miércoles, 27 de julio de 2011

Literatura - Pasado Perfecto

Leonardo Padura es un experimentado escritor cubano, fundamentalmente conocido por la serie de novelas policiales protagonizadas por el detective Mario Conde. La reseña que nos ocupa aquí remite a su novela “Pasado perfecto”, una historia policial que Padura enriquece con una serie de condimentos que le otorgan un sabor particular. Para empezar, Padura sabe escribir. Con pequeñas descripciones logra perfilar la situación vital de los personajes: “Su brazo colgaba a un costado de la cama, como una rama partida.” En paralelo a la investigación de un crimen se despliegan, con el mismo interés, las crisis existenciales de los personajes y, en simultáneo, Padura aprovecha la narración para delinear la realidad social de su país.

El pasado perfecto del título alude al de Rafael Morín Rodríguez, una personalidad intachable del gobierno cubano que desaparece en forma misteriosa. La investigación recae sobre Mario Conde, a quien le empieza a oler mal el no hallar siquiera una voz disonante respecto a la persona de Rafael. Todos lo elogian, todos tienen algo bueno para decir de él, una trayectoria inmaculada, un pasado perfecto, sin una sola mancha. Pasado perfecto es también el tiempo que elige el autor para narrar.


Padura parece saber que no existe hombre intachable, y sospecha que el que en mayor medida pretenda aparentarlo es quien más basura suele esconder bajo la alfombra. Característica del perverso que, cuánto más inteligente, mejor logra armar un semblante público irreprochable tras el cuál esconde sus andanzas. Andanzas pero de otra índole son las de Mario Conde, detective neurótico que a lo largo de la investigación reencontrará a su antiguo objeto de deseo, ahora convertida en la esposa de Rafael Morín. Cuando Tamara entra en escena, Padura cambia el tiempo de la novela, abandona el pretérito perfecto y se pone a narrar en presente, con lo que modifica el tono y logra transmitir la relevancia que Tamara tiene para él. Padura, entonces, alterna los tiempos; toda la investigación es narrada en pasado exceptuando los momentos en que Conde se encuentra con Tamara; allí estamos en presente. El Conde, como le dicen sus compañeros, oscila entre esos dos tiempos que utiliza Padura en la narración, y en ese devenir, reconstruye la historia, la de la investigación, la suya propia y la de su país. Hilando recuerdos, atando cabos, resuelve el enigma y adviene a un presente, tiempo que le ofrenda el desafío de enfrentarse a su deseo.

miércoles, 20 de julio de 2011

DVD - Los Marziano

En tiempos invernales es casi estadístico el aumento de alquileres de DVD por lo que me permito en esta ocasión recomendar uno de los últimos estrenos en la Argentina. Es probable que la película decepcione a muchos espectadores, no por sí misma sino por las expectativas que pueden haber generado los afiches, los avances, la presencia de Francella. “Los Marziano”, tercer film de Ana Katz, no es una comedia familiar, no es un drama que aborde temas “importantes” ni mucho menos un policial, aunque juegue con elementos de esos géneros para presentar un momento en la vida de una familia, centrada en dos hermanos.
El hecho de que los hermanos estén distanciados no es en la película algo que se diga, es algo que se muestra; de hecho, los personajes de Puig y Francella no comparten plano hasta recién el final. La directora del film, mujer, como las que intentan promover la reunión de los hermanos en la familia, va mostrando sus vidas mediante una sucesión de pinceladas paralelas. La distancia, entonces, no es algo que se nos informe, no es algo que se ponga en boca de un personaje, como suelen resolverse muchas veces estas cuestiones, no, Ana Katz nos lleva a sentir esa distancia. El paralelismo incluye dos síntomas: la obsesión del personaje de Puig ante esos misteriosos pozos que comienzan a aparecer en el country donde vive, y la extraña discapacidad del personaje de Francella, que de un día para el otro pierde la capacidad de leer. Juan (Francella) muestra una imposibilidad de acceder al mundo de las convenciones establecidas, queda excluido, queda fuera. Su hermano Luis (Puig), por el contrario, parece dominarlo, tiene éxito, dólares, esposa, propiedades; parece haber llegado a lo más alto y sin embargo se muestra tan vacío como su hermano pobre. Agujeros existenciales, uno real (esos pozos sobre los que nada válido puede decirse), otro simbólico (la incapacidad de leer como una insuficiencia en el acceso a lo simbólico) que nada logra taponar. Esa distancia, ese vacío, se juega también en el tono de la película. Por momentos parece ir hacia la comedia pero cuando nos preparamos para la carcajada, el clima se corta. En otros momentos la brújula aparenta encaminarse hacia lo dramático pero se detiene bastante antes de las lágrimas. Queda claro que esta tonalidad tan peculiar está buscada de ex profeso y es coherente con lo que se está narrando. Se trata de una película sobre la falta, sobre algo que falta, y la película se pone a tono, le falta algo para la comedia, le falta para el drama, como le falta algo a esos personajes que no pueden encontrarse.

jueves, 30 de junio de 2011

Fotografía - Marc Ferrez

Marc Ferrez (1843-1923) está considerado como uno de los pioneros de la fotografía brasileña. Hijo de un francés emigrado al Brasil, se dedicó a esta actividad incipiente hasta terminar constituyéndose en fotógrafo de la marina imperial.


Estamos hablando de una época en la que la fotografía se consideraba como un medio privilegiado para reproducir la realidad y apenas comenzaban a vislumbrarse sus posibilidades artísticas. En este contexto, Ferrez retrató la vida en el Brasil de aquellos tiempos: el trabajo esclavo, los primeros tiempos de industrialización, la explotación minera, la construcción de caminos y los paisajes de Rio de Janeiro, con sus bahías desiertas y sus bosques vírgenes, que vistos hoy, parecen representar una especie de paraíso perdido.



Todo esto puede verse en el Museo de Arte Hispanoamericano hasta el 21 de agosto en Suipacha 1422, lugar muy apropiado para esta muestra ya que su arquitectura colonial, aún rodeada de rascacielos, facilita sumergirse en un pequeño viaje al pasado.
Hay una fotografía en particular que me ha llamado la atención. Se trata de la inauguración de un túnel en la que podemos ver al Emperador y comitiva sobre la entrada misma del conducto y también a un grupo de gente del pueblo en otro plano. Ignoro si se trató de un efecto voluntario perseguido por Ferrez, pero es notorio que los rostros del Emperador y su entorno de poderosos se encuentran perfectamente delineados, mientras que las caras de la población anónima aparecen en un fuera de foco que imposibilita la distinción individual. Me pregunto si no nos encontramos aquí, ante un momento histórico, en el que la fotografía comienza a perfilarse como obra de arte, abandonando la ingenua pretensión de reproducir una realidad objetiva. Invito a que la vean y juzguen ustedes mismos, de 14 a 19 de martes a viernes y de 11 a 19 sábado y domingo; apenas un peso es el valor de la entrada.


jueves, 23 de junio de 2011

Escultura - Louise Bourgeois

Louis Bourgeois es una de las artistas que mejor puede ejemplificar las posibilidades terapéuticas del arte. Tuvo una relación muy compleja con su padre, de quien son conocidos los desplantes a la madre y la relación amorosa con la niñera. Cuentan que de niña, mientras su padre hablaba, fanfarroneando y haciendo alarde de lo grandioso que era, ella comenzó a modelar en pan la figura del padre y una vez que la tuvo lista se puso a rebanarle partes con el cuchillo. Allí podrían situarse sus inicios en la escultura: el arte como función sublimatoria. Otra persona, ante un contexto similar, podría haberse visto tomada por la ira; Bourgeois logró canalizarla a través del arte.


Su familia trabajaba en la reparación de tapices, que en aquella época se usaban para revestir las paredes de las casas. En contacto con el suelo, los tapices solían gastarse en el borde inferior, por lo que a las figuras, en general, le faltaban los pies. Cierto día se ausentó el dibujante a cargo de dichas reparaciones y la madre de Bourgeois le preguntó a ella, dado que tanto le gustaba dibujar, si no se animaba a reemplazarlo. “Dibujé el primer pie a pedido de mi madre y luego me volví experta en pies. Hasta hoy, dibujo muchísimos pies. (…) Y eso también me enseñó que el arte es interesante y puede ser muy útil. El arte puede reparar”. El arte puede reparar y hacer que una persona se mantenga en pie en vez de sucumbir.



Fundación Proa trajo a Buenos Aires una muestra de las obras de Louise Bourgeois.


En la calle, frente al museo y a metros de Caminito en el barrio de La Boca, nos recibe una gigantesca araña ("Maman"), tejedora como la madre de Louise, de novecientos kilos sostenidos en el aire por ocho diminutas patas. Una vez dentro, encontramos una primera sala en penumbras, con otra araña, grande aunque no tanto como la de la calle, encerrando entre sus patas una jaula en la que vemos restos de tapices, las ventosas de vidrio con las que Bourgeois intentaba aliviar los broncoespasmos de su madre y una serie de restos de la infancia. Araña que protege y a la vez encierra. Ambivalencia que observaremos en muchas de sus obras como “Arco de histeria”, figura humana sin cabeza, enigmática, una prominencia en la zona genital aparenta indicar un hombre y se ofrece como cuestionamiento a esa idea añeja que adjudica la histeria a las mujeres. El psicoanálisis ha demostrado que la histeria es una posición que puede ser tomada por un hombre.

La muestra se llama “El retorno de lo reprimido” y consta de 86 obras que el curador Philip Larratt-Smith designa como “equivalentes plásticos” de los estados psicológicos de la artista.

Comentar todas las obras excede las pretensiones de esta nota pero hay algunas que no pueden quedar sin mención. Una de ellas es “Red Room (Parents)”. Se trata de una instalación que simula una habitación matrimonial que apenas nos es permitido espiar. Podemos asomarnos por una puerta entreabierta y vemos parte de la cama, una almohada con la inscripción “Yo te amo” escrita en francés. Una cadena nos impide el paso y tenemos que inclinarnos para observar. Ayuda a la comprensión de la obra, el saber que su padre había contratado una profesora de inglés para que la instruyera en dicha lengua. Esta institutriz, llamada Sadie, se convirtió en amante de su padre y vivió en la casa de la familia durante muchos años. La mezcla de francés e inglés en las inscripciones de esta instalación viene a dar cuenta de este contexto, en el que una amante del padre es quien le enseña otra lengua distinta a la materna. Podemos rodear la obra y asomarnos por otra rendija donde sucede algo parecido. Unos espejos reflejan parte del interior. La obra reconstruye la mirada de la niña que percibe a pedazos lo que su padre hace con su madre y con su amante, transmitiendo esa sensación de mirada parcial, de cosa velada, de criatura que espía, cuya mirada podríamos adivinar en otra obra: “Rechazo” en la que una cabeza decapitada esculpida en tela lleva la inscripción “Rejected” en su nuca. En una de las puertas entreabiertas de “Red Room (Parents)” se lee: “Fermez la Porte S. V. P.” (Cierre la puerta por favor), donde resulta ambiguo definir si el pedido proviene del padre o de la hija. Ambivalencia que también destaca en el pañuelo bordado con la leyenda “He estado en el infierno y he vuelto. Y déjame decirte: fue maravilloso.” Bordado que remite a su madre tejedora, a la araña, a los tapices de su infancia, a una escritura que marca identidad y al arte que hizo posible la supervivencia.



Otra de las obras que llaman la atención es “El reto II”, una especie de estantería repleta de piezas de cristal. La obra transmite la sensación de fragilidad; todo aquello puede hacerse trizas en cualquier momento pero, a la vez, existe un orden que lo impide; equilibrio trabajoso, similar al que Louis Bourgeois logró gestionar con su arte, equilibrio que le permitió sostenerse en vida, anudando a lo largo de su obra el nudo fallido del pasado.

sábado, 4 de junio de 2011

Música - ASIA en Buenos Aires

El rock sinfónico es un movimiento musical muy interesante, iniciado en la década del setenta, cuando una serie de músicos con formación de conservatorio decidieron dedicarse al rock and roll. Esto dio lugar a un cóctel de composiciones basadas en formas sinfónicas, obviamente mucho más elaboradas que las canciones pop o rock tradicionales, pero ejecutadas con guitarras eléctricas, sintetizadores y demás instrumentos típicos del rock. De este movimiento formaron y forman parte bandas emblemáticas como Yes, Pink Floyd, King Crimson, Emerson Lake &Palmer, Genesis y otras.
Este tipo de música, caracterizada por temas largos, plagados de cambios de ritmo y momentos instrumentales, puede resultar difícil de asimilar para el oído contemporáneo, acostumbrado a canciones monocordes, con unas pocas estrofas que preparan un estribillo insistente. Para quienes quieran iniciarse en el rock sinfónico, ASIA constituye una excelente puerta de entrada, ya que sus canciones no son tan largas ni sus letras tan misteriosas, suelen tener un estribillo que las emparenta con la música más comercial pero a la vez, cada tema tiene sus cambios de tempo y un entramado instrumental muy refinado que las separa de la música descartable con que el mercado nos bombardea. La música de ASIA no es descartable, no cansa, se puede escuchar mucho tiempo y siempre se descubre algo nuevo. Se trata de una banda formada por músicos virtuosos, casi una especie de seleccionado del rock: Steve Howe, el famoso guitarrista de Yes; Geoff Downes, actual integrante de Yes, en teclados; John Wetton, ex-King Crimson, en voz y bajo y Carl Palmer, baterista de ELP, uno de los mejores del mundo.



El 21 de mayo, en el marco de su gira americana, dieron un inmejorable concierto en el Teatro Colegiales de la ciudad de Buenos Aires, en el que llamó la atención la cantidad de público adolescente mezclado entre el público más adulto que caracteriza los recitales sinfónicos. Hasta el grupo soporte, Hexatónica, del que hablaremos en otro momento, mostró un promedio de edad bastante bajo.

Con sus dos últimos discos, Phoenix (2008) y Omega (2010), Asia acumuló repertorio de sobra como para no necesitar rellenar sus conciertos con “covers” de las bandas por las que pasaron sus integrantes.

En Buenos Aires, abrieron el show con una ejecución impecable de "Time Again" que justificó el entusiasmo del público. A Wetton le cabe la frase que evoca a Gardel, porque no solo no ha perdido potencia en su voz sino que cada día canta mejor, hecho que se notaba en los últimos discos y tuvo su confirmación en vivo, donde no hay posproducción ni retoque que valga.

Carl Palmer, por su parte, dio una clase magistral de batería, no solo por el solo acrobático y juguetón que le valió una ovación a la que respondió con un “caramba, caramba” pronunciado en perfecto español. Más allá de ese momento de lucimiento personal, en estos tiempos en que los bateristas se han vuelto tan monótonos al punto de ser reemplazados por máquinas, lo de Palmer es fantástico: nunca repite el mismo golpe amén de lo estrictamente necesario, ofrece variantes todo el tiempo y mete una fuerza tremenda que hace temblar las paredes. Una vez escuché a Peter Gabriel decir que una banda solo puede llegar a ser tan buena como su baterista. En este caso, Asia no tiene límites.

De Howe ya hemos escrito aquí en otra ocasión; verlo encontrar los caminos a toda velocidad entre las cuerdas es un lujo que ya vale la entrada. Tuvo aquí también su momento en solitario, sentado con la guitarra acústica, como es casi tradición en los recitales de Yes. Downes se mostró simpático, muy ajustado en teclados y en coros, contribuyendo siempre a embellecer las canciones.


Wetton y Downes componen la mayor parte del material de Asia e interpretaron dos canciones entre ambos. La versión de “D’ont cry” superó incluso la del disco y contó con la participación del público que cantó a capella con Wetton.

Pero más allá de las menciones individuales, la banda sonó muy ensamblada, como una verdadera gestalt. En algún momento escuché decir que Asia era una especie de rejunte de grandes individualidades donde el todo no llegaba ser más que la suma de los integrantes. Si esto fue así en algún momento, la cosa ha cambiado. Asia es ahora un grupo, una verdadera banda que compone y ejecuta música de calidad que merece, a mi criterio, un teatro mayor para su próxima venida a la Argentina.


domingo, 29 de mayo de 2011

Cine - Football is god

Otra de las curiosidades que aportó la última edición del BAFICI es el pseudo-documental “Football is god” del director danés Ole Bendtzen. La pasión rioplatense por el futbol retratada por la gélida mirada de un cineasta nórdico, pareció atractivo suficiente para agendarla entre las 400 películas del festival. Lo mismo hizo mucha gente, ya que las funciones fueron todas a sala llena, con clima futbolero y el público-hincha de Boca cantando en medio de la sala.



La película alterna el seguimiento de tres hinchas de Boca: Pablo, “la tía” y Hernán.



Pablo, un muchacho de bajos recursos y pocas ideas, fanático de Maradona, al punto de juntarse con amigos para festejar el cumpleaños “del Diego” y sumarse como fiel a la iglesia maradoniana (disculpen, pero no me sale ponerlo en mayúsculas).



“La tía”, una señora que no solo no se pierde un partido de Boca sino que tampoco falta a los entrenamientos. Trata a los jugadores como si fueran de su familia y hasta les hace regalos para sus cumpleaños. Cuando les cuenta a sus amigas que le ha comprado un calzoncillo importado, boxer, para el cumpleaños de Palermo produce uno de los momentos más hilarantes del film.

Hernán, un fanático de clase media, capaz de emocionarse hasta las lágrimas con el recuerdo de un añejo gol de Mastrángelo. Hernán es el más reflexivo de los tres y ocupa algunas sesiones de su análisis en indagar cuestiones relativas a su adicción a Boca Juniors. Su analista, en otro punto alto del film, lo ayuda a producir algunas reflexiones sugestivas que vinculan su fanatismo con la sexualidad, con la identidad y con el misticismo; y le hace replantear el tema de la rivalidad con River (el otro, el enemigo, sin el cuál uno no sería lo que es por lo que, en cierto punto, no es ni tan enemigo ni tan otro).


En los tres hinchas escogidos, pese a sus diferencias socioculturales, se escurre un elemento religioso-místico que justifica el título de la película (tengo entendido que el título original es “los creyentes”, lo cuál no modifica en absoluto la cuestión). Lo de Pablo con la iglesia maradoniana, la tía pidiéndole a la virgen por la victoria del equipo y Hernán caminando el césped de una bombonera vacía refiriéndose al hecho como una experiencia mística. Y así lo muestra Bendtzen, elevando la cámara desde ese inmenso templo pagano hasta el cielo del barrio de la Boca.

viernes, 6 de mayo de 2011

Cine - Copie conforme

Abbas Kiarostami, con toda seguridad el director de cine iraní más prestigioso, ha filmado por primera vez en Europa; nada menos que con Juliete Binoche como actriz protagónica, muy bien acompañada por William Shimell. Creador de auténticas joyitas como “Detrás de los olivos”, “El sabor de las cerezas”, “El viento nos llevará” y “Shirin”, Kiarostami nos presenta ahora “Copie Conforme”, obra que pudimos apreciar gracias al BAFICI 2011.


La película comienza con un plano de un escritorio en el que vemos dos micrófonos y un pequeño atril con un libro, cuyo título es el del propio film. Estamos en algún lugar de Toscana y asistimos a la presentación de un libro en el que un historiador del arte (interpretado por William Shimell) propone rescatar el valor de las copias. Escuchamos los argumentos del conferencista mientras se nos van presentando los personajes.



Binoche interpreta a una galerista francesa, radicada en italiana que se ofrece a acompañar al conferencista inglés por una recorrida que incluirá museos y paseos turísticos. Sabemos que ella tiene que criar sola a un hijo y que él aparenta viajar por el mundo sin otras preocupaciones que teorizar sobre el arte.


Creemos asistir al comienzo de un romance, vemos en detalle la seducción inicial, el galanterio, aunque luego comenzarán los roces. Estos pasajes, que podrían resumir las etapas por las que pasa el amor de pareja, son delineados con sutileza hasta llegar a un bar en el que ambos deciden tomarse un café. Allí, la mesera, luego de intercalar algunas observaciones muy atinadas, parece confundirlos con un matrimonio.


A partir de esa escena, los espectadores entramos en la confusión que propone la mesera italiana. De pronto nos cuestionamos lo que creíamos seguro: ya no sabemos si ella está intentando seducir al escritor o si se trata, en verdad, de un matrimonio desavenido. El registro ambiguo se mantiene con maestría a lo largo de la obra, logrando un efecto que, personalmente, nunca había visto, ni en cine, ni en teatro ni en la literatura. Hay, además todo un juego entre el concepto de original y copia que circula desde el arte hasta las relaciones de pareja. No es azaroso que la historia transcurra en Italia, cuna del arte occidental, ni que el hombre sea inglés (más frío, calculador) y la mujer francesa (emotiva y sensible), como tampoco que alguien aporte, en cierto momento, un antiguo relato persa, que representa la cultura nativa del director.


Desde medio oriente viene un artista a devolvernos algo de lo que occidente ha olvidado. Hace rato que el cine de Hollywood perdió su creatividad inicial e, incluso, por las “remakes” que se ven últimamente, ha perdido también la destreza de copiar.


Kiarostami brinda aquí una lección de cine, de cómo hacer una película rica en sutilezas, con texto y subtextos varios, de cómo filmar una escena en un auto, de cómo lograr personajes secundarios que surjan como verdaderos nutrientes en el momento indicado, de cómo trabajar cada plano y cada línea de diálogo al extremo sin impedir que la película fluya con naturalidad. Copia conforme es, sin dudas, una película original. Bienvenida sea.