reproche, contestó con un “la concha de tu madre, estoy laburando” que por poco no termina en un altercado.


Minutos más tarde, me sorprendió verlo aparecer otra vez, levemente transformado: ya no gritaba. Repetía la palabra completa, garrapiñada, garrapiñada, unos cuantos decibéles más abajo que en el grito original, como si se cuidara de no despertar a un bebé dormido.


Al rato, las cuatro notas iniciales del allegro con brio de la quinta de Beethoven, generaron una exclamación general. Luego de la obertura Leonore III de la ópera Fidelio, el ta-ta-ta-taa generó miradas cómplices entre tanta gente extraña: al fin una que sabemos todos.


Las variaciones dobles del andante con moto (segundo movimiento de la quinta sinfonía) lograron algo más: el garrapiñero se calló. Lo tenía justo a mi lado cuando detuvo en seco su oferta, abrió la boca y volteó la cabeza hacia el escenario. El hombre se puso a escuchar. Ante esa deliciosa melodía que desplegaban las violas y los cellos, también se callaron los perros, los celulares, los bocinazos y el niño que, de pronto, ya no tenía más urgencias urinarias.

Una obra compuesta hace más de doscientos años multiplicó sus efectos en cuarenta mil personas, que aplaudieron, vendedor de garrapiñadas incluido, en la 9 de Julio a Daniel Barenboim y su West-Eastern Divan Orchestra.


Desde hace mucho se viene diciendo que la música aplaca a las bestias. Digamos que la exposición a cierta música sublime puede contribuir a humanizar nuestra parte primitiva. De ahí a que Barenboim y la West-Eastern Divan Orchestra logren la paz mundial hay demasiado trecho; pero la transformación que la quinta de Beethoven produjo en mi amigo garripeñero impide descartar, al menos, una mínima esperanza.

domingo, 15 de agosto de 2010

Cine - Partir - Una mujer que se sale del marco

Partir podría haber sido una película más sobre adulterio, pero tiene algunas cosas que la hacen diferente. Ya desde la primer escena (la película comienza casi por el final) se plantea la dimensión trágica. En este sentido, más allá de alguna trampita, la directora Catherine Corsini tiene la honestidad de avisar desde el vamos que no habrá final feliz.

La historia nos presenta a Suzanne (Kristin Scott Thomas) en un punto de inflexión: luego de haberse dedicado a su marido y sus hijos se propone retomar su profesión de kinesióloga. Su marido (Yvan Attal ) le construye un consultorio dentro de la casa y le refriega la plata que ha tenido que invertir en ello.


En el transcurso de la obra, Suzanne se enamora de un albañil español (Sergi Lopez). En una de las primeras escenas entre ambos, Suzanne, embobada por el obrero, olvidará poner el freno de mano del auto al estacionar en una pendiente. Más adelante, abandonará los frenos en sí misma, ante ese impulso que terminará por desbordarla.


La película transcurre en los bordes, la historia, no por nada, transcurre cerca de la frontera de Francia con España. La edad de los personajes, que transitan la crisis de los cuarenta, también es limítrofe.


Uno de los conceptos que le debemos a Freud es el de pulsión, precisamente un concepto fronterizo entre lo biológico y lo cultural. No es posible la sociedad sin la sofocación de las pulsiones. La cultura busca domeñar la pulsión pero nunca lo logra del todo. Siempre queda un resto. Por lo general se mezclan y conviven en nuestro interior Eros y Thanatos, los impulsos de vida que tienen que ver con lo sexual en su sentido más amplio y la pulsión de muerte cuyos subrogados principales son la agresividad y el odio. Todo eso mezclado y refrenado por la cultura convive en nosotros. Cada tanto, algún límite se rompe y se produce la desmezcla pulsional, en la que la pulsión de muerte puede aparecer pura. Basta leer los diarios para recabar muestras de este tipo de acontecimientos. Algo de esto también podemos ver en “Partir”, en la mirada gélida de Kristin Scott Thomas, que, pura pulsión, lleva a su personaje más allá de los límites.


Hay una escena, breve pero impactante, en la que los protagonistas tienen sexo en el medio de un pastizal. La cámara deja fuera todo vestigio de cultura: parecen Adan y Eva en el paraíso. Claro que el paraíso será efímero y las sirenas de la policía invadirán el espacio auditivo.


La película puede llegar a incomodar a aquellos espectadores proclives al juicio moral como también a aquellos acostumbrados a identificarse con el bando “de los buenos”. Al principio es factible identificarse con la mujer que pareciera decidirse a lanzarse a la vida, después de haber estado muchos años casada con un hombre que la menosprecia e inmersa en una cotidianeidad chata. Sin embargo, esta simpatía comienza a deshacerse a medida que asistimos a las decisiones que el Suzanne va tomando.


Partir es una película francesa hecha por mujeres. Francia es justamente uno de los países más asociables con “la cultura”. La ya mencionada directora Catherine Corsini, la productora Fabienne Vonier y la directora de fotografía Agnès Godard son las mujeres que se atreven a poner el dedo en la llaga de la cultura.

domingo, 8 de agosto de 2010

Música - Peter Gabriel - Scratch my back

Desde marzo se consigue en las disquerías de Buenos Aires, el último CD de Peter Gabriel, Scratch my back.


Si algo ha caracterizado a la obra de Gabriel es el riesgo. Cuando a fines de los sesenta, todos se dedicaban a hacer canciones de tres minutos intentando meterse en la estela exitosa de los Beatles, Peter Gabriel, formaba Genesis, grupo que exploró la integración del rock con la música clásica, algo que nunca se había intentado hasta el momento, y que luego profundizarían bandas notables como Yes o Pink Floyd. Piezas largas que emulan la estructura de una sinfonía, ejecutadas con la fuerza de los instrumentos rockeros. Obras conceptuales, en las que las distintas canciones revolotean alrededor de un mismo tema. En el caso de Genesis, a esto se le agregaron interpretaciones histriónicas que incluían disfraces alusivos a la historia que se estaba cantando.


Probablemente, en cierto momento, Gabriel haya sentido que había descubierto una fórmula, la había llevado hasta sus límites y ya no quería repetirse. La noticia sorprendió en las primeras planas de todas las publicaciones rockeras: Peter Gabriel abandonaba Genesis.


Y el hombre se dedicó a explorar otro tipo de sonido, más íntimo, menos pretencioso. Probablemente no tuviera muy claro lo que hacía y se haya dejado guiar por su intuición artística.


Incorporó entonces a su música, ritmos africanos, instrumentos provenientes de otras músicas, investigó con computadoras y dedicó mucho energía a ensamblar la música con lo visual (por si hiciese falta, recordamos aquí que los videoclips de Gabriel están dentro de los más creativos de la historia de la música moderna). Tuvo allí, otro momento de éxito masivo con hits como Sledgehammer, D’ont give up o Steam.


Cuando la fórmula estuvo aceitada, quizás haya captado que la cosa había dejado nuevamente de ser arte para semejarse más a una artesanía, a un producto que puede fabricarse siguiendo determinadas pautas. Entonces, Gabriel cambió de nuevo.


Hoy sorprende con un proyecto muy particular: ha decidido reinterpretar canciones de otros, en el marco de un intercambio. El proyecto consta entonces de dos etapas. En “Scratch my Back” Gabriel interpreta canciones de artistas, de diferentes generaciones como Lou Reed, los Talking Heads, Paul Simon o Regina Spektor, Bon Iver y Radiohead. Más adelante, en un segundo disco (I’ll Scratch yours” todavía sin aparición en el mercado) los mencionados músicos interpretarán canciones de Gabriel, generando una especie de diálogo artístico.


Yo interpretó una canción tuya y vos una mía. Vos me rascás la espalda y yo la tuya. Todo un juego sobre los distintos puntos de vista en la creación artística.


En “Scratch my back”, alejándose de su anterior etapa rítmica, Gabriel no utiliza batería ni instrumentos de rock. Solamente una orquesta de música clásica, con lo cual se propone privilegiar los textos y la melodía. En algunos casos, la canción original queda prácticamente irreconocible, en otras aparece reinventada, en muchos casos hace emerger de la obra algo que en el original estaba apenas latente.

Hace poco, en un reportaje, le escuché decir a Gabriel que le había llevado toda su estadía en Genesis y más cinco discos solistas, encontrar su propia voz. De ser así, tuvo que arriesgarse a romper con muchos lugares conseguidos hasta arribar a esa sensación de autenticidad. Ahora, desde ese lugar, con Scratch my back, intenta el diálogo con otros artistas, con otras voces.


Particularmente, y aquí viene la vinculación con lo terapéutico, me gusta pensar mi labor de psicoanalista, como la de un partero de subjetividades, alguien que acompaña el proceso mediante el cual una persona empieza a escuchar su propia voz. Alcanzar esta voz personal conlleva, muchas veces, rupturas arriesgadas, cambios que encontrarán resistencias de todo tipo, internas y desde el entorno. Entre todas las voces contradictorias que nos dicen: andá para acá, andá para allá, te conviene esto o lo otro, no es sencillo encontrarse. Y es interesante pensar que, muchas veces, desde esa confusión armamos nuestros vínculos, nuestras redes sociales.


Lindo ejemplo, nos aporta entonces Peter Gabriel, sobre las relaciones con el otro; las cuales pueden acometerse desde mandatos, identificaciones e impulsos destructivos o desde la voz espontánea de quien intenta asumir su propio deseo.





Incluimos aquí el tema "The power of the heart" en la interpretación de Gabriel primero, y más abajo, la versión original de Lou Reed.
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